Javier Yanes Periodista, escritor, biólogo y doctor en Bioquímica y Biología Molecular
OPINIÓN

Por qué las agencias de EE UU no se ponen de acuerdo en el origen de la pandemia

Un miembro del equipo de seguridad intenta evitar que se tomen fotografás del Instituto de Virología de Wuhan, en China.
Un miembro del equipo de seguridad intenta evitar que se tomen fotografás del Instituto de Virología de Wuhan, en China.
EFE
Un miembro del equipo de seguridad intenta evitar que se tomen fotografás del Instituto de Virología de Wuhan, en China.

El pasado 26 de febrero el diario The Wall Street Journal (WSJ) publicaba una exclusiva según la cual el Departamento de Energía de EEUU ha emitido un informe decantándose por la idea de que el origen de la pandemia de COVID-19 se debió a una fuga accidental de un laboratorio de Wuhan. Aunque a esta conclusión se le asigna una “baja confianza”, la noticia supone un cambio de posición respecto al veredicto anterior de esta misma agencia en 2021.

Dado que esta es una historia en desarrollo, aún no hay ninguna conclusión definitiva que extraer. Es posible que en los próximos días o semanas tengamos más novedades, o puede que no. Pero incluso con la poca información disponible merece la pena detenerse en una explicación, sobre todo porque los titulares pueden haber creado cierta confusión, y quizá hayan hecho a algunas personas caer en el rebrote de bulos conspiranoicos que con toda seguridad habrá aflorado de nuevo en las redes sociales.

Comencemos por el principio. Con la expansión inicial de la pandemia, ocho de las 18 agencias federales de EEUU que manejan inteligencia emprendieron sus análisis sobre el origen de la primera transmisión. En agosto de 2021 un informe desclasificado de la oficina del director de Inteligencia Nacional (ODNI) y del Consejo Nacional de Inteligencia (NIC) resumía las conclusiones: cuatro agencias, junto con el propio NIC, se inclinaban con “baja confianza” por la idea de que los contagios comenzaron por el salto fortuito del virus desde algún animal a los humanos (zoonosis natural).

Otra agencia, que según se supo después era el FBI, favorecía con “confianza moderada” la idea de que el origen fue un accidente de laboratorio, “probablemente en el curso de experimentación, manejo de animales o toma de muestras en el Instituto de Virología de Wuhan”. Lo único que el informe añadía al respecto era que “estos analistas dan peso al carácter inherentemente arriesgado de trabajar con coronavirus”. Por último, tres agencias, entre ellas la CIA y el Departamento de Energía, se abstuvieron por no tener un juicio claro.

Las agencias coinciden en que el virus no fue manipulado ni liberado a propósito

Además de esto, el NIC concluía que “el virus no fue desarrollado como arma biológica”; todas las agencias coincidían en que el virus no fue manipulado genéticamente, excepto dos, que no se pronunciaron. Por último, y fuera cual fuese el origen de la pandemia, había unanimidad en la idea de que el gobierno de China no tuvo conocimiento de todo ello antes del brote inicial.

Baja confianza

Conviene explicar qué significan los niveles de confianza. Las agencias de inteligencia de EEUU añaden a su dictamen el grado de fiabilidad del mismo, simulando lo que es costumbre en todo análisis estadístico. En este caso no hay una metodología cuantitativa, pero sí un criterio estandarizado: una confianza baja significa, según la ODNI, “que la información utilizada en el análisis es escasa, cuestionable, fragmentada, o que de ella no pueden extraerse conclusiones analíticas sólidas, o que la Comunidad de Inteligencia tiene objeciones o problemas significativos con las fuentes de información".

Un nivel moderado es el que tiene información de mayor calidad, pero no la suficiente para asegurar un alto grado de confianza. Así, una tesis que se presenta como la “más probable” lo es porque las demás se consideran relativamente menos probables, pero esto no quiere decir que se evalúe como cierta o ni siquiera muy probable. Al final, las conclusiones extraídas de la información disponible y su nivel de confianza están sujetos a la subjetividad de la interpretación de los analistas, dado que no existe un método científico, sino solo directrices.

Ahora, lo nuevo. Lo que cuenta el WSJ es que la ODNI y el NIC han actualizado el informe de 2021, en el que aparece un cambio: el Departamento de Energía, antes una de las agencias indecisas, se inclina ahora por la versión del accidente de laboratorio, con baja confianza.

El informe está clasificado y solo han tenido acceso a él la Casa Blanca y algunos congresistas, por lo que la información concreta no está disponible para los expertos y científicos. Lo único que se ha mencionado es que esta agencia ha analizado nuevos datos de inteligencia, que al parecer no son los mismos de los que dispone el FBI. Por lo demás, el resto del informe no parece haber cambiado con respecto a 2021. The New York Times (NYT) añadía que el resto de las agencias sí han tenido acceso a los nuevos datos que ha manejado el Departamento de Energía, pero que pese a ello no han modificado sus dictámenes. En la CNN, el asesor de seguridad nacional Jake Sullivan resumía que hay “una variedad de visiones” en la comunidad de inteligencia, y que aún “no hay una respuesta definitiva”.

Cabe destacar que el Departamento de Energía, frente a lo que pudiera parecer, es una voz relevante en la materia. De él dependen 17 grandes laboratorios nacionales, sobre todo orientados a la física y la energía, pero donde también trabajan expertos en biociencias y biotecnología. Sin embargo, no se ha publicado quiénes han participado en el nuevo análisis ni qué datos han estudiado.

Pero, desde luego, conviene subrayar lo que no ha ocurrido: ninguna de las agencias de inteligencia ha apoyado la tesis de que el virus fuera manipulado genéticamente ni mucho menos liberado a propósito, a pesar de que el trumpismo y sectores ultras hayan querido tergiversar la información.

Los científicos apoyan la zoonosis natural

¿Y la reacción de los científicos? Casi nula. Que yo sepa, ninguna de las principales revistas científicas (Nature, Science) ni médicas (The Lancet, New England Journal of Medicine, BMJ) han publicado todavía ningún comentario al respecto. La zoonosis natural se ha mantenido como la hipótesis más favorecida, pero generalmente no se ha descartado por completo la posibilidad de un accidente de laboratorio, dado que fugas de este tipo han ocurrido en el pasado.

Los expertos consultados por algunos medios señalan que es imposible emitir una valoración de los nuevos datos sin tener acceso a ellos. Algunos son más tajantes: en The Guardian la viróloga Angela Rasmussen, que ha investigado el origen de la pandemia, defiende el valor de los estudios científicos rigurosos, revisados por pares, publicados y transparentes frente a informes clasificados con datos ocultos de baja confianza, y niega que existan dudas científicas sobre la zoonosis natural. Agrega que hasta ahora ningún estudio con otra hipótesis alternativa ha conseguido superar una revisión por pares rebatiendo lo ya publicado.

En el mismo diario, el experto en evolución viral David Robertson apunta que la evidencia acumulada sobre la zoonosis natural es mucha y amplia, y juzga que los “vagos rumores sobre nueva información” solo contribuyen a la desinformación. El virólogo Dong-Yan Jin es aún más contundente, calificando la historia del accidente de laboratorio como “ficción” y “ridícula”.

Los "vagos rumores sobre nueva información" solo contribuyen a la desinformación, dice un experto

Pese a todo, algunos expertos mencionan que cualquier nueva información sería bienvenida, pero que es dudoso que a estas alturas surjan nuevos datos relevantes, dada la opacidad y la falta de colaboración del gobierno chino. Y sin revelaciones de impacto, es difícil confiar en que pueda haber nuevos progresos. Los próximos 8 y 9 de marzo la comunidad de inteligencia comparecerá ante el Congreso de EEUU, y es probable que se eleven preguntas sobre esta cuestión, aunque no tanto que se divulgue más de lo ya sabido.

Para terminar, vale la pena comentar el punto de vista del periodista David Wallace-Wells en una columna de opinión en el NYT. El argumento de Wallace-Wells es que, teniendo en cuenta que difícilmente alguna vez habrá una respuesta definitiva, no importa tanto que pueda demostrarse fehacientemente que algún técnico del laboratorio de Wuhan cometió un error para que en adelante actuemos como si esa prueba existiera.

Por poner un ejemplo, sabemos que la casi totalidad de la gente que sube a un avión no pretende hacerlo explotar. La casi totalidad, pero no la totalidad, como demuestran experiencias pasadas. Y es por ello que las medidas de seguridad en los aeropuertos están orientadas al caso extremadamente minoritario. Lo que Wallace-Wells dice es que no tiene por qué impedirse que prosiga el debate en torno al origen de la pandemia, pero que esto no debería ser paralizante. La mera posibilidad de que una fuga haya ocurrido debería ser suficiente para avanzar a otro debate más productivo: “Hagamos todo lo que podamos para garantizar que esto no ocurra en el futuro”.

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