Tres años después del estado de alarma: el Gobierno espera a que la OMS ponga fin a la emergencia para cerrar del todo la pandemia

  • Mascarillas en hospitales o farmacias, último signo de una crisis sanitaria ya superada a efectos prácticos.
  • El organismo internacional ha pospuesto varias veces el fin de la Covid y la incógnita de China tiene mucho que ver.
  • El cierre 'formal' será decisión del Gobierno, previo informe del Centro de Fernando Simón y oídas las comunidades.
  • A FONDO | Por qué las agencias de EE UU no se ponen de acuerdo en el origen de la pandemia
Tres años del estado de alarma por la pandemia de Covid
Tres años del estado de alarma por la pandemia de Covid
Carlos Gámez
Tres años del estado de alarma por la pandemia de Covid

Casi nada se parece a lo que ocurría hace tres años. El 14 de marzo de 2020, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, comparecía en Moncloa para confirmar lo que desde hacía días se veía venir, que el aumento de los contagios por el virus de la Covid-19 hacía necesario que los ciudadanos permaneciesen confinados en sus domicilios, algo que sería de obligado cumplimiento en virtud de la declaración de un estado de alarma se acababa de aprobar el Consejo de Ministros ese mismo día. Fue el comienzo de meses dramáticos en todo el mundo, que en España dejaron casi 120.000 fallecidos y cerca de 14 millones de contagiados declarados, y a los que siguieron otros más de restricciones de movimiento y reunión que ya parecen cosa del pasado. Tres años después, las mascarillas para entrar en los hospitales o en las farmacias son la única rémora de una pandemia cada vez más olvidada pero a la que todavía le queda poner el cierre final. 

En España, debería ser el Gobierno quien lo determinara y, para ello, el Ejecutivo espera a que la Organización Mundial de la Salud (OMS) diga que la emergencia mundial de salud pública por el coronavirus ha terminado De momento se resiste a hacerlo y sus motivos 'oficiales' tienen que ver con la situación en los países en desarrollo. Fuera de foco, los expertos apuntan a la incógnita de lo que está pasando en China, precisamente el lugar donde empezó todo.

A pie de calle, la pandemia ha desaparecido. Ya parecen muy lejanas las ocho semanas que los españoles tuvieron que permanecer en casa, los paseos que fue posible hacer a partir de aquel 2 de mayo de 2020, las limitaciones de la distancia que se podía recorrer, en la hora para llegar a casa o del número de personas que podían reunirse en espacios cerrados. Después de las letales primera y tercera ola de principios y finales de 2020, a partir de la séptima, en el verano de 2021 y propulsada por fiestas y viajes de estudios medio año después de que empezara la vacunación, y de la ingobernable ola que provocó la variante ómicron en la Navidad de 2021, la pandemia empezó a desaparecer, a medida que bajan los contagios, las hospitalizaciones y las muertes. En paralelo, también lo hacían progresivamente medidas y restricciones. La última y más visible, el fin de la obligación de llevar mascarilla en los transportes públicos. Ya solo lo sigue siendo para entrar en los hospitales, en residencias de ancianos y en establecimientos como farmacias, que los epidemiólogos no descartan que se vaya a quedar para siempre.

Emergencia finalizada

"En la Covid ya hemos pasado bastante pero esto se ha acabado. Tendremos otras cosas, pero se ha acabado", afirma tajante uno de los mayores expertos en Epidemiología en España y exasesor de la OMS, el doctor Vicente Soriano, que destaca que sobre todo en los países industrializados "mucha gente se ha infectado y el resto está vacunado", de modo que la Covid ya no debe considerarse "peligro para la salud pública". Aunque llegaran nuevas variantes surgidas de una mayor circulación del virus, no cree que exista el "riesgo de que todo vuelva a empezar". "La conclusión es que la epidemia se ha acabado", asegura Soriano, que entre 1997 y 2014 trabajó sucesivamente como consultor o jefe de investigación en los departamentos de Enfermedades Infecciosas de los hospitales de La Paz y Carlos III, ambos en Madrid.

También desde la Epidemiología, hay opiniones menos optimistas, como la del exjefe del servicio de epidemiologia de la Agència de Salut Pública de Barcelona Joan Caylà, que avisa que los últimos datos del Ministerio de Sanidad todavía están lejos de una situación normal. "Entre los mayores de 60 años hay casi 8.000 casos, 1.800 hospitalizados, 84 en UCI y todavía 10 muertes diarias", dice enumerando una retahíla que prácticamente está olvidada ya a pie de calle. "Es verdad que son mejores que en el año uno, dos y tres, pero en el año cuarto de pandemia son cifras preocupantes", afirma Caylà. "Imagínate en España 10 muertes diarias por Sida, tuberculosis o legionela, serían increíbles".

"La Covid, guste o no, seguirá siendo una pandemia, como el Sida o la tuberculosis, y lo será por tiempo porque afecta a todos los países del mundo", afirma Caylà, que cree por eso que no se la puede llamar enfermedad endémica como si fuera cosa de solo algunos. "Lo que sí puede cambiar es el criterio, dejar de ser alarma internacional de salud pública", algo que estima que "podría llegar un día de estos".

Cierre pautado

Esto, el final de la alarma y la emergencia por el coronavirus, es precisamente lo que de momento no termina de llegar, ni en España ni en todo el mundo. Mientras siguen pasando otras cosas muy graves que dejan cada vez más lejos a la Covid, como la guerra de Ucrania, la crisis energética y la subida de precios generalizada, la OMS sigue sin ver el momento de poner el fin oficial a la emergencia global de salud pública que lanzó en enero de 2020 y el Gobierno español espera a esta decisión para tomar la suya, a pesar de que desde junio de 2020 hay un camino diseñado para ello. En ambos casos, existen motivos oficiales y otros que lo son menos y también consecuencias prácticas, a pesar de que la ciudadanía no vea ya diferencias entre que se diga que la pandemia ha terminado o no, porque en la calle ya no queda apenas rastro de ella.

En junio de 2020 el Gobierno fijó el proceso que seguiría para decretar el final oficial de la crisis sanitaria por el coronavirus, en el real decreto-ley de "nueva normalidad" que marcó las pautas y medidas que se mantendrían una vez terminada la desescalada, en la primavera de 2020.

Allí se decía que, una vez finalizada la prórroga del estado de alarma, las medidas que contemplaba aquel real decreto -como el uso de mascarillas, el control de los contagios y el trazado de contactos, los controles de pasajeros en barcos o aviones o la reorganización de la asistencia sanitaria- serían de aplicación en todo el país "hasta que el Gobierno declare de manera motivada y de acuerdo con la evidencia científica disponible (...) la finalización de la situación de crisis sanitaria". Para tomar esta decisión, debería haber un informe previo del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias (CCAES) que sigue dirigiendo Fernando Simón y se consultaría a las comunidades autónomas.

A pesar de que solo queda en pie el uso de la mascarilla en contextos muy concretos, de momento no hay indicaciones de cuándo se tomará esta decisión, y el Ministerio de Sanidad apunta a que ocurrirá cuando la OMS decrete el final de la emergencia. Supondrá oficializar lo que ya ocurre en la calle y ven los expertos, la conversión de lo que fue una grave crisis sanitaria en una enfermedad respiratoria más, que la OMS cree que seguirá entre nosotros, de forma endémica, durante mucho más tiempo del que verán nuestros ojos.

Hay expertos en Salud Pública que consideran que "no tendría sentido" poner punto final a una crisis sanitaria provocada por una enfermedad respiratoria porque es algo que solo se hace para las que son provocadas por aguas en malas condiciones, como fiebre tifoidea, la salmonela o las infecciones alimentarias, o vectoriales, como el paludismo o la malaria. Pero lo cierto es que en 2020 el Gobierno puso en una ley cómo se decretaría el fin de la pandemia por Covid. Y de momento no se ha hecho porque el Ejecutivo está esperando a que antes la OMS declare el fin de la emergencia sanitaria mundial por la Covid que decretó el 30 de enero de 2020.

En términos prácticos, el mantenimiento de la situación de emergencia sí tiene consecuencias. Minoritarias, pero las tiene, porque permite una excepcionalidad que ya no afecta a la vida cotidiana de la mayoría de los ciudadanos y a sus movimientos pero sí a cuestiones como contratos y proyectos de investigación que siguen paralizados y sin publicarse, o ayudas europeas que no llegan para investigación por la "situación de excepcionalidad" que perdura. "Hay determinados países que dicen que esperan a la OMS por una cuestión política", dice Soriano, que incluye a España entre ellos. "No hemos vuelto a la normalidad en el tema normativo", dice este epidemiólogo que denuncia "intervencionismo".

El apagón chino

En cuanto a la OMS, la decisión sobre si la Covid deja de ser una emergencia de salud pública se tomará cuando así lo recomiende su Comité de Emergencia bajo el Reglamento Sanitario Internacional, que se ha reunido en dos ocasiones en los últimos meses sin acordarlo de momento, por motivos bajo los que la comunidad de epidemiólogos ve la situación en China. 

En octubre del año pasado, la aparición de varias subvariantes de ómicron llevaron a postergar por primera vez la decisión hasta que no se supiera cómo evolucionarían. En enero de este año volvió a intentarlo sin tomar la decisión. En su informe del 30 de enero, el director general de la OMS, Tedros Adhanom, anunció que había determinado no levantar todavía la emergencia. Aunque la pandemia se encontraba "probablemente en un punto de inflexión", se recomendaba "navegar esta transición con cuidado y mitigar posibles consecuencias negativas".

Sobre el papel, lo que en enero la OMS tuvo en cuenta para postergar de nuevo el final de la emergencia sanitaria fue el hecho de que los países en vías de desarrollo tienen poca población vacunada y débiles sistemas de vigilancia y de secuenciación para detectar nuevas posibles variantes.

Sin embargo, bajo estos motivos subyace la que epidemiólogos como Soriano creen que es el verdadero motivo, la situación en China o, más bien, la total ausencia de información sobre lo que sucede en el segundo país más poblado del mundo, que hasta diciembre no levantó -de sopetón y para acallar las protestas- su política de Covid cero que ha impedido que su población se contagiara e inmunizara como el resto del mundo, además de estar escasamente vacunada con un suero poco efectivo. Todo esto ha llevado a la población china a estar en una situación muy parecida a la que tenía el mundo entero en 2020, aunque en realidad no se sabe cuál es la situación.

"Llama mucho la atención que desde dentro [de China] no hay noticias, ni para bien ni para mal. No hay información", dice Soriano del gigante asiático, donde al fin de las restricciones siguió un aumento muy importante de contagios y muertes, de lo que se tuvo noticia en las grandes ciudades. Sin embargo, desde hace semanas, no se sabe qué ocurre en ellas y mucho menos en zonas rurales en el país que, tras la retirada de financiación de EEUU durante el mandato de Donald Trump, es el primer contribuyente de la OMS. "Eso hace sospechar mucho", dice sobre el que afirma que es el principal motivo para la la organización internacional no dé por concluida la emergencia global de salud pública.

Desde su punto de vista, podría hacerlo, porque el resto del mundo está inmunizado, bien por contagio o por vacunas que aunque no estén adaptadas a las variantes que puedan seguir surgiendo seguirán siendo efectivas, y listo para olvidarse del todo de la emergencia sanitaria.

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