Carmelo Encinas Asesor editorial de '20minutos'
OPINIÓN

Más ilusión y menos miedo

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, escucha una intervención del líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, en el Senado.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, escucha una intervención del líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, en el Senado.
FERNANDO ALVARADO / EFE
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, escucha una intervención del líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, en el Senado.

Un análisis político gélido y desabrido dividiría el electorado español, entre a quienes daría asco votar a Sánchez por sus alianzas con morados e independentistas y a los que repugnaría votar a Feijóo por su soterrada disposición de meter a la ultraderecha en Moncloa. La diferencia es que lo primero es un hecho acontecido, mientras lo segundo es un supuesto aún por ver, aunque las encuestas sí apuntan esa dependencia aritmética en el bloque de derechas, por lo que Feijóo insiste en recordar que él en Galicia laminó a Vox y que Moreno Bonilla lo sometió a la irrelevancia en Andalucía. La brocha gorda de ese análisis simplista dejaría sin pintar una parte importante del electorado más templado, a quien probablemente sin tanta náusea no entusiasma ninguna de las dos alternativas y preferiría una tercera que pudiera ejercer de cojinete de fricción entre bloques. El problema es que esa tercera opción, que Ciudadanos fue en su día hasta que decidió dejar de serlo, agoniza en los sondeos y su gresca interna, más por liderar el funeral que por buscar fórmulas de supervivencia, les saca de la ecuación.

Así que el año 2023 será el de Sánchez contra Feijóo y el de Feijóo contra Sánchez, incluso en las municipales y autonómicas, y a ningún otro afán le pondrán más intención en Génova que en desprestigiar al jefe de Gobierno y en Moncloa que a denigrar al líder popular.

Feijóo parte con ventaja en la liza no tanto por los indultos, que fueron mejor digeridos de lo esperado, como por lo del delito de sedición y, sobre todo, por el de malversación. Esa última reforma ad hoc ha sido un error estratégico brutal de Sánchez, que le ha proporcionado a la oposición su mejor munición. La grieta en la ley del ‘solo sí es sí, con daños ya irreversibles, aún puede suturarse si le hincan el diente, pero la otra ya no.

No parece que las hipérboles y los insultos que se cruzan tirios y troyanos proporcionen beneficio alguno

Lo que está por ver es hasta dónde aguanta en el imaginario público el fuego graneado contra esas reformas judiciales, manteniendo vivo un cuerpo doctrinal basado en que Sánchez quiere cargarse la Constitución y romper España. El intento, sin duda forzado, de establecer similitudes con lo ocurrido en Brasil tiene que ver con esa intención.

El riesgo de llevar los pronósticos a la exageración es que no se cumplan y se vuelvan contra el augur. Es verdad que resulta duro ver al independentismo, otrora golpista, enseñorearse de lo mucho que mandan en Madrid, pero en Barcelona ya no arden contenedores, apenas cuelgan esteladas de sus balcones y el nuevo presidente progresista del TC ha dicho alto y claro que la Constitución no admite la autodeterminación ni la independencia.

En lo que Sánchez sí lleva ventaja es en lo económico y no porque el país este para tirar cohetes. La gasolina, sin los 20 céntimos, sigue cara, el precio de los alimentos no da señales de tregua y las hipotecas tampoco, pero en septiembre la oposición hablaba de otoño caliente y hecatombe en invierno y ni lo uno ni lo otro. En Moncloa recuerdan con insistencia como el PP se mofaba de la excepción ibérica (timo ibérico dijeron), y el precio del gas se ha moderado, el de la luz, aunque volátil, también y, con ser alto, tenemos el IPC más bajo de toda la UE. Ni la inversión se ha retraído ni el empleo se ha hundido ni el país ha entrado en la recesión que trompetearon. La mayor rémora de España es la deuda y, paradójicamente, es casi de lo que menos se habla.

No parece que las hipérboles y los insultos que se cruzan tirios y troyanos proporcionen beneficio alguno a quienes los profieren, tampoco las provocaciones y dramatismos, más bien lo contrario. La gente prefiere la ilusión al miedo.

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