Juan Luis Saldaña Periodista y escritor
OPINIÓN

El desafío de no ser una franquicia

Sánchez interviene en el Foro Económico Mundial en Davos, Suiza
Sánchez interviene en el Foro Económico Mundial en Davos, Suiza
Europa Press
Sánchez interviene en el Foro Económico Mundial en Davos, Suiza

El famoso grupo de humor argentino Les Luthiers ha anunciado su disolución definitiva. Va a hacer una gira durante este año y, cuando termine, dejará el trabajo para siempre. El grupo tuvo muchos integrantes diferentes a lo largo de su historia, aunque se consolidó desde mitad de los años setenta hasta el final del siglo veinte con una formación de cinco miembros. El fallecimiento de Daniel Rabinovich y Marcos Mundstock hizo que entraran personas nuevas y, actualmente, tras diversos cambios, solo quedan dos miembros originales.

Carlos López Puccio y Jorge Maronna son los dos Luthiers históricos que siguen al pie del cañón. Ellos son los que han anunciado el final de la aventura. Aunque es triste, muchos seguidores agradecen que Les Luthiers no se conviertan en una franquicia, que no quede nadie de la formación original y el proyecto siga en marcha. Esta decisión, aunque es dura, engrandece al grupo y lo deja en un olimpo merecido al que siempre se puede acudir para revivir grandes momentos y obtener inspiración.

Los diferentes partidos y sus líderes tienen también algo de franquicia de los grandes foros donde se concentra el poder.

Más allá de la moda, la comida y otros menesteres que tienen, quizá, más sentido, la franquicia cultural nos persigue. La fiebre por los musicales en los que siempre pasa lo mismo o la pleitesía ridícula al Circo del Sol son dos ejemplos claros de refritos del mundo del espectáculo en los que la marca de la franquicia es más poderosa que el nombre y el mensaje del artista.

Las elecciones autonómicas y municipales del próximo 23 de mayo son, en cierto modo, una lucha entre la política de autor y la franquicia. Los diferentes líderes de ayuntamientos y comunidades autónomas se esfuerzan por que su trabajo diario, su perfil, su esfuerzo, su cercanía con la gente sean los que muevan el voto y no la marca del partido al que pertenecen, pero esto no es sencillo. Los políticos saben que se deben al partido al que pertenecen y que tienen que lidiar con los aciertos y desaciertos de sus líderes autonómicos. Es complicado salir de la franquicia.

En la política nacional, cada vez se habla más de las agendas globales y del poder de los fondos de inversión y las entidades supranacionales. En ese sentido, los diferentes partidos y sus líderes tienen también algo de franquicia de los grandes foros donde se concentra el poder y a los que acuden de vez en cuando a recibir directrices de un modo sutil pero muy eficaz. Salirse de la franquicia es cada vez más complicado. La gran cadena de montaje siempre quiere dejar fuera a los que intentan pensar por libre. 

Mostrar comentarios

Códigos Descuento