Beatriz Carrillo Presidenta de la Comisión de Evaluación y Seguimiento de los Acuerdos del Pacto de Estado de Violencia de Género.
OPINIÓN

"Quien no sabe de dónde viene tampoco sabe a dónde va"

Felipe González juró ante el rey en 1982. El gobierno del PSOE duró hasta 1996 y entre sus diputados se encontraba Alfonso Guerra.
Felipe González juró ante el rey en 1982. El gobierno del PSOE duró hasta 1996 y entre sus diputados se encontraba Alfonso Guerra.
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Felipe González juró ante el rey en 1982. El gobierno del PSOE duró hasta 1996 y entre sus diputados se encontraba Alfonso Guerra.

El pasado sábado 29 de octubre celebramos en Sevilla el cuarenta aniversario de la primera victoria socialista en unas elecciones generales en España. Un triunfo incontestable que supuso un antes y un después, no solo en la historia democrática del país, sino en el propio devenir histórico de nuestra sociedad.

Mirar al pasado en política es siempre un ejercicio recomendable y, en ocasiones, necesario. Necesario porque a veces resulta imprescindible recordar en qué posición partíamos antes de iniciar una etapa política y, con el tiempo, valorar con mayor acierto los resultados de dicha etapa cuando finaliza.

La llegada al poder de aquellos socialistas liderados por Felipe González supuso el inicio de una transformación absolutamente radical de la sociedad española en todo ámbito. En apenas catorce años, nuestro país dejó de ser un país de segunda fila en Europa y en el mundo para convertirse en miembro de pleno derecho de las instancias internacionales más relevantes.

Dice Felipe González que "quien no sabe de dónde viene tampoco sabe a dónde va", por eso no hay que olvidar que en aquel lejano 1982 todavía sufríamos los estertores del régimen anterior, protagonizados por quienes se resistían a la llegada de la alternancia política pacífica en España; por quienes siempre han pensado que el poder les pertenece a ellos; por quienes han querido impedir que en nuestra sociedad florezcan la igualdad, el desarrollo, la libertad y la justicia social.

La España de 1982 todavía padecía grandes problemas sociales, económicos, la lacra brutal del terrorismo, desequilibrios territoriales profundísimos y enormes carencias en infraestructuras y servicios públicos. Todo un desafío para una organización política, el PSOE, que apenas cinco años antes estaba ilegalizada y proscrita y que entonces asumió la tarea, que podemos calificar de épica, de gobernar tras alcanzar el poder con el mayor porcentaje de voto jamás logrado por un solo partido en democracia en nuestro país.

Hacer un balance certero y resumido de un periodo tan apasionante de la historia española es un trabajo harto complicado. Pero es innegable que, a pesar de los errores, los desaciertos y los momentos menos felices, la gestión socialista de esos años transformó para mucho mejor este país. Éramos un país condenado al analfabetismo y al subdesarrollo y nos convertimos en un Estado referente en materia de derechos, libertades y crecimiento económico.

No solo conseguimos entrar en la Comunidad Europea, hito esencial del siglo XX en España, sino que fueron mejoradas nuestras infraestructuras, se diversificó nuestra economía, abrimos nuestras puertas y ventanas, tanto tiempo cerradas, al aire fresco de la libertad y el desarrollo para dejar atrás definitivamente los años tenebrosos del franquismo. Logramos hacer de este país un lugar más igualitario, justo y del que todos y todas podíamos sentirnos más orgullosos.

Mirar al pasado en política es siempre un ejercicio recomendable y, a veces, necesario

Siempre he pensado que un buen gobierno se evalúa en función de su sensibilidad con los sectores de población más vulnerables, por eso los ejecutivos de Felipe González serán recordados, entre otras cosas, por conseguir hacer realidad grandes reivindicaciones sociales como la creación de la sanidad pública, gratuita y universal, o la aprobación de la primera ley que despenalizaba la interrupción voluntaria del embarazo.

En esos años pudimos comprobar de primera mano cómo era posible romper barreras invisibles, la que nos impedían crecer como sociedad, sin miedo a ningún tipo de regresión o retroceso. Con estos primeros gobiernos socialistas pusimos las bases de la consolidación definitiva de la democracia y de la creación de un verdadero Estado del Bienestar. Nos encontramos un país con mucho por hacer y dejamos otro totalmente distinto, más libre, maduro y que ofrecía más y mejores oportunidades a su población.

El gobierno fruto de esa colosal victorial electoral abrió camino a una revolución silenciosa que era escrita en el BOE cada semana, como dice Felipe González, "con la letra y la pasión por la libertad". Una revolución silenciosa en la que no había exclusiones y en la que el afán más importante era no dejarse a nadie atrás. Luchar contra la lacra de la desigualdad forma parte del ADN del PSOE, por eso los posteriores gobiernos socialistas, de José Luis Rodríguez Zapatero y Pedro Sánchez, han seguido la misma estela que aquellos pioneros de hace cuarenta años. La igualdad sigue siendo nuestro principal objetivo y en esa tarea seguimos.

Seguimos afrontando, con el mismo espíritu, otros desafíos provocados por las sucesivas crisis económicas que hemos padecido en los últimos catorce años. Desafíos como el aumento de la pobreza, la inestabilidad política, el regreso de los discursos ultraderechistas a las instituciones políticas, la necesidad de ofrecer un futuro mejor y con posibilidades a nuestros jóvenes. Retos igual de importantes que los que enfrentaron Felipe González y sus gobiernos.

Hoy, con Pedro Sánchez al frente, damos pasos adelante en los legados que nos dejaron los periodos de gobierno socialistas anteriores. Avanzamos en la realización de políticas europeístas, respetuosas con el medio ambiente, feministas, igualitarias, y sobre todo sensibles con quienes menos posibilidades tienen de prosperar en nuestra sociedad.

La España de 1982 todavía padecía grandes problemas sociales y la lacra del terrorismo. Todo un desafío para un partido que apenas cinco años antes estaba ilegalizado

Por eso ampliamos los derechos conseguidos en los años ochenta y noventa del siglo pasado y los consolidados con los gobiernos de Zapatero. Y lo hacemos porque, como dice nuestro presidente y secretario general, el PSOE es un partido autónomo libre de cualquier tipo de presión, por muy fuerte que sea el que pretenda modificar nuestro rumbo político.

La España de hoy, la que es libre, europea, reconocida internacionalmente, pionera en muchos ámbitos que tienen que ver con la economía, la industria, la innovación, la investigación o la calidad de sus servicios públicos, es heredera directa de todos los ejecutivos socialistas que han gobernado este país durante más de veinticinco años en esta última etapa democrática.

Como socialista, es un orgullo formar parte de ese legado que, sin duda alguna, seguirá creciendo y contribuyendo a hacer de España un país moderno, abierto y donde la ciudadanía pueda tener las mismas oportunidades de prosperar. Hace cuarenta años iniciamos un camino, hoy seguimos honrado la palabra dada al pueblo, con la esperanza de un país en continua evolución en favor de la igualdad, la paz y la libertad.

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