A fondo

Comportamiento canino, qué hacer cuando a mi perro le ha mordido otro perro: "Debemos ponderar cuál ha sido el motivo"

  • La edad, la socialización recibida, el entorno y la gravedad de la agresión influirán en la gestión emocional del perro.
  • "Si nuestro perro recibe agresiones frecuentemente de diversos perros, debemos mirar más allá".
Dos perros jugando en un instante que puede desembocar en un conflicto.
Dos perros jugando en un instante que puede desembocar en un conflicto.
Ralf Κλενγελ, Flickr, CC BY-NC 2.0.
Dos perros jugando en un instante que puede desembocar en un conflicto.

La Asociación Nacional de Fabricantes de Alimentos para Animales de Compañía (ANFAAC) estima que hay más de nueve millones de perros en los hogares españoles. Eso significa que, basándonos en el resultado de su estudio y los datos demográficos de España con fecha de 2022, el 19,55% de los españoles tiene perro, dos de cada diez habitantes.

Especialmente en los entornos urbanos y con alta densidad humana, nuestros perros tienen más probabilidades de encontrarse con otros perros en parques o espacios destinados a estos animales domésticos y aumenta la posibilidad de que se produzcan conflictos entre ellos. Aunque tomemos todas las medidas a nuestro alcance, las agresiones intraespecíficas pueden producirse por numerosas razones y no implican, necesariamente, que el perro que la inicia sea agresivo, pero los efectos que ese enfrentamiento puede generar sobre nuestros perros y sobre nosotros mismos, sí merecen ser entendidos para actuar en consecuencia y que no deriven en un problema emocional.

Lo más importante es recalcar que, si el incidente se produce delante de nosotros, no debemos responder de manera violenta y mucho menos introducirnos en medio, coger a nuestro perro en brazos o situar las manos cerca de las bocas. El objetivo siempre será separarlos y alejar al perro que inicia el conflicto pero, debemos insistir, priorizando nuestra protección y no exponernos a que la agresión se redirija hacia nosotros. En cualquier caso, y en la mayoría de ocasiones, estos conflictos se inician y acaban antes de que lleguemos a reaccionar e intervenir pero, invariablemente, siempre habrá uno de los dos perros que ha podido salir peor parado que el otro.

Patricia Moya es educadora canina y divulgadora de etología, psicología del aprendizaje y comunicación animal desde su página Marsilea Etología, y nos explica que "cuando nuestro perro recibe una agresión, debemos ponderar qué ha pasado y cuál ha podido ser el motivo. Normalmente, una agresión leve y aislada en un perro equilibrado con contactos sociales frecuentes y positivos no supone un problema a largo plazo, pero si nuestro perro recibe agresiones frecuentemente de diversos perros, debemos mirar más allá". Para los tutores, esta experiencia suele ser aterradora y aunque el conflicto no suponga ningún riesgo para la salud física de nuestro compañero canino, tras el incidente, y con el susto aún en el cuerpo, empezamos a darle vueltas en retrospectiva. Valoramos cómo pudimos evitarlo, si actuamos bien o mal y, por lo general, se inicia cierto resquemor hacia el perro que provocó el conflicto y nos proponemos evitarle a toda costa e incluso cambiar ruta de paseo y horarios. Pero, ¿es esta la forma correcta de actuar? Y, sobre todo, ¿es lo que necesita nuestro perro tras el conflicto?

La experiencia vital del perro agredido, muy importante

La respuesta a ambas preguntas es que depende de varios factores, que Patricia Moya nos desarrolla: "Desde la edad y el carácter del perro agredido, la gravedad de la agresión, los antecedentes, si es una situación recurrente, las circunstancias que motivaron la agresión... Existen etapas o periodos críticos durante el desarrollo del perro en los que el tipo e intensidad del evento puede dejar una huella muy profunda en el individuo. Es esperable que un perro adulto y emocionalmente equilibrado haya acumulado suficiente experiencia como para tener un criterio social que le permita relativizar determinados eventos o que, al menos, sean fácilmente superables desde el punto de vista emocional. Sin embargo, el comportamiento a lo largo de la vida del perro (igual que en la nuestra) no es algo estático, evoluciona a medida que avanza en sus fases vitales y que acumula experiencia, es decir, que se produce aprendizaje".

Es necesario también ser conscientes de que, según estudios de comportamiento animal, los perros domésticos no tienen predisposición a reconciliarse tras un encontronazo hostil con otro perro, a diferencia de los lobos. Esto se debe al efecto de la propia domesticación, ya que los lobos son cooperativos y se necesitan entre sí, por lo que les conviene ser más indulgentes y perdonar antes a sus compañeros. En cambio, el perro doméstico ha dejado de necesitar a otros perros para su supervivencia, de manera que pueden desarrollar una fuerte animadversión hacia otro perro y que esta enemistad se cronifique, haciendo que debamos estar especialmente atentos si nuestros horarios o paseos coinciden. 

"Nuestra máxima prioridad es proporcionar seguridad física y emocional a nuestro amigo, así que si no nos sentimos capaces de afrontar un nuevo encuentro con el perro agresor, podemos variar el horario o nuestro recorrido, pero siempre con el foco puesto en la solución del problema", nos explica la educadora canina, "personalmente, abogo por intentar contar con la colaboración del tutor del otro perro. Es habitual encontrar buena disposición en personas cuyos perros han agredido si ven en nosotros una actitud constructiva en lugar de acusatoria (normalmente es una situación que genera vergüenza y sentimiento de culpa en los guías de los perros agresores). Si no contamos con su colaboración, nos queda trabajar en las herramientas sociales, el vínculo, la gestión emocional y la seguridad de nuestro perro y, por supuesto, exigir que el perro agresor esté bajo control en todo momento, de correa y a distancia. Solo si hemos agotado todas las vías posibles (incluidas las administrativas), y no existe control del otro perro por parte de su guía, ya sea por desconocimiento o negligencia, como último recurso contemplaría la modificación permanente de horarios y/o recorridos, para proteger la integridad física de nuestro perro".

Al respecto de lo que comenta Patricia, y aunque el evento sea paralizante por la angustia que nos genera, es muy importante que antes de abandonar el lugar tratemos de obtener toda la información posible del tutor y del perro agresor: datos de contacto, seguro de responsabilidad y vacunaciones del animal, por si el incidente es lo suficientemente grave como para requerir la intervención de alguna de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado o tratamiento veterinario para recuperar a nuestro perro de sus heridas físicas.

El ritmo de la recuperación debe marcarlo nuestro perro

Tras una agresión, tanto por el bien de nuestro perro como para el nuestro y volver a sentirnos confiados y no caer en una sobreprotección que puede empeorar las cicatrices psicológicas de ambos, podemos enfocarnos en empezar a juntarle solo con perros dóciles y tranquilos que ya conocía previamente y observar con mucho detalle su lenguaje corporal, apreciando si se encuentra cómodo y relajado o muestra alguna actitud de timidez o miedo que antes no existía. Gradualmente, podemos permitir que se introduzcan nuevos perros en su entorno, recordando que el ritmo lo marcará nuestro perro y sus reacciones, y no debemos forzar en modo alguno la reconciliación bajo criterios humanos. Como ya hemos mencionado con el estudio, los perros son más rencorosos y necesitan otras técnicas de acercamiento respetando la dinámica propia de sus relaciones sociales.

Si observamos que tras el conflicto y pese a nuestros esfuerzos de volver a la normalidad, nuestro perro ha desarrollado secuelas emocionales, muestra conductas agonísticas, miedo e inseguridad hacia perros del mismo color, tamaño o apariencia del que le agredió, debemos consultar a un educador canino que nos proporcione las herramientas para trabajar en la superación del trauma, reconducir su comportamiento y restablecer el lazo de confianza mutua.

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