Diego Carcedo Periodista
OPINIÓN

Con Marruecos, sin pasarse

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante su reunión con el Rey Mohamed VI en Rabat el pasado abril.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante su reunión con el Rey Mohamed VI en Rabat el pasado abril.
POOL MONCLOA/BORJA PUIG DE LA BELLACASA
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante su reunión con el Rey Mohamed VI en Rabat el pasado abril.

Creo que hay consenso nacional en que con Marruecos hay que entenderse, como se dice coloquialmente, llevarse bien. Es un país vecino con el que se comparten muchas cosas, desde un pasado marcado por los conflictos y los enfrentamientos, desde la guerra colonial, hasta los rifirrafes en Ifni, pasando por la Marcha Verde o la invasión del islote de Perejil hasta el insoluble problema del Sáhara o las reivindicaciones inaceptables de Ceuta y Melilla.

Unos meses atrás las relaciones diplomáticas vivieron momentos de especial tensión que se amortiguaron con el cambio de posición mantenida dura varias décadas que, no sin polémica incluso dentro del Gobierno, ordenó el presidente, Pedro Sánchez. El resultado de una decisión tan dura enseguida ofreció resultados positivos que en la práctica favorecen a las dos partes. No hay que olvidar que en España residen un millón de marroquíes y en Marruecos operan varios centenares de empresas españolas.

Incluso se programó para los próximos días la entrevista entre el rey Mohamed VI y el presidente Sánchez que tanto tiempo se ha hecho esperar. El Gobierno español está haciendo esfuerzos por evitar algo que pueda molestar la sensibilidad marroquí y la pasada semana no dudó en ordenar a los representantes socialistas en el Parlamento Europeo que se descolgasen de sus homólogos del resto de la Unión votando en contra de una condena contra los ataques marroquíes a periodistas -algún español entre ellos- y las acusaciones sobre la intervención en el Qatargate.

Parece que se respondía así a una petición formulada por el ministro marroquí de Relaciones Exteriores, Naser Burita. Y no puede por menos de sorprender y preocupar que su recomendación, si es que no exigencia, fuese acatada por su colega español cursando una orden del cambio de un voto que se estimaba justificado, situándose en discrepancia con la mayoría de la Cámara y la totalidad de los restantes socialistas europeos. Una condena muy justificable que se aprobó por mayoría aplastante ante la que España dio la nota, con lo que se crea la impresión de una muestra de servilismo. Relaciones con Marruecos, excelentes; pero concesiones, las justas. Y órdenes dictadas desde Rabat, ninguna.

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