Miguel Ángel Aguilar  Cronista parlamentario
OPINIÓN

Decaimientos y pesadumbres

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, asiste al debate de la moción de censura de Vox contra su Gobierno.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, asiste al debate de la moción de censura de Vox contra su Gobierno.
J.J Guillén / EFE

Dicen que el Alcotán no vuela. Así, con esta contundencia, empezaba su alocución el general Franco en Sevilla refiriéndose al prototipo de avión que estaba desarrollando el INTA (Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial), dentro de los programas de aquellos años de la autarquía, cuando se intentaba el makes Spain great again, bajo el lema de Una, Grande y Libre, cuando nada se nos ponía por delante y lo mismo hacíamos el Pegaso para envidia del mundo que convertíamos el agua en petróleo, conforme al método de Albert von Filek, un pícaro que aseguraba haber inventado una gasolina sintética a partir de una mezcla de agua del Jarama, extractos vegetales e ingredientes secretos. Fórmula a favor de la cual se dictó la primera ley de protección de la industria nacional publicada en el Boletín Oficial del Estado.

Luego, allí mismo, el general superlativo, en su arenga, arremetía contra los eternos enemigos de España encuadrados en la conspiración judeo-masónico-bolchevique, incapaces de reconocer su derrota y de aceptar los éxitos de la sabia política del régimen, ni de reconocer los innumerables pantanos inaugurados ni la reforma agraria del Plan Badajoz ni los coros y danzas ni la repoblación forestal ni tantos otros logros de los años triunfales que se sobrepusieron a las contrariedades de la guerra, la postguerra y la pertinaz sequía. 

Pero no confundamos las churras con las merinas ni comparemos la situación actual con la de aquellas rutas imperiales por las que caminaban hacia Dios los españolitos, asidos a las cartillas de racionamiento y a otras precariedades de Educación y Descanso con censura de prensa y cierre de los desafectos y faltos de calor en el elogio.

Otra cosa es que debamos reconocer que nadie es de cuproníquel y que todos estamos a la erosión de los agentes de la intemperie, que nada se verifica en el vacío del laboratorio y que estamos afectados por los efectos de la presión y temperatura ambientales. 

También lo está el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, al que algunos observadores inclementes parecen detectarle síntomas de decaimiento, que atribuyen en el caso más benévolo al jet lag de sus incesantes desplazamientos de larga distancia

Se ha querido advertir algún rastro del síndrome de la Moncloa, que acentúa la fatiga causada por los asuntos domésticos, las pequeñeces, las cansinas rencillas surgidas en las propias filas y en las de los aliados parlamentarios que carecen de perspectiva para mirar a lo grande y encarar las misiones que la política a escala internacional plantea.

Puede imaginar el lector qué pesadumbre será para Moncloa tener que volver grupas para atender la sentencia del Supremo que respalda al coronel de la Guardia Civil Pérez de los Cobos y anula su destitución, que sigan con la matraca de Ramsés y otros faraones, que los podemitas anden a la gresca con la incomparable Yolanda, que arda Castellón en un fuego avivado por el viento, que tantos y cuantos se hayan sentido preteridos cuando se pensaban que este era su momento para acceder al Gobierno de la nación. 

Por eso, la necesidad de lecturas estimulantes como el libro de Soledad Puértolas Alma, nostalgia, armonía y otros relatos sobre las palabras que se ha presentado al costado del programa del Congreso Internacional de la Lengua Española en Cádiz para precavernos de las enfermedades que afectan a los principios morales por los que nos regimos. Porque, como cita Puértolas, la enfermedad que se produce por una razón determinada se puede vencer, pero cuando la melancolía se apodera del enfermo, los médicos quedan confusos y no pueden dar consejos.

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