Las banderas amarillas de Lavapiés, contra la droga y el abandono: "Viene todo Madrid y toda Europa aquí a pillar y a consumir"

fotografo: Jose Gonzalez [[[PREVISIONES 20M]]] tema: Banderas amarillas inseguridad Lavapiés
Banderas amarillas, en los balcones de la plaza de Arturo Barea de Lavapiés, Madrid.
José González
fotografo: Jose Gonzalez [[[PREVISIONES 20M]]] tema: Banderas amarillas inseguridad Lavapiés

Varios mundos se entrecruzan en la plaza de Nelson Mandela, en el barrio madrileño de Lavapiés. Por allí transitan turistas, vecinos de toda la vida, vecinos nuevos, españoles y extranjeros, blancos y racializados, indigentes, camellos, drogadictos y policías, algunos de uniforme y otros de paisano.

Es miércoles a las 8 de la tarde y un elemento no habitual llama la atención de todos ellos, que observan con curiosidad a distancia. Unas cincuenta personas de una extracción social tan variada como los transeúntes se han reunido en círculo en uno de los laterales de la plaza. Por turnos, van cogiendo un megáfono para contar sus historias, casi todas relacionadas con narcopisos y problemas de seguridad, y hacen propuestas para tratar de revertir la situación.

El movimiento espontáneo, surgido en un chat de Whatsapp hace apenas dos meses, se ha hecho con un símbolo, las banderas amarillas que cuelgan ya de muchas barandillas de los balcones del barrio, especialmente en el entorno de las plazas de Nelson Mandela y Arturo Barea.

"Lo que se vive en Lavapiés no se vive en otro lado. Yo vengo de Malasaña y allí no ves la inmundicia, estos yonquis pinchándose ahí, al lado de donde juegan los niños, lo que yo estoy viendo aquí ahora mismo no lo había visto antes", declara Nadiesda, una vecina dominicana de 38 años que lleva siete viviendo en España, los últimos cinco, en Lavapiés.

A su lado, una mujer española de unos 60 años que prefiere no identificarse, asegura vivir en la misma plaza y estar ya tratando de vender su piso: "Aquí no se puede vivir, habría que cerrar la plaza por la noche para que la gente pueda vivir y descansar".

Ubicado a apenas 500 metros al sur de la Puerta del Sol, Lavapiés es el barrio con una renta media más baja de todo el distrito Centro de Madrid. Ha sido en las últimas décadas un barrio receptor de una nutrida comunidad inmigrante. Su ubicación céntrica y sus pintorescas calles en cuesta le han convertido también en un lugar atractivo para el turismo y la especulación inmobiliaria.

"Hasta los turistas vienen a pillar (drogas) aquí, he visto que hacen fiestas en los pisos turísticos y vienen a comprar aquí, el problema es muy global. Aquí viene todo Madrid y toda Europa a pillar y a consumir", declara Carmen, una vecina de 64 años, que lleva viviendo en Lavapiés desde 1986. "Tal vez a finales de los 80 hubo épocas que por aquí daba miedo pasar, pero ahora es peor porque hay grupos muy violentos".

Almeida valora positivamente la reunión mantenida con colectivos vecinales de Lavapiés. (EP)

De La Quimera a las banderas amarillas

El relato de los vecinos que asisten a la asamblea es similar. El barrio se ha vuelto más peligroso y la presencia del tráfico y consumo de drogas en la calle es más habitual desde hace un par de años. El origen de la situación actual para todos ellos tiene un mismo punto: el edificio de viviendas de tres pisos abandonado, con las entradas tapiadas, que destaca como telón de fondo sobre la misma plaza de Nelson Mandela.

Aquí se alojó, desde 2013, una okupa bautizada como La Quimera. Durante sus primeros años se organizaron allí clases de muay thai, lucha senegalesa, talleres de lengua de signos, ciclos de cine y hasta un bingo-karaoke. Según los testimonios de los vecinos, la convivencia entre los okupas y los locales fue buena hasta que, en 2018, los activistas fueron expulsados y el edificio se convirtió en un centro neurálgico de narcotráfico, prostitución y violencia.

El edificio fue desalojado en septiembre, cuando había 70 personas viviendo en el interior, y los vecinos denuncian que lo único que se ha conseguido es que el problema se traslade a las calles del barrio.

Elia Marcos tiene 43 años y lleva 26 viviendo en Lavapiés, en el entorno de la plaza Nelson Mandela. El infierno comenzó para él incluso antes de que, en sus palabras, "el narcotráfico se hiciera dueño del edificio" de La Quimera.

"En 2017, tuvimos un narcopiso en mi edificio y fue una auténtica pesadilla, con violencia, peleas, violaciones las 24 horas del día, sin descanso", relata este trabajador del sector audiovisual, uno de los miembros más activos y parte del núcleo inicial del movimiento de las banderas amarillas.

El pasado verano, un grupo de vecinos del entorno de la plaza de Nelson Mandela crearon un grupo de Whatsapp para debatir sobre la situación que padecían. "Había como unos 60 vecinos", relata Marcos. "Pero empezó a surgir una especie de poso preocupante, con salidas extremas a la situación, corrientes abiertamente racistas y xenófobas".

Ante esto, Marcos y otros vecinos organizaron una reunión con los servicios sociales del Ayuntamiento y crearon un grupo de trabajo que se juntaba en un patio del barrio. Allí nació la idea de las banderas amarillas y la primera convocatoria a una de las asambleas que, desde entonces, se celebran cada miércoles en alguna plaza del barrio.

El movimiento tiene un manifiesto titulado "contra el narcotráfico y el abandono institucional", que Marcos describe como un "entente cordial" entre las distintas sensibilidades de los que participan en las asambleas. Algunos piden más presencia policial, otros se centran más en propuestas que faciliten la mediación social y la plena integración de la población extranjera.

"Las asambleas se definieron como un espacio transversal donde, al final, lo que hay son vecinos preocupados con la situación del barrio, familias, gente de derecha, gente de izquierda y gente de centro", declara Marcos.

"El barrio con más policía de Madrid"

El movimiento ha ido creciendo en las calles y, sobre todo, en los medios y las luces de alarma se han encendido en el Ayuntamiento. La presencia policial se ha reforzado en la zona y diversos colectivos vecinales, incluido el de las banderas amarillas, fueron convocados este lunes a una reunión con el alcalde, José Luis Martínez -Almeida, y la delegada del Gobierno, Mercedes González.

Según los datos aportados por la Delegación del Gobierno, la Policía Nacional está realizando una media de 23 detenciones diarias en el barrio, levantando 14 actas de droga e identificando a unas 400 personas.

A la reunión acudió también La Corrala, la asociación vecinal histórica del barrio que, sin embargo, ha decidido mantenerse al margen del nuevo movimiento.

"No estamos ahí porque cuando se pide más policía siendo el barrio con más policía de Madrid, nosotros decimos que tiene que haber más trabajo social, y servicios sociales", declara Manolo Osuna, presidente de La Corrala, que pide que no se "criminalice" el barrio.

Para Osuna, el origen del repunte de los problemas relacionados con las drogas en el barrio está en el desmantelamiento paulatino de los puntos de venta en la Cañada Real. "Antes teníamos el supermercado más grande de la droga allí y ahora se están abriendo pequeños supermercados por todos lados del centro, pero cuando pasa cualquier cosa en Lavapiés, todo el mundo habla de ello".

La población del barrio está cambiando en los últimos años. La subida del precio de los alquileres ha expulsado a buena parte de la población tradicional que no era propietaria y nuevos vecinos con un alto nivel adquisitivo han llegado al barrio. Un proceso de gentrificación de manual.

"Se nos puso como que éramos el barrio más cool del mundo mundial y la gente pensaba que estaba viniendo nueva se pensaba que venía a La Moraleja", declara Osuna. "Está viniendo gente de un nivel económico alto, un piso en la calle Argumosa son 400.000 euros sin garaje, o un alquiler 1700 euros, y es gente que económicamente puede y no le gusta ver ciertas cosas".

Sandra y Jaime, de 28 y 27 años respectivamente, llegaron a Lavapiés hace mes y medio. Al poco de llegar, afirman, empezaron a darse cuenta de que había "algo raro". Gritos en plena noche, peleas y una sensación de inseguridad que no habían experimentado en sus anteriores viviendas en otros puntos de Madrid.

"Éramos conscientes de que es un barrio céntrico donde hay más personas, pero no justifica esto", declara Jaime, que es de Ávila. "Yo percibo que hay más policía que en otras zonas, pero ¿la solución es la policía? Me parece una medida muy coercitiva".

Un día, en el portal de su casa, vieron una convocatoria a una asamblea del movimiento de las banderas amarillas y decidieron acudir. Son unos de los asistentes más jóvenes.

"Este movimiento me parece genial, yo no sabía que en Madrid se hacían estas cosas", declara Sara, que es murciana. "Pensamos venir más e intentar aportar donde podamos, pero mola porque Lavapiés también tiene fama de ser un barrio muy familiar donde la gente se conoce y se ayuda y precisamente esto es lo que se está tratando de hacer aquí".

REPORTAJES QUE TE PUEDEN INTERESAR:

Si quieres contactar con 20minutos o realizar alguna denuncia o alguna corrección sobre algún tema, puedes enviarnos un mail a zona20@20minutos.es. También puedes suscribirte a las newsletters de 20minutos para recibir cada día las noticias más destacadas o la edición impresa.

Mostrar comentarios

Códigos Descuento