Diego Carcedo Periodista
OPINIÓN

Castillo se quitó el sombrero

El presidente de Perú, Pedro Castillo.
El presidente de Perú, Pedro Castillo.
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El presidente de Perú, Pedro Castillo.

Ahora está de moda que los presidentes de las repúblicas no muden su atuendo, ajenos a la clásica corbata y la colorida banda del poder. El presidente de Ucrania llevaba nueva meses de guerra sin cambiar el color indefinido -al menos para mí que soy daltónico- de la camiseta. Solo el frío que están pasando sus ciudadanos, agravado por los cortes de luz que les propinan los bombardeos rusos, le ha hecho protegerse con alguna prenda más debajo, lo cual confunde un poco su imagen cuando más necesita conservarla.

Al atípico presidente del Perú, Pedro Castillo, le ha ocurrido lo contrario: durante unas cuentas semanas nos obligó a identificarle con un original y monumental sombrero blanco que le singularizaba entre toda la élite política mundial. Pero cuando empezó a ver caerse a sus gobiernos, uno detrás de otro -el quinto en quince meses estos días-, seguramente pensó que el sombrero era lo que le daba mala suerte en la elección y lo debió echar al cesto de la basura.

La realidad es que a la inmensa mayoría de presidentes, que suelen ir descubiertos, eso no les ocurre. Cinco gobiernos, con sus respectivos primeros ministros al frente, son muchos gobiernos para tan corto espacio de tiempo. Ese ritmo no lo consigue ni tan siquiera Italia. Todo un récord del señor Castillo a quien la suerte política se ve que no le acompaña. No se entiende con el Parlamento, los militares auscultan y la gente se queja.

Si por lo menos hubiese conseguido poner de moda el tan original sombrero, y así poder exportarlo al resto del mundo, habría logrado el primer éxito para la maltrecha economía nacional. La política de izquierdas, más bien con gorra, con sombrero no suele funcionar.

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