Juan Luis Saldaña Periodista y escritor
OPINIÓN

Dudas en el bolsillo del ciudadano

El bolsillo del ciudadano, ¿flores o malas hierbas?
El bolsillo del ciudadano, ¿flores o malas hierbas?
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El bolsillo del ciudadano, ¿flores o malas hierbas?

España parece la tómbola Antojitos. Los presidentes autonómicos giran la ruleta y anuncian bajadas de impuestos a los ciudadanos en la parte en la que pueden hacerlo. Se nota que se acercan las elecciones y lo que prima es la supervivencia, la tan repetida permanencia en el poder. El gobierno central, en una actitud curiosa que ya vivimos en la pandemia, trata de matizar y contrarrestar la independencia competencial de los gobiernos autonómicos por medio del BOE.

Vuelve el debate sobre dónde está mejor el dinero. Hay una argumentación doctrinal interesante en este aspecto, pero no se le hace mucho caso. Se va directamente a lo ideológico y en ese terreno no hay medias tintas. Un estribillo responde con la conocida frase de “en el bolsillo del ciudadano” y el otro estribillo afirma con seguridad  “sanidad y educación”. Como siempre, ambos tienen su parte de razón, pero sería preciso llegar a un acuerdo, a un punto medio o a una cifra o porcentaje de entendimiento.

Patxi López, portavoz del PSOE en el Congreso, lo dijo hace poco: “cuando toca ir al hospital, el dinero no está mejor en el bolsillo del ciudadano”. Lleva parte de razón, pero no toda. El mismo argumento se derrumba si hablamos de las duplicaciones del gasto público, la corrupción, las malversaciones, los presupuestos no ejecutados, el número excesivo de cargos públicos y de personal de confianza y un largo número de casos ante los que el ciudadano preferiría, sin duda, tener el dinero en el bolsillo.

El viejo estribillo de que paguen más los que tienen más parece razonable, pero no es efectivo con la legislación actual

Habría que preguntar al ciudadano qué parte de un supuesto sueldo de mil euros está dispuesto a sacar de su bolsillo para tener una buena sanidad y educación. Esa cifra sería interesante y estaría bien conocer cómo la calculan los diferentes partidos políticos. También sería útil saber en qué cifra y con qué motivos el ciudadano empezaría a sentirse incómodo. Quizá en el futuro, con las nuevas formas de participación política basadas en la tecnología, podamos llegar a un acuerdo. Mientras tanto, el debate parece condenado al brochazo.

Hay dos realidades que no conviene olvidar: la inflación ha supuesto una recaudación extra para las arcas públicas. Parece razonable que el ciudadano tenga un respiro tras este esfuerzo de imposición indirecta. El viejo estribillo de que paguen más los que tienen más parece razonable, pero no es efectivo con la legislación actual. El reto está en pasar del debate superficial a algo medible y accionable. Parece que los políticos tienen, por ahora, poco interés en conseguirlo. 

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