Carmelo Encinas Asesor editorial de '20minutos'
OPINIÓN

Tamames, un tipo feliz

El líder de Vox, Santiago Abascal, y el candidato Ramón Tamames.
El líder de Vox, Santiago Abascal, y el candidato Ramón Tamames.
VOX
El líder de Vox, Santiago Abascal, y el candidato Ramón Tamames.

El día que fui por vez primera a la casa de Ramón Tamames lo recuerdo como si fuera ayer. Yo era un periodista novel y él ya era un economista consagrado al que había estudiado en la facultad de Ciencias de la Información. Su tratado Estructura Económica de España era el texto de lectura obligada que nos abrió las puertas al territorio, para mí ignoto, de las finanzas y el dinero.

La de su domicilio me la abrió cuando se acababa de estrenar como primer teniente de alcalde de Tierno Galván en el Ayuntamiento de Madrid. En la entrada de aquel piso exhibía su bicicleta como un icono de su apuesta por el medio ambiente urbano, todo un adelanto para la época. Él venía de agitar las protestas vecinales contra el centro comercial que el francés Jean Louis Solal –padre del modelo del híper en Europa–, pretendía levantar en la Vaguada del Barrio del Pilar.

Aquella sonada movilización la resolvió Tierno rebajando la edificabilidad, dedicando una parte del solar a parque y centro educativo mientras los franceses contrataban al diseñador César Manrique para que levantara un centro paisajísticamente estético y digerible en la zona con la mayor densidad poblacional de España. La Vaguada sería un éxito político, sociológico y también comercial.

El profesor sabe dónde se mete 
y que su candidatura no tiene 
la menor posibilidad de prosperar

Tamames era concejal del Partido Comunista, formación a la que entonces pertenecía y por la que estuvo unos días encarcelado en Carabanchel. De allí salió sonriente, puño en alto, junto al director de cine Juan Antonio Bardem tras la amnistía de 1976. Pisar aquella cárcel, aunque solo fueran unos pocos días, proporcionaba un plus nada despreciable de pedigrí democrático a cualquier político.

En aquella conversación en su casa hablamos de los asuntos de Madrid en los que estaba muy puesto, pero también de economía y de política pura y dura. Ese día entendí que su pertenencia al PCE era circunstancial, y que había muy poco del llamado socialismo real en los fundamentos ideológicos del profesor. En consecuencia, su posterior evolución política hasta acabar como concejal del CDS –el partido que montó Adolfo Suárez tras la debacle de la UCD–, no me causó mayor extrañeza a pesar de lo abrupto del periplo. El profesor Tamames explicaría años después que abandonó el PCE cuando descubrió que «el capitalismo es un gato de siete vidas que parece aguantarlo todo».

Quienes lo tratamos sabemos que no queda una sola neurona de comunismo en su pensamiento, que ha pasado mucho tiempo desde aquel puño en alto y que, como decía José María de Areilza, ministro de Exteriores del primer Gobierno postfranquista, «solo no evolucionan los del reino mineral». No obstante, de ahí a presentarse como candidato a la Moncloa en una moción de censura de la mano de Vox va un largo trecho.

Esto de Ramón Tamames para la moción de censura fue una ocurrencia de su amigo Sánchez Dragó surgida en una de esas charlas de abueletes marchosos. Parece planteada como un divertimento de nonagenarios y no creo que el profesor se preste a ser el tenor de esta ópera bufa abducido por las tesis ultras de la formación que lo propone y menos aún por el encanto personal de su líder. 

Sabe dónde se mete, y que su candidatura no tiene la menor posibilidad de prosperar, pero no ha resistido la tentación de estar en «el candelabro» mediático y lucirse en el Congreso de los Diputados a su provecta edad. Abascal usa de forma obscena un instrumento democrático para asomar la cabeza y escapar de la atonía que le acecha; a Sánchez ganar esa moción le vendrá al pelo, mientras que Feijóo, que ni saldrá en la foto, nada tiene que ganar. Y Tamames tan feliz.

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