Helena Resano Periodista
OPINIÓN

Cuando a los precios les sumas las excusas

Una mujer observa los precios en el mostrador de una carnicería en Madrid.
Una mujer observa los precios en el mostrador de una carnicería en Madrid.
EDUARDO PARRA / EP
Una mujer observa los precios en el mostrador de una carnicería en Madrid.

Hace unos días, el Banco de España y el Banco Central Europeo confirmaban lo que muchos analistas llevaban apuntando hace un tiempo: que son los beneficios de las empresas y no los salarios los que están tirando de los precios hacia arriba. Llevamos meses señalando a los culpables de que nuestra cesta de la compra esté por las nubes. Y no hablábamos ni señalábamos precisamente a las empresas. Hablábamos de la guerra en Ucrania, del encarecimiento del gas y la luz y, en los últimos meses, a esto se había sumado también la sequía… Muchos de los productos de temporada se han visto afectados por la falta de agua, hay menos cosechas, y eso ya sabemos en qué se traduce, en que suben los precios. 

Ya no llenamos el carro de la compra hasta arriba, compramos lo imprescindible, y aun así seguimos poniendo cara de sorpresa cuando en la caja del supermercado nos toca pagar casi 100 euros por las 4 cosas que hemos metido en la bolsa. Sí, alimentarnos está por las nubes y lo notamos todos.

Existen por tanto factores reales, medibles, que han hecho que, tras la pandemia, la recuperación haya sido mucho más complicada. Y que, por tanto, los costes de producción de muchos productos, también los del campo, se hayan encarecido. Ya no hablamos tanto de la falta de microchips, pero ese cuello de botella sigue existiendo y sigue complicando la cadena de producción de empresas europeas y americanas.

Pero con lo que no contábamos es con que, a esas razones más o menos de peso con las que llevamos explicando estos últimos meses la subida del IPC, especialmente la de los alimentos, las empresas se hayan inventado otra: la inflación de las excusas –en inglés, excuseflation–, para meterle una subida extra a sus productos, para que el precio sea un poquito más elevado.

Yo no pierdo, pase lo que pase. Es la filosofía de las grandes empresas, y quien dice filosofía dice codicia. El Financial Times ha tirado por ahí para explicar ese incremento extra que le están metiendo a muchos productos para que sean un poco más caros, para que los márgenes empresariales no mengüen y sí, en cambio, el bolsillo de los consumidores. Ellos lo han llamado greedinflation

Si hay factores externos que justifican que yo suba los precios, qué más da que los suba un poco más y así mantengo o incluso aumento los márgenes que tengo. «Es la economía, estúpido». Si eso va en contra del consumidor poco me importa. Lo que importa es mi cuenta de resultados a final de año. Además, si lo hacen todos, ¿por qué no voy a hacerlo yo? Y ahí estamos, pagando el pato, o la inflación de las excusas, cada vez que hacemos la compra. Da igual que hablemos de grandes marcas que de marcas más modestas. Esto está pasando en todas partes sin que nadie intente frenar una escalada que puede ser diabólica. Espero que se den cuenta.

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