La universidad debería ser un espacio de debate, de intercambio de opiniones e ideas, de discrepancia con respeto y el lugar donde la razón primara sobre la violencia. Desgraciadamente lo que ocurrió el día en el que Isabel Díaz Ayuso recogió el reconocimiento como 'alumna ilustre' de la Facultad de Ciencias de la Información de la Complutense representa todo lo contrario. Es extremadamente triste y, por supuesto, grave ver a jóvenes gritar llenos de odio exabruptos como «asesina» o «Ayuso fascista estás en nuestra lista», mientras intentaban impedir por la fuerza que Ayuso accediera a la facultad.
La izquierda y la extrema izquierda piensan que la universidad es suya, que les pertenece y, por ello, la tratan como su refugio en el que señalar y llamar a las barricadas cuando consideren. Lo hemos visto con la presidenta de la Comunidad de Madrid, pero desgraciadamente también con Cayetana Álvarez de Toledo o Rosa Díez, entre otros. Y no solo amenazan y acosan a políticos que no piensan como ellos, también lo sufren a diario organizaciones como S’ha Acabat, Libertad sin ira y otras tantas que sueñan con conseguir una universidad de todos y para todos.
Lo más grave de todo esto es ver al ministro de Universidades o al líder de los socialistas madrileños, el señor Lobato, justificar la violencia contra la presidenta Ayuso, insinuando que iba provocando o, aún peor, que se lo merecía. Y es que, desgraciadamente, ese es el verdadero rostro de la izquierda en nuestro país. Una izquierda incapaz de distinguir lo que es verdaderamente la violencia en la política y, peor aún, justificarla. La deriva hacia la extrema izquierda iniciada por Sánchez ha inundado a los socialistas a todos los niveles, impidiéndoles así ponerse al lado de los demócratas y justificar a los totalitarios.
Aun así, frente a sus gritos, a su odio, frente a su señalamiento, seguiremos defendiendo la democracia y la libertad más que nunca. En Fuenlabrada, en la Complutense, en todo Madrid y donde haga falta.
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