Entrevista

David Jiménez Torres: "Sobrevaloramos la influencia de los intelectuales"

El profesor y escritor David Jiménez Torres.
El profesor y escritor David Jiménez Torres.
CEDIDA
El profesor y escritor David Jiménez Torres.

¿Qué es ser un intelectual? El escritor David Jiménez Torres se hace esta pregunta en La palabra ambigua (Taurus), un ensayo donde analiza este término huidizo y repasa el papel que los intelectuales han tenido en España en los últimos 130 años.

¿Por qué 'intelectual' es, como menciona en el título de su libro a raíz de una reflexión de Ortega y Gasset, una palabra ambigua?
No sé si puedo explicar el porqué, pero sí puedo decir que es así. En el libro voy recogiendo que ni en los años 10 ni en los 40 se sabe bien qué significa esta palabra. Nunca hemos sabido si se trataba de una categoría sociológica o si tenía que ver con el nivel de formación o de trabajo que hacías. O si, en cambio, definía una vocación vital o de interés por la cultura, si era para autores famosos cuyos trabajos literarios o filosóficos trataban cuestiones de interés público en los medios... Nunca hemos despejado del todo esta ambigüedad, pero vemos que, aun así, se ha hablado mucho de los intelectuales. Esta comparación me interesa, y la hago con el monstruo del lago Ness. Todos hemos hablado de él, pero seguimos sin saber muy bien qué hay en ese lago. 

¿David Jiménez se considera un intelectual?
Nunca he pensado en mí mismo como un intelectual, aunque tengo muy claro qué es lo que hago: escribo libros, soy profesor de Universidad y columnista. Es verdad que históricamente la gente ha sido muy reacia a llamarse a sí misma intelectual. De hecho, es una palabra que usamos para hablar de otras personas, nunca de nosotros mismos. Entonces, casi me dan ganas de llevar la contraria, de una forma hasta contracultural, y decir: 'sí, soy un intelectual, ¿qué pasa?'.

El ensayo está comprendido entre los años 1889 y 2019. Es una línea temporal muy concreta…El primer uso de la palabra intelectual como sustantivo en español lo encontré en un periódico del ejército en 1889, y fue, precisamente, para criticar a los intelectuales. Es interesante que el discurso antiintelectual sea tan antiguo como la palabra misma. Por otro lado, digamos que llevo trabajando bastante tiempo en este proyecto, y acabar antes del comienzo de la pandemia me parecía interesante.

Menciona el antiintelectualismo. ¿Por qué las dictaduras de Primo de Rivera y Francisco Franco siempre odiaron a los intelectuales?
Por varias razones. Con los intelectuales se hace mucho lo de tomar la parte por el todo. Si hay una persona que no te gusta y es alguien a quien se refieren como intelectual, en lugar de criticarla a ella, criticas a los intelectuales en general. Primo de Rivera no solo anima a Unamuno a exiliarse, sino que llama a escribir contra los intelectuales porque, de nuevo, son de las pocas figuras que alzan la voz o que critican la Dictadura. Hago la comparación del discurso antiintelectual con el antisemita. Son parecidos en el sentido de que, en realidad, el discurso antisemita no dice nada sobre los judíos, sino más bien de la gente que lo pronuncia. El discurso antintelectual dice de los miedos, las ansiedades y las paranoias de quienes hablan sobre los intelectuales.

Y eso que también había intelectuales afines a las dictaduras.Esto es interesante. En los primeros años, hubo muchos pensadores y escritores a los que no les parecía mal que se hubiera acabado con el turnismo de la Restauración. Buena parte de lo que el discurso del Franquismo crea sobre la Segunda República es que a esta se llegó, en parte, por culpa de los intelectuales, porque ellos manipularon a las masas, las descarriaron y las animaron a abrazar un régimen que, según los ideólogos del Franquismo, era contrario a la esencia de la nación española. Cuando se hablaba de esa parte dañina que había desviado al pueblo español, se refería a grupos muy concretos: Azaña, Ortega, Pérez de Ayala, Negrín y, en general, a toda la gente que había estado vinculada a la Institución Libre de Enseñanza. No hablaba de los escritores, profesores o ensayistas que habían acabado en Falange española o en el grupo de la revista Acción Española.

Se temía al poder de su palabra, pero, ¿realmente eran tan influyentes? El texto de Ortega y Gasset en el periódico El Sol, El error Berenguer, tuvo una repercusión enorme, pero no fue lo que consiguió la República.
Creo que sobrevaloramos la influencia que tuvieron los intelectuales en esos primeros 30 años del siglo XX y el artículo de Ortega. Digamos que era más importante el trabajo de los sindicatos, pero hay errores de perspectiva en cómo miramos los acontecimientos pasados. En parte, porque las obras de los intelectuales perduran y porque creemos que si en el pasado un intelectual firmaba un manifiesto contra el Gobierno, el Gobierno caía. Es importante recordarle a la gente que eso nunca ha pasado, ni aquí ni en ningún lugar del mundo. Los intelectuales siempre han tenido una influencia, pero no toda la influencia. 

¿Qué papel cumplieron durante la Transición?
Es bastante interesante su influencia durante este periodo, porque se les concede gran importancia, pero al mismo tiempo hay mucha ansiedad porque se cree que, al llegar la Democracia, el intelectual se va a quedar realmente sin el papel que ha ejercido hasta el momento. En la Dictadura, cuando no había elecciones libres, se decía que los intelectuales podían dar voz a los sin voz, ya que ejercían la labor de pronunciarse en nombre de los que no podían hacerlo. Pero una vez los ciudadanos pueden votar a los políticos, el papel de representación del intelectual se queda obsoleto, y hay mucha ansiedad por si este va a estar sobrepasado y sin un papel social que desempeñar. También hay muchas dudas sobre si deben entrar en los partidos políticos o mantenerse al margen del poder.

¿Se podría considerar intelectuales a nuestros políticos?Esto sería remitir de nuevo a la palabra ambigua. Una de las maneras de entenderla es por su influencia social en los debates. Pero es que antes, en la sociedad, muy poca gente tenía estudios universitarios. Ahí, el sentido sociológico de la palabra tenía mucho sentido, porque había altos niveles de analfabetismo. Pero en los 60 se masifica el acceso a la educación superior y todo se desdibuja un poco más. La sociedad española deja de ser una sociedad agraria y pasa a ser una sociedad del sector servicios. La discriminación entre el trabajo intelectual y manual deja de tener cierto sentido. Savater tiene un artículo en el que dice algo así como que hoy en día ser intelectual no tiene ningún mérito, y que lo realmente difícil es ser lo contrario.

Recuerda un poco a esa cita que recoge en el libro de la película Amanece que no es poco: "Yo es que he pensado que a mí también me interesa ser intelectual. Como no tengo nada que perder…".Te tengo que decir que una de las razones por las que decidí escribir este libro era que quería meter esta cita. Me parece muy simpática. Me gusta porque demuestra que las conversaciones con los intelectuales muchas veces quedan en un absurdo: ¿por qué unos lo son y otros no? Realmente, cuando hablamos de un verdadero intelectual nos estamos refiriendo a alguien que nos gusta, y cuando lo hacemos de un falso intelectual nos referimos a alguien que dice cosas que no apoyamos. Y claro, al final ahí vemos realmente discusiones verdaderamente arbitrarias. Se ofrecen definiciones de esta palabra en base a lo que uno cree que es valioso. Pero no son definiciones de diccionario.

Vamos, que un intelectual nunca lo será para todo el mundo...
Ni nunca lo fue. El propio Primo de Rivera se refería a Unamuno y a Ortega como pseudointelectuales. Nunca ha habido una figura que sea universalmente querida.

Una muestra más de que todo es político, ¿no?Efectivamente. Muchas veces, la crítica a los intelectuales ha sido una manera de deslegitimar algunas ideas concretas. Cuando en el anarquismo en los años 30 se escribe contra los intelectuales, se hace para deslegitimar el proyecto de lo que ellos llaman los intelectuales burgueses. Muchas veces el intelectual ha sido utilizado como el chivo expiatorio en todos los sectores ideológicos. Es una especie de monigote al que puedes criticar, porque no sabes muy buen nunca a qué hace referencia. 

¿Por qué a los hombres intelectuales siempre se los ha afeminado y a las mujeres intelectuales se las ha considerado poco femeninas?Cuando aparece la figura del intelectual, me interesa cómo se entrecruza con las ideas de la época sobre la masculinidad y la feminidad. Y vemos esta paradoja que comentas. Por un lado, se da a entender que el intelectual es varón, y si este no acompaña a las ideas de los que lo critican, se dice que es afeminado: no es un hombre de verdad ni prioriza la acción. Y, por otro lado, se habla también bastante de las mujeres intelectuales, aunque aquí lo que sucede es que, en un sentido negativo, se dice que son poco femeninas. Se supone que han salido del espacio doméstico y han entrado a los espacios públicos, donde están los hombres. Se habla mucho de las sufragistas y se dice que adquieren rasgos masculinos por entrar en esta esfera. Es una situación totalmente esquizofrénica. De repente, aparece una especie de ser sin género, andrógino, que siempre se desvía de la normalidad, de lo que debería ser un hombre y una mujer.

¿Dejaremos de hablar en algún momento del intelectual o queda debate para rato?Siempre hago la comparación con la palabra ‘Dios’. Todos conocemos ese concepto, pero sabemos que hay formas distintas de entenderlo. ¿Hace referencia a algo que realmente exista? La humanidad lleva décadas hablando de ello. Los intelectuales no estarían al mismo nivel, pero si hablamos de ellos es porque sentimos que son importantes, sean quienes sean. A lo mejor, dentro de 40 años echamos la vista atrás y nos es fácil identificar que en nuestra época había intelectuales influyentes. Es más fácil verlos en el retrovisor que en el propio instante.

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