Borja Terán  Periodista
OPINIÓN

Las palabras de Orestes que definen las virtudes de Roberto Leal en Pasapalabra

Orestes con Roberto Leal en la despedida de Pasapalabra
Orestes con Roberto Leal en la despedida de Pasapalabra
Atresmedia

"Contigo, de todo esto, me quedo con que eres el modelo de estar en tu sitio. Tienes el cariño y la alabanza de toda España y, aún así, tratas a cada persona como alguien muy especial".  Orestes se despedía así de Roberto Leal tras perder el millonario bote de Pasapalabra. Rafa Castaño se terminaba de llevar los 2.272.000 euros, el mayor premio de la historia del concurso, pero Orestes con su naturalidad de siempre seguía demostrando su compañerismo. No sólo con su adversario, también definiendo las virtudes de Leal en una sola frase que resume las tres cualidades maestras del buen presentador de un concurso. 

Uno. Más compañero que estrella

En su trayectoria, Roberto Leal ha sido más currito que presentador. Y no al revés. Su bagaje en las redacciones de las cadenas de televisión le da una mirada que aminora los oleajes del éxito televisivo que desubica. Es más cercano que estrella, es más coloquial que locutor, es más periodista que presentador. Esto último es vital, pues así dibuja con más desparpajo las personalidades de los protagonistas del juego. Porque está atendiendo con esa observación periodística que enriquece el guion incorporando el devenir de lo que ocurre en plena grabación. 

Dos. Más runner que empollón

Roberto Leal jamás corrige a los concursantes. Ni siquiera da demasiadas explicaciones en las resoluciones de las preguntas. Habla como un espectador más, sin dárselas de listillo. No cae en la tentación del alarde de conocimiento, prefiere las anécdotas de chico de barrio. La audiencia lo siente suyo porque no es cargante, no va de nada aunque esté al frente del programa más visto de la televisión. 

Tres. Escuchar más que memorizar

Roberto Leal tiene que ordenar las ideas del concurso. Pero la diferencia entre el buen o el mal presentador está en si sólo memoriza o sabe jugar al ping-pong, pero sustituyendo las pelotas con una mezcla de palabras, curiosidad y humor. De esta forma, jugando al ping-pong de la labia, se perfila sin que se note las cualidades de los famosos y concursantes. Lo logran sólo los buenos presentadores. Como Manel Fuentes, como Carlos Sobera, como Arturo Valls, como Juanra Bonet, Roberto Leal protege una atmósfera de conchabanza que relaja tensiones y transmite empatías. 

Porque el entretenido concurso es el que no se queda en el examen y, sobre todo, nos permite conocer a las personas que participan. Sentir que son especiales. Porque lo son. Y ahí es clave la función del presentador como facilitador de la vida en las largas grabaciones en plató, en donde hay que entender que los concursantes son compañeros y no "muñecos" a los que exprimir. Con su inteligencia, Orestes lo percibió. Y lo recalcó en un acto final de generosidad:  "Tienes el cariño y la alabanza de toda España y, aún así, tratas a cada persona como alguien muy especial".

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