Luis Algorri Periodista
OPINIÓN

Usted incumple nuestras normas comunitarias

La red social está optimizando sus funciones.
Imagen con logos de Facebook apilados.
©[natanaelginting] via Freepik.com.
La red social está optimizando sus funciones.

Abres el ordenador como siempre, vas a tu página y sale un cartelito de aspecto severo que dice, aproximadamente: "Su cuenta ha sido bloqueada porque usted ha incumplido nuestras normas comunitarias. ¿Quiere usted recurrir?". Lo primero que piensas es que se trata de un error. Sales de la página y vuelves a entrar. Pues no, no es un error. Sale el mismo cartelito adusto que me dice que me cierran la página porque incumplo las normas comunitarias. Como no tengo la menor idea de cuáles son esas normas, y se me ofrece la posibilidad de recurrir, lo hago. Pincho en la casilla que hay allí.

Inmediatamente sale otro cartelito, más breve y aún más áspero, que me dice que, como incumplo las normas comunitarias, me han bloqueado la cuenta. Ya está, eso es todo. ¿Qué normas incumplo? No tengo ni idea. ¿Dónde puedo encontrarlas? No lo sé, porque no puedo pasar más allá de ese cartelito siniestro, no tengo acceso a ningún otro sitio. ¿Con quién puedo hablar? ¿Qué puedo hacer? Nada. Eso es todo. Después de doce años y de 3.600 amigos (cuidadosamente escogidos, además), me acabo de quedar sin página de Facebook.

Eso sucedió en septiembre. Durante dos meses he llamado a todo quisque salvo al Defensor del Pueblo y al obispo diocesano (no tengo sus teléfonos). He consultado con decenas y decenas de amigos que tienen acceso a Facebook desde hace años; lo único que he recibido son sonrisas de cariño y gestos de compasión, de esos que le ponemos a la gente cuando se le muere su perro. Todos, yo lo sé, están pensando lo mismo: "Uff, menos mal que no me ha pasado a mí".

Luego entran en acción los adorables 'cuñaos'. Opiniones más frecuentes: eso ha sido un error del 'algorritmo'; eso es que algún miserable te ha bloqueado; eso ha sido Sánchez; eso ha sido Putin, que tú te metes mucho con Putin; ¿has probado a reiniciar?; eso ha sido la protección de datos; eso ha sido la tapa del delco, que se te habrá mojado; etcétera.

He hablado con amigos que trabajan allí, en Facebook: no han tardado ni diez segundos en cambiar de conversación, con cierto temblor de pánico en la voz. He sollozado incluso a la directora de comunicación de Meta en España, una señorita muy amable que se llama Lola y que me hizo caso (la verdad es que tampoco mucho), pero no solucionó el problema.

Al final casi todos, con la voz que usamos cuando a un amigo le acaba de dejar la novia y le decimos "de esto se sale", me han recomendado lo mismo: tendrás que abrir otra página, Luisito. No te va a quedar otra.

Doce años, ¿se dan cuenta? Doce años difundiendo mis artículos, porque yo no he usado Facebook casi para nada más; para eso y para hablar bien de mis hermanos. Doce años sin meterme con nadie y, aunque esté feo que lo diga yo, con un éxito notable, como lo muestran los índices de lectura que tenían los textos que yo movía en Facebook en comparación con los índices que tengo ahora, cuando me he convertido en un apestado, un delincuente y un réprobo porque incumplo esas normas comunitarias que no sé cuáles son. El perjuicio profesional ha sido muy grave. Y el personal también. Hay gente que piensa que me he muerto, no les digo más.

Lo peor de todo es que no sé qué es lo que he hecho mal. Nadie me lo dice. No hay nadie a quien preguntar para que me lo explique. Solo sale el letrerito: "Su página está bloqueada porque usted (ahí podrían añadir 'cacho sinvergüenza') ha incumplido las normas comunitarias". ¿Recurrir a los tribunales? Todos, pero todos, me han dicho que ni se me ocurra. Que es una empresa privada, que tienen sus propias normas y que ahí no se mete nadie. O que con ellos no se mete nadie.

Un periodista necesita redes sociales para ser leído, ya no basta con mirar el periódico en el bar. Así que no tendré más remedio que obedecer: abriré otro perfil, qué remedio, y trataré de ir recuperando a las 3.600 personas que me hicieron sentir bien durante estos doce años. Ya me han convencido de que deje de dar la tabarra porque no puedo hacer otra cosa.

¿Saben? Era preferible la censura de cuando Franco. Te tachaban el artículo, a lo peor te llevaban a comisaría, y era posible que te cayeran dos o tres guantazos. Pero al menos te decían por qué.

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