Lecciones para cerrar una gira: el caso de Robe haciéndose con 16.000 gargantas

Concierto de Robe Iniesta, en el fin de gira de 'Ahora es cuando'.
Concierto de Robe Iniesta, en el fin de gira de 'Ahora es cuando'.
Fernando Alvarado
Concierto de Robe Iniesta, en el fin de gira de 'Ahora es cuando'.

Hace tiempo que Robe Iniesta pasó a ese virtuoso grupo de artistas con una medalla invisible donde pone maestro. Decía León Felipe aquello de que "Sólo el virtuoso puede ver un día la cara de Dios". Robe tiene selfies con él.

Y no es maestro porque sea el mejor guitarrista, ni el mejor cantante, lo es porque es capaz de hacer que las 16.000 personas que había este sábado en el Wizink Center de Madrid, en el concierto final de la gira Ahora es cuando, canten a coro lo que ha salido de la cabeza de otra persona. Quizá porque las canciones de Robe no salen de su cabeza, sino de allá donde esté su corazón.

Robe y su banda comenzaron el concierto piano, con Del tiempo perdido, tras lo que Robe dio un consejo para el concierto, muy aplicable a la vida: Estad atentos y no os perdáis nada, disfrutad del momento porque sois vosotros, aquí y ahora es cuando".

El bloque de Bienvenidos al Temporal comenzaba con Por encima del bien y del mal y ya en esos primeros compases se adivinaba un sonido impecable. El que escribe estas letras ha oído a Robe quejarse del sonido en la Cubierta de Leganés, pidiendo desde el escenario que le abrieran el techo móvil y en el antiguo pabellón de la Ciudad Deportiva del Real Madrid, porque era de metal y reverberaba. Por fin un espacio digno, el Wizink, construido y pensado para la música.

Hasta Si te vas se llegó con esa forma de Robe de empezar en lo bajito, en lo íntimo, y acabar en lo alto y en lo épico.

"No hay nada como el primer amor... Como el... Como... No hay nada. No hay nada como la primera vez que escuchas una canción", filosofaba desde el escenario el cantante, antes de entonar una nueva canción inédita, A la orilla del río, que promete un nuevo gran disco. 

Buscando una luna, del Agila, rompió la sucesión de canciones de Robe, dando un caramelito de Extremoduro muy celebrado por el público.

Robe recitó un fragmento de La hora del paseo, poema de Ben Clark, para arrancarse justo después con Tango suicida y pasar sin más a La ley innata, donde el concierto, si no lo estaba ya, comenzó a volverse potente, vibrante, Robe ya como un titiritero con el movimiento del público. Un público que destaca por la diferencia de edad, de puretas de los que hemos estado siempre, a treintañeros y algunos adolescentes de los que quizá no tengan a Bad Bunny en su Spotify.

A Robe las normas le gustan lo justo, así que tuvo su particular pulla para Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid, y Martínez Almeida, el alcalde, justo antes de irse al descanso. "Va atener que ser un descansito corto porque en esta ciudad hay una libertad de cojones... Ya sabéis la normativa... La puta normativa de la ciudad está de la libertad, que no nos deja acabar tarde".

El regreso al concierto trajo las canciones de Mayéutica y con la canción Interludio casi se cae el Wizink. Luego fue deslizándose por el disco con otras como... Primer movimiento: Después de la catarsis.

"Y, de cuando en cuando, encuentro una canción / Que me empuja, me eleva y me lleva y me lleva…" dice ese tema. Así son las canciones de Robe. Barquitas de pescador con una vela ajada, estampada de flores, que a veces se agarran a un buen viento para llevarte por unos minutos, a su mundo estruendosamente melancólico.

Con Mierda de filosofía se produjo una loca apoteosis que acabó con el guitarrista usando un taladro eléctrico para darle caña a su guitarra y con los demás, incluido Robe, volviéndose locos en torno al teclado, bailando, mientras la guitarra marcaba un ritmo frenético, casi electrónico.

En Un instante de luz hubo ópera. El cantante y corista Lorenzo González entonó el Nessum Dorma como melodía extra para la canción.

La noche pasaba rápido entre canción y canción y llegó el supuesto final. Supuesto, porque un concierto no es nada sin los bises y estos fueron para las canciones de Extremoduro. La primera, Jesucristo García. El acabóse, no, esperen, el empezóse. Una cuenta atrás dio paso a A fuego y poco después Robe se mostraba apesadumbrado, tres horas de concierto después, de tener que despedirse.

"Aquí se acaba esta gira amigos, esta gira tan bonita, espero que no pase demasiado tiempo hasta que nos volvamos a ver. Recordaros que estéis atentos a la vida y que no os perdáis nada", le decía Robe a su público.

Aún hubo para alguna más, por ejemplo, para Salir y por supuesto… para Ama, ama, ama y ensancha el alma, el colofón no solo de un concierto, de una gira de 61 recitales y casi dos años.

Dijo Robe que ojalá no tardáramos en verle de nuevo. Ojalá.

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