
Una matrioska es una muñeca de madera bellamente decorada que contiene en su interior réplicas de tamaño decreciente, cada una de ellas permite alojar en su interior a la siguiente hasta llegar a la última, muy pequeña y, a diferencia de las anteriores, maciza. Tomando esa imagen icónica, decía sir Winston Churchill: "No puedo adelantarle las acciones de Rusia. Es un acertijo, envuelto en un misterio, dentro de un enigma, pero quizá haya una clave. La clave es el interés nacional de Rusia". La frase sigue teniendo la misma validez que hace 84 años, nadie sabe qué quiere realmente Rusia, aunque sí podemos adelantar algo acerca de su interés nacional, o lo que cree el presidente Putin que es ese interés nacional, que, no nos engañemos, comparte una parte considerable de la ciudadanía rusa.
Detrás de toda la guerra de la información que vivimos y de los relatos que se crean y sostienen para dar coherencia y proyección a los intereses de cada uno de los actores, subyace un principio existencial, para la Federación rusa la garantía de respeto, supervivencia y preeminencia en el concierto internacional -que cree en serio peligro- y para Ucrania, la definitiva e irreversible separación de todas las Rusias -pasadas, presentes y futuras- y su giro hacia la Europa económica, política y de seguridad compartida. Difícil empeño, me temo, en los dos casos. La geopolítica es inexorable, el día después a que termine o se detenga esta guerra, seguirá habiendo países con fronteras, historia, intereses y futuro que habrá que poder acomodar a una realidad bien diferente pero muy presente.
Estoy convencido de que hay que ayudar a Ucrania a recuperar su integridad territorial y terminar este conflicto en las mejores condiciones, colaborar en su reconstrucción y facilitarle una relación estable con la Unión Europea, siendo conscientes de que no todo lo deseable es en ocasiones posible en primera instancia. Simultáneamente, hay que impulsar todas las posibles vías de negociación -abiertas o discretas- para alcanzar lo antes posible una situación de alto el fuego y detener la pérdida de vidas humanas y la destrucción que se está produciendo. Para terminar las guerras se necesitan estadistas con visión de futuro para establecer las condiciones de paz que sean asumibles, que reflejen la justicia de los resultados, que eviten los agravios enquistados y que permitan construir un futuro viable para todos sin excepción. Lo contrario es el germen de la siguiente guerra y una traición a la humanidad entera.
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