Entrevista

Carmen Posadas: "Parece que pesa más la opinión de un 'influencer' que la de un premio Nobel"

fotografo: Jose Gonzalez [[[PREVISIONES 20M]]] tema: Entrevista con Carmen Posadas
La escritora Carmen Posadas posa durante un encuentro con '20minutos'.
JOSÉ GONZÁLEZ
fotografo: Jose Gonzalez [[[PREVISIONES 20M]]] tema: Entrevista con Carmen Posadas

La escritora Carmen Posadas aúna ficción y realidad en Licencia para espiar (Espasa), una novela donde hila las historias reales de varias mujeres que se dedicaron al fascinante oficio de espiar.

¿Ha cambiado su visión sobre el espionaje con la escritura de este libro?Tenía muy idealizado el oficio. Hay espías increíbles que han realizado labores extraordinarias, pero luego hay otra rama del espionaje, también muy eficaz, que es más aburrida. Recuerdo que me compré varios tratados del espionaje y pensé 'menudo bodrio'. 

A su hermana le ofrecieron ser espía. ¿Cuál debía ser su tarea?Cuando le ofrecieron ser espía estaba como loca. Le hacía mucha ilusión. Pero, cuando preguntó en lo que consistía su trabajo, se llevó un chasco espantoso: tenía que estar sentada en una habitación, delante de una mesita, escuchando durante horas y horas la radio de Moscú. Pero esa labor también es importante, y complementa a la más atractiva.

¿En qué perfiles se suelen fijar los reclutadores de espías?Es muy importante hablar idiomas. Sobre todo aquellos que no sean muy corrientes. Poca gente habla chino, ruso… Esos perfiles interesan siempre.

¿Se suele empezar a edades muy tempranas?Hay de todo, y siempre se tiene que pasar por un periodo de entrenamiento. Los candidatos son espiados por otros espías durante dos años. No pueden tener ningún flaco. Por ejemplo, antiguamente, si eras gay no te podían fichar, porque eras alguien vulnerable.

Dice que hay que separar la realidad de la ficción. ¿Qué tópico sobre las espías habría que derribar?
Entrevisté a una espía que me contó que solemos tener la imagen de que las espías son siempre atractivas. En la época en la que España tuvo que luchar contra ETA había mujeres muy valientes que tenían que renunciar a su vida para poder infiltrarse en la banda terrorista. Ese tipo de labor tiene un coste personal muy grande. Pero cada trabajo es diferente. Por ejemplo, no hacían lo mismo estas espías que las que hay en las embajadas.

De hecho, usted convivió con espías en la embajada de Moscú. ¿Es tan emocionante como suena?Uf, era tremendo. Recuerdo que, si queríamos intimidad, nos teníamos que ir al cuarto de baño y abrir la ducha a todo gas para distorsionar el sonido. Después, cuando mi madre venía a visitarnos a España, durante bastante tiempo estuvo hablando muy bajito, porque, de alguna manera, seguía pensando que la espiaban.

Cuenta que el periodismo tiene cierta vinculación con el espionaje.Muchísima. De hecho, hay una gran cantidad de espías que al mismo tiempo ejercían como periodistas. Madrid se convirtió en un nido de espías cuando Alemania intentó que España entrara en la guerra a favor del eje. Los ingleses, sobre todo, enviaron a un montón de informadores que, en realidad, eran espías. El espía alemán sabía perfectamente quién era el espía inglés, se conocían entre todos.

Decía Franklin D. Roosevelt que la labor de las espías que operaron durante la Segunda Guerra Mundial no llegó a conocerse, pese a que sirvieron a su país con "más eficacia que diez mil hombres".Él se refería, en concreto, a una espía a la que Hitler llamaba ‘mi princesa’. Tuvo un papel muy destacado porque consiguió que Hitler ganara mucho dinero de los ingleses. En el libro hay una foto muy curiosa de la reina de Inglaterra haciendo el saludo fascista. Todo el mundo se sorprende, pero en la clase alta inglesa todos eran prohitler. Antes de que empezara la guerra, claro.

Aclara sobre su libro que no busca contribuir a la "agotadora lista de novelas de mujeres, para mujeres, sobre mujeres". ¿Por qué? ¿Cree que existe una saturación de estos títulos?Durante años solo ha habido novelas de hombres sobre hombres y para hombres, y con el tiempo el papel de la mujer en la sociedad ha cambiado, y es lógico que haya más novelas de este tipo. Pero a mí me parece un poco aburrido, así que mi libro solo busca reconocer a mujeres poco conocidas. Hay multitud de espías hombres, pero no sobre mujeres.

En una conversación con Pilar Cernuda sobre esta cuestión, la periodista decía que detrás de grandes espías hombres estaba el trabajo de espías mujeres que nunca fueron reconocidas.Claro, porque al final el mundo del espionaje no se distingue de otros mundos en los que los hombres se cuelgan la medallita. En mi gremio hay cantidad de escritores hombres para los que escribían sus mujeres. Era bastante habitual.

Cuenta que cada vez se habla "menos de verdad y más de relato". ¿Cómo ha cambiado el lenguaje con el tiempo?El relato es un sinónimo de la mentira. Nadie se toma la molestia de preguntarse si las cosas son verdad. Se creen el relato que se les vende. El lenguaje nunca es inocente, pero la gente no se fija. A mí me gusta mucho escuchar las palabras que se usan. Son muy reveladoras.

¿Cada vez se miente más?Bueno, el ser humano siempre ha tenido la tendencia de contar más mentiras que verdades, porque son más divertidas, ¿no?

¿Piensa que los discursos que se difunden en internet perpetúan esta situación, o al contrario?Existe lo que se llama sesgo de confirmación. La gente solo se informa por los medios que refuerzan sus creencias. Por eso no se contrastan las opiniones.

Esto recuerda a un término que usa bastante: la ‘inversión cultural’.Sí. Antes la información iba de arriba a abajo. Una persona que tenía mucho predicamento, como un científico, tenía una opinión que permeaba en el resto de la sociedad, que estaba influida por su mensaje. Pero ahora la información se transmite de abajo a arriba. Tú me dirás si los influencers saben de algo… pero ahora su opinión parece que ahora pesa más que la de un premio Nobel.

Volviendo a la literatura… A usted le gustan mucho los personajes antagonistas, ¿no?Es que pienso que, en esta sociedad, nadie es buenísimo. Todos tenemos una parte malvada. De hecho, necesitamos de la maldad para sobrevivir. Personalmente, no suelo creerme mucho a los buenos, y los malos siempre son interesantes, complejos, poliédricos… ¡Pero me estoy centrando en la literatura! En la vida real, me quedo con los buenos, por supuesto.

Ya son varias décadas como escritora. ¿Ha cambiado algo en su faceta como escritora?Bueno, lo que ganas por un lado, lo pierdes por el otro. Cuando empiezas tienes una frescura e ilusión que poco a poco más perdiendo. Me cuesta mantener el entusiasmo, pero crece la experiencia.

¿Eso significa que pasa por crisis creativas?Sí, las hay, las hay... aunque por suerte nunca he tenido un bloqueo absoluto. Cuando te quedas sin inspiración, es un drama.

¿Usted dónde la encuentra?Pues si me preguntaras qué voy a escribir ahora, te diría que no tengo ni idea. Pero en marzo me pongo una pistola en la sien y me dijo ‘Carmen, búscate un tema’. Cuando lo buscas, lo encuentras.

Hay que ser disciplinada en alimentar la disciplina, ¿no?Sí. Por ejemplo, yo siempre escribo de espaldas a la ventana, porque soy una persona que muy curiosa y me distraigo fácilmente. Evito tener tentaciones.

¿Es de seguir rituales a la hora de ponerse a escribir?Antes tenía muchos. Era muy supersticiosa. Ponía una manzana en la mesa, como Agatha Christie. También tomaba té, escribía en un cuaderno que se abría de una manera concreta, usando un rotulador negro… ¡Tenía muchas manías! Pero ahora escribo en los aviones, trenes, cafeterías… Así que se me han ido todas.

¿Se le ha llegado a quedar algún título en el cajón?Dos novelas que tuve que abandonar. Una la empecé a escribir en una época muy complicada de mi vida. Estaba en el ojo público y tenía miedo de que la gente pensara que estaba haciendo una autobiografía encubierta. La otra novela era sobre María Bonaparte, pero me di cuenta de que me estaba equivocando. Ella era una discípula de Freud, y él me parece un charlatán.

¿Duelen los trabajos inacabados?Sientes algo terrorífico, como si te cortaran una mano, pero a veces es necesario parar.

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