Juan Carlos Blanco Periodista y consultor de comunicación
OPINIÓN

Un camión de ibuprofeno para el Congreso

Un grupo de personas en el hemiciclo del Congreso de los Diputados en las 25 Jornadas de puertas abiertas.
Un grupo de gente visita el Congreso en una jornada de puertas abiertas.
Gustavo Valiente / EP
Un grupo de personas en el hemiciclo del Congreso de los Diputados en las 25 Jornadas de puertas abiertas.

¿No queríamos más moderación y templanza en el Congreso de los Diputados? Pues nada, ración doble de hiperventilación y a poner a doscientos por hora la máquina de bramar barbaridades. Estimados lectores y lectoras, un consejo: no olvidéis nunca que de casi todo lo que escuchéis estos días en el hemiciclo nacional tenéis que creer como máximo la mitad, y ya estoy siendo magnánimo. 

Ni tenemos un gobierno ilegítimo de peligrosos bolivarianos ni «la derecha política, mediática y judicial» quiere dar un golpe de estado como el que denuncian el PSOE, Unidas Podemos y sus socios parlamentarios de Bildu y de Esquerra Republicana de Cataluña. Lo que hay es una crisis institucional causada por un ataque generalizado de cortoplacismo y de sectarismo que no se arregla ni pidiendo por Amazon un camión de Ibuprofeno con destino a la Carrera de San Jerónimo. 

Puestos a repartir culpas en el contencioso que nos aflige por el modo en el que se se está reformando el Código Penal y renovando el Constitucional y el Poder Judicial, de ésta no se libra el PP, que ha atrincherado a los suyos en el TC como si este tribunal fuese su aldea hispana de Astérix. Y, por supuesto, tampoco un Gobierno que pretende hacernos creer el desvarío de que presentar un recurso al Constitucional es un golpe de estado y que, sin embargo, dar un golpe de estado con casi todos sus avíos en Cataluña es tan solo un desorden público que se arregla con un abrazo y unos cuantos regalitos en los Presupuestos generales del Estado.

El Gobierno pretende hacernos creer que dar un golpe de estado es solo un desorden público que se arregla con un abrazo

Vamos a dejarnos de mentiras mastodónticas y tengamos la Navidad en paz, que, a este paso, nos vamos a atragantar con los polvorones mientras vemos cómo el Rey esquiva cientos de balas en su mensaje de Nochebuena.

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