
Estudio Estadio ha cumplido 50 años. El programa de televisión pionero en el espectáculo de la información sobre el fútbol ha celebrado su aniversario reuniendo en los estudios de Torrespaña a parte de los conductores del espacio. De Matías Prats a José Ángel de la Casa, pasando por Lourdes García o Jesús Álvarez. También estuvo allí el que fue primer presentador del formato, creador del sonoro título y el hombre que implantó delante de la cámara la moviola para repetir de un vistazo las mejores jugadas de la jornada, Pedro Ruiz.
Y jugando con los recuerdos, Ruiz ha resumido poder del fútbol y la volatilidad de la popularidad audiovisual en una reflexión que tiene que ver con pelotas, aunque no exactamente con las literales que se chutan en el balompié. "La única Navidad que presenté Estudio Estadio, en mi casa de Barcelona, de la Calle del Camp 12, no se podía entrar. Botellas de cava, cestas de Navidad, regalos... Literalmente no se podía pasar por la casa. No había sitio. Dejé Estudio Estadio y, al año siguiente, sólo llegó una botella de vino. Del Real Club Deportivo Español. Y, entonces, pensé: 'el mundo del espectáculo funciona así'. Y esa lección la tengo que agradecer. Me la enseñaron gratis, cuando no hubo champagne, no hubo pollos y no hubo turrones".
Pocas veces se verbaliza, pero el éxito sobre todo es el vacío del después. El silencio tras el estrépito de los aplausos. Una resaca emocional que especialmente viven aquellos a los que les enfoca la fama más sobreactuada. La que te olvida en el mismo instante en el que ya cree que no te puede utilizar.
Al frente de Estudio Estado, Pedro Ruiz fusionó las dos popularidades más intensas en la España de 1973. La de una única televisión, frente a la que se sentaba toda la sociedad. Y la de un único deporte de masas, que animaba la distracción colectiva permitiendo soñar con ganar algo a una sociedad que venía de haberlo perdido todo.
La suma de las dos armas, tele y fútbol, permitieron sentir a Pedro Ruiz el significado de influencia en su máxima expresión. Ya no existe esa repercusión tan transversal, la tele ya ni se ve sólo por la tele, el fútbol ya no se juega sólo en el campo de fútbol. La fama es más efímera que entonces. Incluso puede durar los 10 segundos de un vídeo de TikTok. Pero sigue desubicando tanto como aquella Navidad que la casa de Pedro Ruiz se llenó de regalos interesados más que ilusionados.
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