OPINIÓN

Nuevos peligros

Imagen microscópica del virus de Marburgo.
Imagen microscópica del virus de Marburgo.
CDC / WIKIPEDIA
Imagen microscópica del virus de Marburgo.

Han desaparecido las mascarillas en los medios de transporte, pero en algún lugar la siguiente zoonosis se prepara: podría ser la escena final de una mala película de catástrofes, en la que la familia, salvada a duras penas del último peligro, se descubre la cara mientras el plano cambia a un murciélago muerto que alguien barre en Ghana o en Guinea Ecuatorial y es el inicio de la enfermedad hemorrágica que causa el virus de Marburgo.

Exactamente eso, de una manera menos pomposa, mucho más real, ha ocurrido durante las dos últimas semanas, mientras la gripe aviar se cuela a través de las gaviotas en Galicia y la viruela ovina ha causado estragos entre la cabaña ganadera conquense. La primera enfermedad no conoce cura, ni hay vacuna ni tratamiento, tan solo la hidratación y la espera de que la genética o la suerte salve la vida humana. Las dos últimas se mantienen, hasta ahora, dentro de sus propias especies; la posibilidad de que den el salto a la nuestra es algo que ni siquiera deseamos plantearnos, y que genera tal ansiedad que quizás plantearlo sin contexto, sin un análisis detallado, no sea la mejor de las ideas. Pero uno de los problemas de la anterior pandemia, aquel al que podemos aferrarnos, fue el de la mala comunicación, la opacidad con la que se manejó qué y cómo era. Nunca habrá una buena manera de dar malas noticias.

Pero uno de los problemas de la anterior pandemia, aquel al que podemos aferrarnos, fue el de la mala comunicación

Han desaparecido las mascarillas, y el debate sobre la ley de bienestar animal continúa: los nuevos peligros continuarán llegando, de manera directa, derivados de la manera en la que destrozamos hábitats, caldeamos mares y convivimos con especies salvajes. Y desmantelamos con primor la sanidad pública. Pero nuestra mente no parece ser capaz, ni lo desea, de afrontar los problemas en su inmensidad, en su complejidad. Nos falta siempre la última escena de la película.

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