El príncipe Andrés, una turbia vida de realeza manchada por un escándalo de explotación sexual y tráfico de menores

El príncipe Andrés, duque de York, en julio de 2019.
El príncipe Andrés, duque de York.
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El príncipe Andrés, duque de York, en julio de 2019.

Su hermano ha sido incluso más contundente que su madre: el rey Carlos III de Inglaterra ha expulsado al príncipe Andrés, duque de York, del Palacio de Buckingham. Al nuevo monarca no le tiembla la mano a la hora de dejar claro que la corona está por encima de los nombres de la familia real británica y no quiere permitir que los escándalos del tercer hijo de Isabel II, de quien recientemente se sabía que quería reabrir su caso contra Virginia Guiffre, afecten a su mandato.

Pero empecemos por el principio. El príncipe Andrés es el segundo hijo varón de la reina y el duque de Edimburgo, detrás del actual rey y de la princesa Ana, y nació hace casi 63 años, en febrero de 1960. Octavo en la línea de sucesión al trono a día de hoy, se alistó recién cumplida la mayoría de edad en la Marina Real británica, donde ya se le puso un mote que funciona como preámbulo de lo que llegaría años después: 'Andresito el cachondo'.

Tras servir en el portaaviones HMS Invincible durante la Guerra de las Malvinas y ascender hasta el título de comandante, se retiró del ejército en 2001 (dos décadas después de alistarse), siendo desde entonces un embajador de la casa real por todo el mundo, representando y ejerciendo como príncipe en diversos compromisos oficiales.

Antes, en 1986, el 23 de julio, se había casado con Sarah Ferguson en la Abadía de Westminster, pasando, entonces sí, ambos a la categoría de duques de York. Las filias sexuales de ambos ocuparon durante largo tiempo la prensa: de la macabra y siniestra colección de peluches de él a las fotografías de Fergie con un millonario de Texas chupándole los pies, que acabaría con ella fuera de La Firma en 1992. En ese tiempo tuvieron dos hijas, Beatriz y Eugenia, en 1988 y 1990, respectivamente.

Oficialmente divorciados en 1996, ambos han mantenido una relación muy cercana y duradera de amistad, por lo que no sorprendió tanto que, una vez llegó el escándalo por pedofilia del duque de York, este no tardara en ser visto al lado de su exesposa en sus refugios españoles: primero en Málaga y luego en un complejo residencial de Sotogrande, en San Roque, Cádiz.

La explotación sexual

El terreno más pantanoso de la vida del duque de York. Los medios las llamaron 'las casas de los horrores' o 'las casas de la depravación'. En ella, aparecía el príncipe Andrés asomándose por la puerta para despedir a una joven. Ese fue el hilo del que tiró The Guardian y que vinculó, en enero de 2015, al príncipe con el caso de tráfico de menores y explotación sexual de Jeffrey Epstein y Ghislaine Maxwell.

Virginia Roberts [su apellido de soltera, hoy en día es Giuffre], una mujer estadounidense, denunció que fue obligada por el banquero estadounidense a mantener relaciones sexuales, en "repetidas ocasiones" y sin su consentimiento, con el duque de York entre 1999 y 2002, cuando aún era menor de edad, en las casas que el magnate poseía en Nueva York, Florida, Nuevo México y en las Islas Vírgenes y para las que solía fletar un avión, llamado el Lolita Express, con personalidades importantes en su interior.

Epstein y Maxwell eran amigos personales del príncipe Andrés, si bien se ha sabido que le consideraban un "tonto útil". Tras reconocer su culpabilidad, el magnate fue condenado en 2008 a un año y medio de prisión por prostitución de menores y Virginia alegó en los tribunales de Florida que Epstein le presentaba como "esclava sexual" ante sus "ricas y poderosas" amistades.

Además, añadía, no fue la única, sino que estarían haciendo lo mismo con docenas de chicas a cambio de dinero (por el príncipe Andrés cobró unos 15.000 dólares) y, para intentar corroborarlo, divulgó una fotografía en la que el duque de York le pasaba la mano por la cintura.

Desde el palacio de Buckingham se tildó de "categóricamente falsa" la denuncia interpuesta por Roberts y, en abril, el juez estadounidense encargado del caso, Kenneth Marra, desestimó tomar en consideración las acusaciones contra el tercer hijo de la reina Isabel II de Inglaterra: consideró que los "detalles escabrosos" que relataba Virginia Roberts eran, literalmente, "innecesarios" para poder tomar una decisión.

Los nuevos juicios

En libertad, el príncipe Andrés, aunque seguía siendo el peor considerado de toda la familia real en todas las encuestas -aún lo es-, continuó con su vida... hasta agosto de 2019, en el que el escándalo de la pederastia y la prostitución de menores en el que estaba involucrado volvió a salir a colación, con más fuerza que nunca.

Aquel 10 de agosto, Jeffrey Epstein, con 66 años, aparecía muerto en su celda de una cárcel de Nueva York. Según el informe oficial, se había quitado la vida. Su entrada en prisión era preventiva, a la espera de volver a ser juzgado por nuevas acusaciones de explotación sexual. Las teorías aseguraban que había sido asesinado dados los nombres que aparecían en su agenda y que luego sacaría a la luz en su juicio Ghislaine: Bill Clinton, Donald Trump, Chris Tucker, Kevin Spacey, el fundador de Victoria's Secret, Les Wexner, o el astronauta John Glenn.

Las nuevas acusaciones contra Epstein correspondían al período entre 2002 y 2005, donde el multimillonario habría sido el cabecilla de una "vasta red" de prostitución infantil, usando sus casas de Manhattan y Florida. Entre las amistades poderosas que se habrían aprovechado de su tráfico sexual estaba de nuevo el príncipe Andrés y, en la demanda, Virginia Giuffre.

A pesar de que desde Buckingham Palace se asegura que el príncipe está "horrorizado", decide dar una entrevista en la BBC que acabaría siendo como cavar su propia tumba: admitió conocer a Virginia, haberse quedado en 'la casa de los horrores' y no arrepentirse de su amistad con Epstein, si bien negaba "categóricamente" cualquiera de las acusaciones.

La opinión pública se volcó contra él, más aún cuando salió a la luz su relación con otro empresario acusado de tráfico sexual de menores, el canadiense Peter Nygard. No ayudó, por supuesto, su negativa a colaborar con la justicia por el caso Epstein ni que Virginia Giuffre también concediera entrevistas donde iba detallando lo sucedido en esas casas y denunciara que había recibido amenazas de muerte.

Finalmente, su propia madre tomaría la decisión de apartar a su hijo de la familia real británica: le quitó no solo todos sus títulos, sino que también le retiró de igual manera sus redes sociales y hasta la prueba de hípica que llevaba su nombre. Al príncipe Andrés no le quedaba otra que llegar a un acuerdo con Virginia Giuffre14 millones de euros -que provienen del dinero de la reina-, renegar de Epstein, mostrar su arrepentimiento... Y todo por no llegar a juicio.

Con esta decisión, Virginia no solo se había llevado la millonaria indemnización, sino también el reconocimiento público del daño causado. Y, aunque el príncipe Andrés no pise la cárcel, nada ni nadie podía evitar que todo el mundo, en especial los británicos -y sobre todo su propio hermano, Carlos III, como ha demostrado con su última decisión- relacionen al duque de York con esta polémica.

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