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Melisa Tuya Redactora jefe de '20minutos'
OPINIÓN

Atención temprana y prioritaria

Niños jugando.
Niños jugando.
GTRESONLINE
Niños jugando.

Si un niño en España resulta que tiene alguna alergia alimentaria, inmediatamente recibirá atención médica y seguimiento. Igual sucederá si tiene varicela, asma, se rompe un hueso o, por supuesto, se trata dolencias más graves como una diabetes o un cáncer. El sistema se vuelca con ellos, sin demoras, porque es lo que hay que hacer. Por suerte, en España cuidamos médicamente de nuestra infancia, de toda ella. Así debe ser. 

Por eso resulta inimaginable, insostenible, que cuando un niño de entre cero y seis años con síndrome de Down, autismo, retraso madurativo, parálisis cerebral o algo que no está aún claro necesita de los servicios de Atención Temprana (fisioterapia, logopedia, estimulación y terapia para que alcance su máximo potencial), la respuesta sea la falta de atención especializada; la espera eterna desaprovechando la enorme plasticidad del cerebro infantil, incluso hasta que se supera la edad para acceder a estos servicios; la interrupción de las terapias al entrar en el colegio a los tres años o, directamente, la invitación para acudir a servicios privados y pagar por ello, aquel que pueda.

Es algo que vengo denunciando desde hace casi quince años. Tantos como han pasado desde que mi hijo con autismo y discapacidad intelectual, que ahora tiene ya dieciséis,  necesitó la estimulación de los terapeutas. Estar sentada en la sala de espera de un centro de atención temprana te permite conocer muchos dramas cotidianos, pero uno de ellos no debería ser la incapacidad de lograr que ese niño reciba toda la atención que necesita.   

El tiempo pasa y no se mide en minutos, se mide en angustia y oportunidades desaprovechadas. La Atención Temprana debe ser una prioridad, los niños que la necesitan no pueden seguir arrinconados, vendidos a su suerte o los recursos de la familia en la que hayan caído. Necesitan terapias de calidad y sin listas de espera. Es preciso que haya una ley de ámbito nacional que lo regule, que modernice todo el sistema existente, que facilite esta atención, de manera gratuita, a todos los niños que la requieran, con equidad y celeridad. Otra cosa es, sencillamente, una ignominia. 

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