Los rituales de sacrificios de gatos negros en Halloween, ¿verdad o mito sin fundamentos?

  • Aunque no existen registros ni evidencias de que esta práctica se realice, es un mito que se repite año tras año.
Gato negro junto a una calabaza.
Gato negro junto a una calabaza.
Cobalt123, CC BY-NC 2.0, Flickr
Gato negro junto a una calabaza.

“Acordaos de cuidar a vuestros gatos negros y no dejarles salir, que llega Halloween y hay gente que los roba, sacrifica y les hace cosas malas”. “No regales ni des en adopción gatos negros en Halloween, que los utilizan para rituales”. “En octubre, ¡no des en adopción gatos negros!”. Esto son solo unos poquísimos ejemplos que se pueden leer, se suman en centenares, que surgen desde el 1 de octubre en redes sociales, desde cuentas particulares y desde cuentas de asociaciones u organismos felinos, alertando a quien quiera que les lea sobre el peligro de sacrificios de gatos en rituales durante la noche de la Víspera de Todos los Santos, o Noche de los Muertos, el Samhain gaélico irlandés o, reconocible para todo el mundo, Halloween.

Pero la realidad es que este alarmismo, de origen incierto, es totalmente infundado y los gatos negros y blancos no se exponen a ningún peligro durante esta festividad. Se trata, simple y llanamente, de una leyenda urbana.

Los gatos negros se han asociado comúnmente con la mala suerte en nuestra cultura en los últimos siglos, como la tradición, cada vez más obsoleta, de santiguarse como protección si se cruzaba un gato negro en nuestro camino. El origen de esta superstición tampoco está clara, dado que el simbolismo de los gatos negros ha fluctuado profundamente a lo largo de los siglos y las civilizaciones. Así, para los egipcios, los gatos negros eran representaciones sagradas. También tenían connotaciones muy positivas en el folklore nipón y para las naciones celtas. En el libro “Nuestros gatos y todo sobre ellos”, publicado en 1889 y escrito por Harrison Weir, se recoge la superstición de que los marineros ingleses creían que los gatos negros traían buena suerte y seguridad en la navegación, por lo que solían llevar un felino de este color en sus embarcaciones. El cambio de percepción y atribuir un vínculo entre los gatos negros y el mal parece surgir alrededor del siglo XV junto al interés general hacia las llamadas ciencias ocultas. Nada que ver con otro mito, extendidísimo, de una bula papal de Gregorio IX en 1233 donde supuestamente promovía el exterminio de gatos negros en la edad media, y mucho menos, tiene relación con la pandemia de la peste negra que asoló Europa un siglo después. Leyenda urbana que merece otro artículo.

Pero volviendo al rumor que relaciona el sacrificio de gatos y la noche de Halloween, no existe evidencia en estadísticas, estudios o casos judiciales, que apoyen que hay un crecimiento, ni grande ni pequeño, de gatos utilizados en esos supuestos rituales vinculados a brujería, satanismo y otras prácticas. Puro mito.

En el año 2001, la web especialista en investigar leyendas urbanas y rumores llamada Snopes.com, publicaba un artículo advirtiendo que se trataba de una leyenda sin fundamentos, y con palabras duras, lo definía como un relato que bordea lo ridículo, sin acompañar de ninguna evidencia tangible y un contenido contradictorio y conflictivo.

Más reciente, en el 2020, Maldito Bulo, el medio nativo digital dedicado al fact checking, o verificación de hechos, publicó un artículo centrado en España sobre el mito de la tortura, mutilación y sacrificio de gatos negros en Halloween. Y su conclusión, de nuevo, es categórica: “ni la Guardia Civil, ni los Mossos d’Esquadra, ni la policía local de varias ciudades españolas tienen constancia de sacrificios de gatos en ritos satánicos”, recogen en su publicación. Tampoco aumenta el robo de gatos en viviendas privadas, albergues, protectoras o en perreras municipales. No se debe, por tanto, dar credibilidad a esta alerta ni perpetuar el rumor.

Primer plano de un gato negro.
Primer plano de un gato negro.
Hannah Troupe, Unsplash

Satanistas, brujería moderna, santeros y vuduístas rechazan estas prácticas

De forma indiscriminada, estos sacrificios de animales se asocian con diferentes creencias religiosas minoritarias en nuestra región y particularmente desconocidas, donde se mezclan términos, contenidos y prácticas entre ellas bajo las mismas categorías. Complementando la investigación que realizaron los periodistas de Maldito Bulo, y a la que poco se puede añadir, hemos hablado con representantes de las principales entidades religiosas a las que se acusa de practicar el sacrificio de gatos negros durante la Noche de los Muertos del 31 de octubre.

El presidente de Satanistas de España, Miguel Pastor, máster y doctorando en Ciencias de las Religiones por la Universidad Complutense de Madrid, nos indica que la celebración de Halloween es un día relevante para muchos satanistas, ya sea por aspectos espirituales o puramente festivos. Por otro lado, y más importante, Miguel nos aclara que “el objetivo del satanismo es que el practicante llegue a convertirse en su propia divinidad, no la adoración a Satán, como podría pensarse en un primer momento. Un sacrificio animal para ganarse su favor no tendría sentido. Además, el satanismo suele invitar a relacionarse con reciprocidad. Como los animales actúan de manera instintiva, siempre tendrán una inocencia intrínseca, lo que haría más improbable que un satanista busque hacerles daño”. Menciona, además, que existen órdenes satanistas como el Templo de Set, que cuenta con una agrupación especial dedicada a perseguir el maltrato animal.

Tampoco dispone de rigor ni evidencias el sacrificio de gatos negros relacionados con los cultos paganos como el wiccanismo (Wicca Celtíbera). Fernando González es Sumo Sacerdote de esta confesión religiosa en España. El principal dato que nos arroja es que la fiesta actual de Halloween no es una festividad en el calendario wiccano. Esta fecha que adaptó el cristianismo tardío de un festival céltico, el original Samaín o Samhain —y que sí tiene relevancia en el culto de la wicca—, es una oportunidad para celebrar el Año Nuevo celta y el inicio de la Mitad Oscura del Año (la antesala del invierno). Fernando nos informa, además, que cuando en tiempos pretéritos estas viejas religiones practicaban sacrificios, “existían las simulacra, por ejemplo, porque no todo el mundo podía matar grandes herbívoros habitualmente, donde se tomaba una imagen u objeto que representaba el objeto sacrificial, usando monedas con animales que se agujereaban o descabezando tinajas de vino como sustitución. Así que, ni tan siquiera tenemos que buscar motivos para no hacerlo. El sacrificio de gatos negros, achacado a los cultos paganos (de origen precristiano), en concreto a la wicca, es mera propaganda fundamentalista”.

Erol Josué es sacerdote vuduísta, compositor y coreógrafo y director de la Oficina Nacional de Etnología de Puerto Príncipe, Haití. Erol Josué indica que la noche de Halloween no tiene ningún tipo de simbolismo en el vudú, sino que practican la festividad a partir de la mañana del 1 de noviembre (el festival Fête Gede), con ceremonias que pueden durar hasta dos días. Ni gatos ni perros han sido ni son sacrificados en los rituales vudú, asegura el houngan, que aclara que los gatos y perros se consideran espíritus amigables e incluso elementos naturales de protección, por lo que su sacrificio ritualista resultaría incoherente con sus creencias y sin objetivo. Los gatos negros, en particular, tienen su propia tradición y si ven uno de noche creen que es una sacerdotisa, o manbo, que se transforma de noche. Es decir, los gatos negros serían madres de la magia, y por lo tanto, respetados. “El vudú está automáticamente estigmatizado”, se queja.

Adeyinka Olaiya es un artista nigeriano, escritor y defensor de la cultura, tradición y religión yoruba en la diáspora, de donde surgió la santería afrocubana que se desarrolló a finales del siglo XIX. También es investigador en el Centro Cultural Africano de São Paulo, Brasil, y ha publicado en revistas internacionales de todo el mundo y exhibido sus obras de arte en varios continentes. Adeyinka nos señala que Halloween no es una celebración oficial, ya que en la cosmología yoruba, esta noche se relaciona con una congregación espiritual de fuerzas invisibles, a las que temen. Dicho de otra forma, es una noche en la que no tienen ningún interés en atraer la atención sobre sí mismos realizando cualquier tipo de sacrificio. Los gatos, nos informa, “son considerados la encarnación de los espíritus de Aje. No se sacrifican en la religión yoruba. Son símbolos espirituales y vinculados con los espíritus de nuestras madres”. Los practicantes yorubas realizan sacrificios animales, pero nunca con gatos, sea cual sea su color, y menos en la noche de Halloween, “porque los gatos son considerados como las moradas de Aje, es decir, el propio Halloween”. Mención aparte tienen los gatos negros en países como Nigeria, donde la religión yoruba es predominante y las supersticiones religiosas siguen enraizadas profundamente en la comunidad. En un reciente artículo del proyecto Artes y cultura yoruba en Brasil, publicado por el propio Adeyinka Olaiya, el autor y practicante informa que en este país africano, se ha adoptado una errónea interpretación sobre estos animales desde finales de 1970 a causa de películas como “AIYE”, de Ola Balogun, donde se representaba a un espíritu maligno en forma de gato negro. Esta película contribuyó a propiciar una mala imagen de estos animales, y que nunca perteneció a las raíces de la santería yoruba. “Los gatos no son brujos, ni están asociados a la mala suerte”, señala Adeyinka en su texto, “todos los animales representan una cosa u otra en la espiritualidad yoruba y son importantes para su mitología. En algunas tribus de Nigeria comen gatos, pero es una práctica fuertemente condenada y no guardan ninguna relación con la religión yoruba o la santería”, finaliza.

Por buena intención que haya tras la alarma infundada, no se hace ningún favor a los animales protegiéndoles de un peligro que no existe, y cuyas consecuencias, de hecho, pueden ser perjudiciales al forzar que los gatos negros deban permanecer más tiempo en las protectoras, negándoles la opción de encontrar un hogar definitivo. Esto no solo redunda en el estrés o el riesgo a exponerse a una enfermedad dentro de los albergues, protectoras o perreras, sino que afecta también al resto de animales que no podrán ser acogidos porque estos gatos siguen ocupando un espacio que se necesita libre de forma imperiosa.

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