Iñaki Ortega Doctor en economía en la Universidad en internet UNIR y LLYC
OPINIÓN

Pluriempleo

Imagen de archivo de un camarero atendiendo una terraza en Madrid.
Imagen de archivo de un camarero atendiendo una terraza en Madrid.
Jorge París
Imagen de archivo de un camarero atendiendo una terraza en Madrid.

En la España en ruinas de los años cuarenta y cincuenta, los trabajos escaseaban y estaban mal pagados. Era plena postguerra y los españoles para poder llegar a fin de mes se acostumbraron a tener dos trabajos. Dicen que de esa época viene que tengamos unos horarios tan diferentes al resto del mundo. Comemos y cenamos más tarde porque los sueldos eran tan bajos que era imprescindible tener dos empleos, uno por la mañana y otro por la tarde. Para cumplir con ambas jornadas había que ganar tiempo al reloj y se hizo a costa de retrasar comidas y cenas.

El fenómeno del pluriempleo, por tanto, echó raíces en esos años y afectaba lo mismo a un obrero de la construcción, a una modista que a un letrado funcionario. Todos ellos por la tarde seguían trabajando para otro empleador o para sí mismos, aunque en este último caso el término correcto es pluriactividad. Llegó el desarrollismo de los años sesenta y setenta, pero el pluriempleo no desapareció: era la vía para prosperar. Los sueldos ya no eran miserables, no obstante, los ingresos extras por tener otro empleo y, sobre todo, un carácter forjado en el esfuerzo hizo posible el florecer de una nueva clase media.

En la frontera del cambio de siglo, el pluriempleo comenzó a languidecer precisamente con la llegada al mercado laboral de las generaciones que habían crecido en una España rica en la que la cultura del sacrificio y la austeridad sonaban muy viejunas. Es cuando el ocio y el trabajo empiezan a balancearse y tan importante como tener un empleo es tiempo para disfrutar; el pluriempleo empieza a estar mal visto. Pero llegó la Gran Recesión de 2008. Muchos empleos desaparecieron también por la digitalización y las ofertas eran de baja calidad con sueldos ridículos: los famosos mileuristas. El pluriempleo declarado o no, de nuevo, volvió a España.

El resultado es que el número de españolitos yendo como pollos sin cabeza de un trabajo a otro tiene por lo menos seis cifras

Ahora, las estadísticas oficiales nos dicen que el empleo está creciendo, el paro cayendo, que estamos acabando con la precariedad porque los contratos son en su mayoría indefinidos y el salario mínimo ha subido un 40% hasta alcanzar casi los 1.200 euros al mes. ¿Y qué ha pasado con el pluriempleo? Pues, inopinadamente, ha subido y mucho. Es una de las noticias de estos días de balances económicos del año que ha terminado. Sí, hemos creado empleo hasta superar los 20 millones de afiliados, pero son empleos no a jornada completa. Tenemos más empleados que en 2019, pero menos producción que en ese año porque trabajamos menos horas. Si a esto le sumamos el efecto de la inflación, es decir, que los precios de media han subido por lo menos un 12% y las hipotecas se han disparado estos meses, se necesitan más ingresos en la economía familiar. Y la opción para cerca de 600.000 personas es pluriemplearse. A esto hay que sumarle cerca de 200.000 autónomos en pluriactividad y la economía sumergida, es decir, los que tienen trabajos extras que no declaran. El resultado es que el número de españolitos yendo como pollos sin cabeza de un trabajo a otro tiene por lo menos seis cifras. Créanme que sé de lo que hablo porque todos los años desde hace más de 25 años una carta de la Seguridad Social me lo recuerda. 

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