El uso de los signos de interrogación (¿?) y exclamación (¡!) dobles en español tiene sus raíces en la escritura medieval. Durante la Edad Media, los escritores utilizaban una variedad de notaciones para indicar las preguntas y las exclamaciones en sus obras. A menudo, utilizaban una marca llamada "punctus interrogativus" (punto de interrogación) para indicar una pregunta, y una marca similar llamada "punctus admirativus" (punto de admiración) para indicar una exclamación.

Con el tiempo, estas marcas (se colocaban en la línea de escritura, justo encima de la palabra a la que se referían) evolucionaron para convertirse en los signos de interrogación y admiración que conocemos hoy en día, convirtiéndose en un estándar en la escritura española.

En el latín medieval, se utilizaba un signo de interrogación simple (?) para indicar una pregunta. Sin embargo, a medida que las lenguas vernáculas evolucionaron, en nuestra lengua se comenzó a utilizar el signo de interrogación para marcar el inicio de una pregunta (¿) y el signo (anteriormente llamado de admiración) para marcar el inicio de una exclamación (¡).

Fue a partir de 1754, con la publicación de la segunda edición de la "Ortografía de la Real Academia de la Lengua" cuando se llegó a la conclusión de que en algunos supuestos no era suficiente con el signo de interrogación de cierre (especialmente cuando se trataba de preguntas en frases largas), decidiéndose sobre la conveniencia de incluir también el signo en la apertura. Pero, esta norma inicialmente no se estuvo utilizando para oraciones cortas, hasta que los académicos, en 1870, indicaron la obligación de iniciar todas las preguntas (a excepción de las retóricas) con un signo de interrogación.

El signo de exclamación de apertura (llamado inicialmente “signo de admiración”) tardaría algunos años más en aplicarse oficialmente (a partir de la publicación de la edición de 1884 del Diccionario académico), aunque desde hacía poco más de un siglo ya llevaba utilizándose en las oraciones largas.