Diego Carcedo Periodista
OPINIÓN

Comer sin cocinar

El cocinero Enrique Valentó en pleno servicio del cuatro manos.
El cocinero Enrique Valentó en pleno servicio del cuatro manos.
New Gestation Food
El cocinero Enrique Valentó en pleno servicio del cuatro manos.

Los grandes cocineros, adornados con galaxias de estrellas han desplazado de los primeros planos de la actualidad a las vedetes de Hollywood e incluso a los futbolistas de fichajes multimillonarios que destacan dándole con mejor tino patadas a un balón. La destreza ante los fogones, enrevesando la tradición de las amas de casa preparando con destreza y habilidad los platos tradicionales que permitían sacarle el mejor partido a lo que había en la despensa, está cayendo en el recuerdo.

Ahora lo que priva son los tenedores que acompañan a las cartas, mejor dicho los malditos Qr de los restaurantes de moda que los ahorrillos permiten visitar de vez en cuando. Claro que esto no se puede hacer todos los días y para suplirlo, las cocineras o cocineros domésticos diarios de casa, empiezan a olvidarse de su habilidad aprovechando la inventiva de la comida preparada expresamente para llevar caletita a la mesa o para que un mensajero te la lleve en su bicicleta a punto de servirla.

Prácticamente ya no quedan restaurantes que no ofrezcan el servicio a domicilio con un menú abundante, aunque a veces bastante repetitivo: nunca faltan por ejemplo las croquetas y la ensaladilla. Pero no son sólo los restaurantes, algunos incluso en este tipo de servicios también los propios supermercados han entrado ya en la competencia de ofertas. Ya no se limitan a ofrecer un kilo de arroz, lo que hacen es proporcionar una paella con el ingrediente correspondiente para disfrutar en el acto, incluso in situ, en mesas improvisadas al lado de las cajas.

Para los trabajadores que tenían que llevarse el almuerzo frio a la oficina o a la obra, se acabaron las fiambreras. En el restaurante de la esquina siempre habrá algo para improvisar un bocado para salir del paso. Comer se ha vuelto una necesidad que el correr de los tiempos está cambiando tanto para los que los que lo han convertido en un arte de vanguardia en una exhibición de chequera para los ricos como un forma de subsistencia para los demás, que somos casi todos y tendremos que acostumbrando a olvidar el guiso y las torrijas sin parangón de nuestras abuelas.

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