Iñigo Onieva quiere pasar página

Iñigo Onieva y su madre, Carolina Molas.
Iñigo Onieva y su madre, Carolina Molas.
GTRES
Iñigo Onieva y su madre, Carolina Molas.

Iñigo Onieva quiere pasar página cuanto antes de la última polémica que lleva su nombre. Traicionado por uno de sus mejores amigos, Hugo Arévalo, no tiene intención de hacer declaraciones ni explicar cómo se siente ante una situación difícil de digerir.

Tampoco quiere hablar sobre el encuentro que mantuvo con Tamara Falcó el 30 de noviembre. Una cita secreta que la hija de Preysler negó cuando la descubrí en el programa Fiesta. Falcó no obró bien al desmentir, a través de algunos compañeros, una reunión que se produjo en la casa de unos amigos en común.

Lo que ocurrió aquella noche supuso un punto de inflexión. Fue una confesión continua, algo parecido a una sanación, al inicio de ese angosto camino hacia un entendimiento. Iñigo y Tamara se lo dijeron todos y no escatimaron en adjetivaciones. Hubo momentos de máxima tensión, agonía e incomodidad pero también celebraron con risas y abrazos los recuerdos de una relación que no solo fue importante sino determinante para los dos. La conversación era necesaria para reconstruir y avanzar.

No fue fácil volverse a decir adiós después de esas siete horas de absoluta franqueza, de haberse desabrochado los corsés para dejar que el corazón pudiera hablar sin asfixias, intermediarios ni falsas pretensiones. No solo Iñigo entonó el mea culpa, sino que Tamara reconoció equivocaciones antes y después de la traumática separación. Ella también pronunció la palabra perdón.

Unas horas después de la despedida, Iñigo recibió información de uno de sus amigos. Su interlocutor le garantizaba que Tamara había empezado a alternar con Hugo Arévalo y que lo suyo no había sido un beso espontáneo y robado en la boda a la que habían acudido en Abu Dabi tan solo unas semanas antes. Onieva no podía creer lo que le contaban. Nada encajaba, su cabeza estaba aturullada de ideas contrapuestas, de pensamientos y conjeturas difíciles de encauzar.

Supo esperar, respirar y tomar cierta distancia hasta que un día después, ya en diciembre, le volvieron a decir que el romance entre Tamara y Hugo era la comidilla de los círculos de postín de la capital. Lo que ocurrió a partir de entonces ya forma parte de la historia. Una historia de la que todavía no se ha escrito el último capítulo.

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