El giro en el último minuto para limitar el precio del gas que cambió el voto de Alemania en la negociación que encumbró a Ribera

Teresa Ribera, el lunes pasado en el Consejo de Energía que acordó poner un límite al precio del gas.
Teresa Ribera, el lunes pasado en el Consejo de Energía que acordó poner un límite al precio del gas.
Ministerio de Transición Ecológica y Reto Demográfico.
Teresa Ribera, el lunes pasado en el Consejo de Energía que acordó poner un límite al precio del gas.

"¿Tenemos un acuerdo? Países Bajos se abstiene, Hungría rechaza, Austria se abstiene. ¡Resto, a favor!". Con este recuento, el ministro checo de Industria, Jozef Síkela, daba por concluido el lunes pasado el Consejo de Energía que por fin logró fijar un límite al precio del gas en la UE. Habían pasado  'solo' siete horas desde que empezó la reunión pero nada menos que ocho consejos ordinarios y extraordinarios en seis meses, en los que la idea de poner un tope al precio del gas disparado -y directamente descabellados en verano- fue tomando forma. Desde lo que al principio Bruselas consideraba una idea peregrina de unos "locos", entre ellos el Gobierno español, a un acuerdo final que Alemania no tuvo más remedio que aceptar y en el que tuvo mucho que ver la vicepresidenta tercera, Teresa Ribera, en una negociación en la que políticos europeos y la prensa internacional han reconocido su papel.

Una oferta final a Alemania y un último movimiento de Berlín a favor incluyeron a la primera economía de la UE en mecanismo de corrección de precios que entrará en vigor el 15 de febrero. A partir de ese día, si el precio del gas que se compra en la bolsa de futuros holandesa e indicador de referencia europeo, TTF, alcanza los 180 euros MWh durante tres días seguidos y hay una diferencia de más de 35 euros con respecto al precio medio en otros mercados internacionales, con lo que se constataría que el incremento solo es en Europa, los operadores no comprarán gas a un precio superior. 

Hasta llegar a esto, el límite al precio del gas que en verano empezaron a pedir hasta una quincena de países, con España a la cabeza, tuvo que superar el desinterés de la Comisión Europea, los miedos de algunos países a que disuadiera a los productores de vender gas a Europa y hubiera problemas de suministro, los intereses de poderosos operadores energéticos europeos que se veían perjudicados y, sobre todo, la negativa constante de Alemania, un 'nein' que el lunes pasado se mantuvo hasta poco antes de que se anunciara el acuerdo. Solo un último compromiso, promovido por Ribera cuando ya estaban a punto de votar, logró que Berlín levantara el dedo hacia arriba.

Con o sin Alemania

Por eso, no es de extrañar que los ministros rompieran a aplaudir cuando el recuento de Síkela constató que había acuerdo. Apenas una hora antes el Consejo de Energía se encontraba en una situación mucho menos amable, con el ministro alemán de Economía y Acción Climática, Robert Habeck, cerrado en banda a aceptar el límite de 180 euros y con  Síkela dispuesto como presidente a llamar ya a la votación. Los apoyos eran suficientes para una mayoría cualificada y después de tantos meses de negociación el voto en contra de Alemania había pasado de ser indeseable a verse como un mal menor.

Habeck es considerado uno de los "superministros" del Gobierno de Olaf Scholz, por la cartera climática y de energía. Lejos de la imagen de durísimo del ministro de Finanzas de Angela Merkel, Wolfgang Schäuble, Habeck desarrolló una carrera como filósofo y escritor antes de llegar a la primera línea política donde, además, es líder de Los Verdes, uno de los tres partidos de la coalición que gobierna Alemania. Con este perfil, a él le ha tocado defender en la UE una posición contraria a poner un tope al precio del gas para no entorpecer el suministro de una energía fósil que Europa está comprometida a abandonar totalmente en 2050. Hasta el punto de hace unas semanas provocó el pasmo general en una reunión restringida de ministros de Energía en la que no solo se negó a limitar el precio por arriba, sino que llegó a plantear un tope mínimo, que la UE no comprara gas más barato de 200 euros.

Además de un posible riesgo de desabastecimiento -que España por ejemplo no contempla, porque sostiene que el límite europeo siempre supondrá pagar 35 euros más por él que en otros mercados, incluye una 'prima'- en la postura de Alemania ha pesado que algunas compañías de energía de este país firmaran en verano contratos de compra a largo plazo con un gas carísimo. Limitarlo ahora les haría perder dinero y así se entendía la sorprendente idea de que el precio no bajara de 200 euros. A pesar del rechazo general, llegó a figurar en la última propuesta que lazó el ministro checo en la reunión del 13 de diciembre de la que los Estados miembros volvieron a salir sin pacto.

La oferta de Ribera

Una semana más tarde, el acuerdo se consiguió cerrar con dos abstenciones y un voto en contra. Ninguno de Alemania, que votó a favor. Lo que diferenció a Berlín de La Haya o Viena fue la oferta que lanzó Ribera por su cuenta cuando los ministros estaban a punto de votar en el Plenario después de constatar que, una vez más, una llamada de Habeck a Scholz para consultar una solución que al ministro le parecía viable terminaba con una rectificación y una vuelta al 'no'. Ya había sucedido el 13 de diciembre, cuando de forma sorpresiva una reunión informal entre nada menos que 17 ministros -de los 25 que son- antes de que empezara el Consejo de Energía de ese día se había convertido en una negociación en la que Alemania dio muestras de flexibilidad. Hasta que Habeck llamó a Berlín para consultar. 

Esta era la misma situación  primera hora de la tarde del lunes pasado. La Presidencia checa había presentado el segundo borrador del día con un límite de 180 euros MWh durante tres días seguidos y un 'spread' de 35 euros para el que había amplia mayoría. El acuerdo saldría adelante sin Alemania porque no se venía otra solución. Pero entonces Ribera hizo un último intento. Tomó la palabra para ofrecer a Habeck algo que Alemania también pedía insistentemente, acelerar el despliegue de renovables reduciendo para ello controles y trámites en el proceso de autorización de parques eólicos y fotovoltaicos. Era uno de los dos reglamentos que España y los otros 14 países a favor del tope del gas habían bloqueado en noviembre hasta que no hubiera acuerdo y que gustaba poco al gobierno español.

La oferta de Ribera consistió en incluir en el acuerdo del tope de gas la aceleración de la tramitación de proyectos renovables. Sabía que era clave para Alemania pero, al mismo tiempo, fue una jugada para conseguir algo que en el reglamento que permanecía congelado no había logrado que quedara del todo claro. Se "ajustó" este texto para dejar claro que la rebaja del listón de procedimientos, permisos y consultas públicas serían "de aplicación totalmente voluntaria" por parte de los Estados miembros y solo en aquellos que hayan definido zonas prioritarias para renovables o redes.

Con una necesidad extrema de aumentar su cuota de renovables para reducir su dependencia del gas -que hasta ahora venía de Rusia- y para evitar ser ninguneada en una votación en la UE, Alemania terminó votando sí.

Los ministros votaron y aplaudieron tras el recuento de Síkela y quedaron ya  listos para ponerse las sudaderas que, en su último Consejo de Energía como presidente semestral, el ministro checo regaló a sus colegas, con la frase que tanta veces lanzó hasta alcanzar un acuerdo para limitar el tope del gas. "Convocaremos tantos Consejos de Energía como sean necesarios", podía leerse en letras azules sobre fondo blanco. La advertencia quedaba desactivada.

Ministro de Industria de la República Checa y presidente del Consejo de Energía durante este segundo semestre del año, Jozef Síkela
Ministro de Industria de la República Checa y presidente del Consejo de Energía durante este segundo semestre del año, Jozef Síkela
EFE
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