OPINIÓN

Los libros y los días

Es un hábito muy saludable, que también ayuda a relajarse y a evadirse de las preocupaciones. Ya sea por la mañana, al levantarse o antes de ir a la cama, es muy recomendable dedicar unos minutos al placer de la lectura.
Joven leyendo.
Pixabay/Pexels
Es un hábito muy saludable, que también ayuda a relajarse y a evadirse de las preocupaciones. Ya sea por la mañana, al levantarse o antes de ir a la cama, es muy recomendable dedicar unos minutos al placer de la lectura.

Antes de ayer fue el Día Mundial de la Poesía, ayer lo fue del agua: entre los homenajes a los poetas locales, universales, pasados y presentes, y la preocupación por la huella hídrica han transcurrido, entre otras cosas, 1.440 minutos y 24 libros

Un cálculo llamativo, aunque improbable, nos dice que según el número de libros publicados al año en España tocan a 10 por hora. Adiós, ríos, adiós, árboles / adiós, regatos pequenos, cantaría ahora Rosalía, a quien hay que añadir apellido tras siglo y medio de hegemonía onomástica. 

La vida es eso que se nos escapa mientras calculamos cuántos libros nos quedan por leer y cuántos árboles nos restan por cortar. En realidad, la cifra de libros publicados preocupa, sobre todo, a los autores que ya han publicado o que aspiran a hacerlo: mucho de su papel procede de libros ya descartados y cizallados.

Los libros son cadáveres redivivos de otros libros. Los lectores suelen considerar que a más mata, más patata, y a mayor oferta, mejores opciones, en esa juvenil ingenuidad que les lleva a olvidarse de que la distribución, el marketing y la abierta estafa encubierta (oxímoron, sí: en algún lugar del mundo hoy aún es antes de ayer) de la autopublicación en la que uno se lo gasta, y literalmente uno se lo come, marcan que en este 23 de abril y en las cercanas ferias del libro se repitan hasta el agotamiento una docena de títulos y hasta el cansancio otra docena más.

La oferta, sabemos bien los escritores que peinamos ISBN, es siempre excesiva: todos los libros, salvo el nuestro propio, sobran. Egos furiosos aparte, el ser humano quizás no sea tan pensante como nos gustaría, pero sí es diciente, diciente hasta el delirio: no habría sin el exceso el Día de la Poesía. Y, qué cosas, tampoco sería necesario, si fuéramos moderados, el Día del Agua.

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