Mariano Gistaín Periodista y escritor
OPINIÓN

La cara IA de Madonna

La cantante Madonna, en los Grammy 2023.
La cantante Madonna, en los Grammy 2023.
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La cantante Madonna, en los Grammy 2023.

Busco ideas por todas partes a ver si encuentro una imagen que sintetice lo que está pasando. Es tan confuso todo y está tan mezclado que no me aclaro. Quizá busco algo que no existe, pasan los días y no encuentro nada. Me acuso de soberbia de especie puesto que en vez de recurrir a la IA me limito a opiniones humanas, siempre alteradas por mis sesgos.

Llevamos tantos años vigilando los sesgos ellos mismos son un sesgo. El único alivio a los sesgos es que al ser tantos podrían colisionar, contradecirse, simplificarse (igual que las agencias secretas de Estados Unidos cuando se ignoran o se contradicen; es algo similar a la imposibilidad de la administración USA para archivar sus innumerables secretos oficiales).

Como todos estuve trasteando con ChatGPT bastantes días, me cansé y ya no he llegado a probar el de Bing, y aunque leo cosas sobre él, no suelta prenda. El eminente Manuel Castells, que accedió a ser ministro, ha incurrido, como tantos otros, en encargarle su propio artículo al ChatGPT, en lo que ya es un género rutinario que inauguró Enrique Dans.

Intento encontrar algo que simbolice este caos que quizá tapa un orden, un patrón, incluyendo los terremotos y los endebles edificios turcos; la invasión omnipresente que ha cumplido un año y cuyo trágico éxito es que impide pensar en cualquier otra cosa; la presunta corrupción a voces del Barça y los árbitros; el caso del diputado del PSOE llamado “mediador” y sus juergas tipo Luis Roldán; los sobornos a parlamentarios de la UE, y, de fondo, la pugna fría/caliente entre China y USA en la que todos somos peones sin sueldo (los imperios son rácanos)... El entrelazamiento cuántico, ya muy demostrado y recreado, y que sigue sonando tan esotérico, casi se puede tocar en la escala newtoniana en la que estamos confinados.

El único icono que podría expresar este sinvivir es la nueva cara de Madonna tal como se presentó en los premios Grammy: una cara que tal vez ya incluye –en su diseño o en su modelado–, algo de IA y la Dama de Elche.

Lo que más impacta de esta nueva imagen de la diva es que parece sintética, de carne digital: Madonna se apareció en los Grammy con ese rostro "puesto", lo que hace suponer, siguiendo la costumbre, que el cambio es solo quirúrgico, pero somos adictos al software, que es todo. Ese choque entre y la evidencia carnal y la impresión de que es una imagen de síntesis es lo más inquietante del nuevo rostro.

Con la velocidad que llevan las ciencias y la tecnología –si es que la distinción aun sirve– y su omnipresencia en la vida diaria podría faltar poco para crear una cara virtual al natural, o sea, lo mismo que hace el software dando vida ilusoria a imágenes y vídeos de famosos, pero en directo, en la realidad.

Supongamos que Madonna en vez de operarse la cara, la materia –los tejidos, músculos, grasa–, llevara delante de su piel una nube de partículas accionadas por un proyector subcutáneo que recrearan, en tiempo real, un rostro en la misma frecuencia de onda que captan el ojo humano o a las cámaras convencionales: sería una cara provisional, virtual. Este truco solo sería evidente para un dispositivo como los que investiga el equipo de Diego Gutiérrez en el Graphics and Imaging Lab de la Universidad de Zaragoza.

O quizá ese laboratorio podría ser el encargado de crear ese engendro: la que podría ser la auténtica cara virtual para lucirla ante los demás y ante las cámaras, o sea, en la realidad (que cada vez es más imaginación, pues ante la sobredosis de quimeras ya no podemos fiarnos de nada).

Madonna se ha tuneado con naturalidad y mensaje, ella es la encarnación de ese meme que luego ha resultado tan fecundo: la reinvención, el reinventarse. Sabiendo que no da puntada sin hilo, que cada gesto responde a un contenido y a una constelación de conceptos, el nuevo rostro de Madonna debe de significar algo: es un mensaje al mundo, y así lo han visto algunos ensayos veloces que vindican sus nuevos rasgos en torno al feminismo, la LGTB, el empoderamiento y la libertad.

Pero solo Warhol podría entender o descifrar esta mutación. Madonna se ha hecho una cara difícil de mirar, quizá porque contiene muchas imágenes superpuestas y luego simplificadas. Si la IA de Google es capaz de predecir el plegado de proteínas, qué no podrá hacer con un rostro.

Sin duda la nueva cara de Madonna tiene algo de Putin: un Putin lustroso, reluciente, turgente, con piel de bebé que es una matrioska. Y es una cara oriental, asiática. Madonna se ha deificado otra vez: como cuando entronizó el crucifijo, pero lo ha hecho tan bien que nadie puede resistir su mirada, ya se sabe que nadie puede mirar el rostro de dios cara a cara.

Rihanna se subió a una chapa volante sobre un estadio y ya se ha quedado en elcielo del estadio. Pero el rotundo careto de Madonna permanece sin descifrar. Es un ídolo azteca oriental, una eslava nativa de oriente, una buda, una lama, una diosa etrusca indescriptible.

Madonna ha reaparecido en 20minutos por el deceso de su hermano, que en paz descanse, y el recuerdo o la revelación, siempre inoportuna, de que su hermano era mortal altera o perturba todavía más la cirugía –sea de carne o de software– de la diva renacida, pues cada familiar que perece corre la fila, aunque esta certeza podría ser rectificada también por la ciencia, al menos para los ansiosos billonarios que, por serlo tanto, no se resignan a ese fin de fiesta e invierten para postergarla y anularla.

El día que salió el nuevo rostro de Madonna se paró el mundo, se congeló la historia. No en el sentido de aquella tesis tan simple del fin de la historia, sino en el sinsentido del mundo actual, que es un bloqueo: materialismo que solo reconoce la física cuántica para crear misiles, materialismo que no da más de sí o que solo trae problemas y agobios e imposibilidad de ver alternativas. La cara de síntesis de Madonna, que contiene a la princesa Leia en otra talla, lleva el estupor ante el imperio de las máquinas, el horror de la guerra y la esperanza de la concordia universal.

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