Diego Carcedo Periodista
OPINIÓN

Medicinas con cuentagotas

Imagen de archivo del exterior de una farmacia de Madrid.
Imagen de archivo del exterior de una farmacia de Madrid.
ARCHIVO
Imagen de archivo del exterior de una farmacia de Madrid.

La situación es como sigue: la salud es lo primero, eso lo sabemos todos, y para conservarla dependemos de los médicos y para recuperarla, cuando se enferma, hay que recurrir a los medicamentos. Pero, como nadie podría imaginar, a estas alturas del siglo XXI, los medicamentos escasean en toda Europa como no había ocurrido en mucho tiempo, y los tratamientos se complican.

Hay quien piensa que es por la guerra, pero en esta ocasión no es cierto. Las medicinas escasean –muchas veces faltan– por algo tan sencillo como es la especulación. Los grandes laboratorios, que aspiran a ganar más y pagar menos, han huido de Europa para instalarse en países como China e India donde los sueldos de los trabajadores son infinitamente más bajos y los precios más competitivos.

Pero no todo es tan sencillo como se cuenta: en estos países algunas veces faltan materias primas para elaborar los componentes y hasta para envasarlos. En China, por ejemplo, no pueden suministrar a los mercados del medicamento todo lo que demandan porque les falta aluminio para fabricar los blísters necesarios para proteger las cápsulas o cualquier otro tipo de comprimidos.

El desabastecimiento preocupa de manera especial a los farmacéuticos que tienen que afrontar a diario el duro trance de no poder atender las recetas por muy urgentes y apremiantes que sean. Su profesionalidad les obliga a buscar supletorios de la misma molécula, a elaborar composiciones alternativas en su laboratorio e implorar a las distribuidoras que les proporcionen algunas unidades con urgencia.

Algo que tampoco las grandes distribuidoras pueden atender. Por las mañanas, cuando abren sus puertas las farmacias, sus titulares empiezan por teclear en los ordenadores provisiones de determinados productos en una carrera por adelantarse en el reparto que las distribuidoras tienen que hacer. El problema afecta a todo tipo de enfermos, pero con todo, los más preocupantes son los niños, cuyos específicos son más difíciles de sustituir.

La cuestión es de la alta política que ha privilegiado los intereses de los laboratorios a cambio de complicar su curación a los ciudadanos. Las críticas mejor fundamentadas acusan a la Unión Europea –que no ha hecho las previsiones necesarias para evitar que los grandes consorcios de los medicamentos abandonen el territorio de los veintisiete– de dejar la salud expuesta a la coyuntura de los mercados, de la política internacional y el interés de terceros.

Mostrar comentarios

Códigos Descuento