Así es Abigail Johnson, la inversora y empresaria más influyente del mundo

La inversora Abigail Johnson, en mayo de 2022.
La inversora Abigail Johnson, en mayo de 2022.
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La inversora Abigail Johnson, en mayo de 2022.

No es ni remotamente tan conocida como sus homólogos masculinos. La figura del empresario o financiero que triunfa tantísimo que es invitado y aparece en todas las fiestas y convenciones no solo de su sector, sino casi de cualquiera que tenga que ver con las altas esferas. Y que copan titulares por sus ejercicios filantrópicos, sus extravagancias, sus divorcios con muchos ceros tras el símbolo del dólar. Pero entre los Jeff Bezos, Bill Gates y Elon Musk también están el nombre y el rostro de Abigail Abby Johnson, quizá, hoy por hoy, la inversora más influyente del mundo.

A finales del 2022, Johnson ocupó el quinto puesto en la lista de la revista Forbes de las 100 mujeres más poderosas del planeta, solo por debajo de la presidenta de la Comisión Europea Ursula von der Leyen, la presidenta del Banco Central Europeo Christine Lagarde, la vicepresidenta de Estados Unidos Kamala Harris y la presidenta ejecutiva de General Motors Mary Barra. Y, como han señalado y explicado desde Vanitatis, estos días su aparentemente apacible vida en Boston vivía otro punto álgido gracias al envío de tanques Leopard a Ucrania.

¿Y cómo llega Abby, de 61 años, a que esa decisión político-militar le haga ganar cientos de miles de dólares? Para ello hay que remontarse a su abuelo, Edward C. Johnson Jr., quien no desea trabajar en los grandes almacenes en los que trabajaba su padre, los famosos C.F. Hovey, y junto a varios socios funda justo tras el final de la Segunda Guerra Mundial, en 1946, Fidelity Management & Research Company, con la idea de generar riqueza cuidando y haciendo crecer la inversión de sus clientes. Como recuerdan desde el citado portal, una vez dijo: "Una empresa como la nuestra nunca debería ganar demasiado dinero".

Y entonces, en 1972, tomó las riendas su hijo, Ned Johnson, quien falleció el año pasado siendo todavía esa clase de millonario que nunca quiere salir en los periódicos, bajo ninguna circunstancia. Se había graduado en Harvard y empezado como analista dentro de la empresa, pero se le sumó a ser hijo de quien era un increíble don para los negocios en el marco capitalista que muy pronto le auspiciaron al trono de la compañía, la cual llevó poco a poco a ser lo que es hoy: toda una institución en el sector.

De sus tres hijos, casi como si de la serie Succession se tratase, la mayor, Abby, era quien estaba más interesada en el negocio desde que era joven, siendo Elizabeth, Beth, ajena al entramado familiar y el pequeño, Edward IV, presidente de Pembroke Real Estate, una de las filiales de Fidelity. En Vanitatis recogen unas declaraciones en las que Abby confesaba: "Recuerdo ir a la sala de operaciones y quedar cautivada por la energía, por la emoción".

Su propio camino

Teniendo claro prácticamente desde ese momento que heredería la empresa, Abby Johnson decidió marcarse los mismos puntos que habían llevado a su padre al Olimpo empresarial. Para ello dejó la residencia familiar (bastante más modesta de lo que se presupondría: un chalé adosado de tres plantas en el vecindario de Beacon Hill de la capital de Massachusetts) y fue a la universidad a estudiar Historia del Arte, algo que le tocaba de cerca, pues su padre tenía una colección artística valorada en alrededor de 40 millones de dólares.

Entraría en la empresa -desde abajo, también como analista- en 1988, el año de su boda. Y es que antes había trabajado como consultora en la compañía Booz Allen Hamilton, de Nueva York, donde conoció a su futuro marido, Christopher McKown. A pesar del gusto genealógico por la privacidad, la ceremonia salió publicada en The New York Times.

No por nada en uno de los perfiles más exhaustivos que se han hecho sobre ella, en el Boston Magazine, que comienza explicando las únicas opciones que hay de haber escuchado la voz de Abby Johnson en directo, se hace hincapié en cómo ha optado por dirigir su empresa intentando siempre ser "el modelo a seguir" y, si le faltaba ese instinto que sí poseía su padre, lo solventaba y compensaba con más trabajo. "No quería tener los típicos privilegios por ser 'la hija de', sino buscaba visitar 300 empresas [para que invirtiesen], como el resto de nosotros", declaró entonces un excompañero.

Finalmente en 2016 asumió la presidencia -la primera persona no llamada Edward en hacerlo- y prácticamente desde ese año aparece en la lista Forbes. Madre de dos hijas, Julia y Eliza, aseguran que realiza varios voluntariados pero nunca delante de las cámaras.

Asimismo, implementó en la empresa justo después del nacimiento del movimiento #MeToo, en 2017, varias medidas contra el acoso sexual y a favor de la igualdad, si bien se ha llegado a decir que lo hizo porque sabe que las nuevas generaciones -y, por tanto, nuevos potenciales inversores- tienen mayor sensibilidad con este tema.

Por último, resaltar que ha adoptado una política innovadora e, incluso, arriesgada para Fidelity, pues ha apostado por las criptomonedas o tiene una inversión en Rheinmetall, la fabricante alemana de los tanques Leopard enviados a Ucrania y empresa que en cuanto se anunció que llegarían sus tanques al país en guerra con Rusia subió un 3% en bolsa, alcanzando un máximo histórico desde su salida. Solo esto ya le hará aparecer el próximo mes de diciembre, nuevamente, en la lista Forbes, revista que ha valorado su patrimonio personal en 22.000 millones de dólares.

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