Adoptar un perro, salvar dos vidas: "La adaptación fue suave y natural, aunque nos costó superar algunos dejes de perro callejero"

Lorena con uno de sus perros adoptados.
Lorena con uno de sus perros adoptados.
CEDIDA
Lorena con uno de sus perros adoptados.

Adoptar a un animal supone salvar dos vidas, un viejo mantra de las protectoras que hace referencia a la vida del animal adoptado y al hueco que queda para rescatar a otro. Pero esa adopción a veces no sale como uno espera. Muchas veces tenemos unas expectativas que no se cumplen, no termina cuajando nuestro estilo de vida con la responsabilidad de tener un animal a nuestro cargo o, simplemente, una vez lo tenemos en casa, nos viene grande y no sabemos lidiar con ello. Por eso el 10% de los animales son devueltos en los tres primeros meses. Sin embargo, cuando el tándem entre animal y hombre sale bien, los resultados son asombrosos.

En un momento determinado de su vida, Dártirus, Lorena y Mariló decidieron añadir a su núcleo familiar un compañero de cuatro patas. Ninguno sabía si iba a ser fácil, si iba a salir bien o si estarían a la altura de los peludos que iban a llegar a su hogar, sin embargo, no dudaron en darles una oportunidad y, a la vez, dárselas ellos mismos de convertirse en fantásticos "padres peludos".

Dártirus Andrés, cervecero artesanal de 28 años, solo había tenido animales en casa cuando vivía con su madre. Su conexión con los perros siempre fue algo especial y , de alguna forma, siempre sabía cómo tratar con ellos, como tener una forjar una buena relación entre ambos. Por ese motivo, al independizarse pensó en si podría darse el lujo de adoptar un perro y tenerlo a su cargo. 

"Después de un año viendo que mi economía me lo permitía, decidí hacerlo", cuenta Andrés. "Quería tener un compañero, un hermano peludo que viviera conmigo y del que cuidar y al que hacer feliz, además, si vivo acompañado de un perro mi vida también es mejor".

Así, hace cinco años que Dártirus fue al centro de acogida más cercano a su casa, sin ningún tipo de idea preconcebida, a ver a los animales que buscaban un hogar. "Aunque siempre me han gustado más los perros grandes, vi a todos los que tenían, por si se daba esa conexión con cualquier otro can de tamaño mediano o pequeño", recuerda.

"Podías meter la mano en los cubículos con rejas para acariciarles y, cuando llegué al de Sirius, antes de que pudiera hacer nada, vino corriendo hacia mí, sacó la pata y la puso en mi hombro, como si me estuviera diciendo que le escogiera a él", rememora. "Lo tomé como una señal y decidí llevármelo a él".

Tras cumplir con el papeleo pertinente, pasar los filtros de la protectora y tener una primera toma de contacto con el can de, por aquel entonces tres años, Andrés se llevó a Sirius a casa, su nuevo hogar. "La adaptación fue muy suave y natural, aunque recuerdo que al principio me costó mucho quitarle algunos dejes de cuando fue un perro callejero, antes de que le encontrase la protectora", comenta.

Dártirus y su perro Sirius, durante un paseo.
Dártirus y su perro Sirius, durante un paseo.
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"Durante los primeros meses se iba mucho a los contenedores y más de una vez tuve que sacarle cosas que se metía en la boca", explica. "También comía muy rápido cuando le servía la comida, aunque ya ha relajado bastante esos comportamientos".

Otra de las cosas que Dártirus tuvo que trabajar con Sirius fue el miedo a los golpes o ruidos fuertes. "Poco a poco hemos ido aminorando las reacciones que tenía cuando llegó, que temblaba mucho y estaba aterrado, ahora los ruidos le molestan, pero no es tan intenso", asegura.

Después de todo este tiempo, Andrés puede afirmar sin duda alguna que Sirius tiene una buena vida y es feliz. "Estamos acostumbrados el uno al otro, con nuestras manías que nos respetamos y mucho equilibrio en nuestra convivencia", detalla. "Mucha gente me dice que este perro ha tenido mucha suerte, pero la verdad es que yo también la he tenido con él. Es como un hermano pequeño al que cuido con todo mi ser".

Los animales "invisibles" también necesitan un hogar

Algo similar le ocurrió a Lorena García, peluquera canina de 28 años, quién decidió adoptar a su primer perro, Hachiko, cuando se independizó. "Por una parte, me sentía un poco sola y, por otra, como me dedicaba a cuidar perros y tener su compañía durante el día, me quedaba muy triste cuando volvían a sus casas", explica.

Hachiko, Truli y Sparky, los perros que ha tenido Lorena en adopción.
Hachiko, Truli y Sparky, los perros que ha tenido Lorena en adopción.
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"Encontré por internet una protectora (La senda de gala) y vi a Hachiko en sus redes sociales, así que quedé con ellos para ir a conocerle, a que me explicaran cómo funcionaba la adopción y todo lo necesarios", relata. "Todo salió superbien así que me lo llevé a casa".

En el caso de Lorena, la adaptación del nuevo miembro de la familia fue muy complicada, porque Hachiko era un perro con muchos miedos. "Al principio, tenía que pasearlo con collar y arnés porque los ruidos le asustaban muchísimo y tendía a escaparse", cuenta. "En casa estaba más tranquilo, pero poco a poco empezó a generar ansiedad por separación, lo que tuvimos que trabajar mucho con él".

"Aunque con las personas es más desconfiado, una vez se fía de ti, es un perro muy bueno y sociable, se lleva bien con cualquier animal", asegura García. "Tampoco quiero forzar nada, si no quiere que le toquen desconocidos, está bien, hay que respetarlo".

Pero Hachiko no es el único animal que la peluquera canina ha adoptado, cuando vivía con su expareja, adoptaron también a Truli, un Jagd terrier y a Sparky, un galgo, además de dos gatas, Kika y Gwen, aunque ahora solo convive con Hachiko y sus dos gatas.

Sparky, el galgo que peridó una pata y que Lorena decidió adoptar.
Sparky, el galgo que peridó una pata y que Lorena decidió adoptar.
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Cabe destacar que, Lorena decidió adoptar a Sparky con mucho miedo a la reacción de Hachiko, pero lo hizo porque sabía que aquel galgo no iba a encontrar otro hogar, o al menos, así lo sentía. "Lo adoptamos tras hacer su seguimiento en las redes sociales de la protectora", cuenta. "Había sido rescatado tras ser atropellado y, todavía herido, cedido a la protectora por un cazador que ya no estaba interesado en hacerse cargo de él, porque no le servía un galgo en esas condiciones".

"Al ver que no podían salvarle la pata y que se la amputarían me dio mucha pena y pensé que, a pesar de lo guapo que era, con tres patas no lo iba a querer nadie", expresa García. "Tuve la necesidad de darle a ese perro la oportunidad de tener una familia".

Por suerte para Lorena, la adaptación de Sparky a la casa y su relación con Hachiko fue buena desde el principio. "Era también un perro miedoso pero más avispado. Por ejemplo, se adaptó muy bien a subir y bajar las escaleras de nuestro bloque", comenta.

Con tres patas no lo iba a querer nadie y tuve la necesidad de darle a ese perro la oportunidad de tener una familia

Desgraciadamente, hace unos pocos meses que Sparky sufrió una lesión en su otra pata que, a pesar de todos los esfuerzos posibles, le costó la vida. Sin embargo, Lorena sabe que le dieron una buena vida hasta que pudieron, algo que posiblemente no habría hecho todo el mundo y que las protectoras tanto mencionan siempre, ya que el galgo pertenecía a los llamados "animales invisibles", aquellos que por enfermedades o problemas son tan difíciles de dar en adopción. "Sparky ha sido, sin duda, el más feliz de todos".

Familia numerosa

Por otro lado, muchas personas pueden considerar que cuando se tiene una amplia familia adoptar un perro o gato no es una buena idea, ya que son demasiadas responsabilidades, algo con lo que Mariló Eléxpuru no estaría de acuerdo, ya que vive con sus dos perros Charlie y Nana, sus dos gatos, Shira y Balú y sus tres hijos, Mónica, David y Fabiola.

"Muchos pensarán que estoy loca pero la felicidad que me proporcionan, lo que experimento cuando llego a casa y ellos están ahí para recibirme, especialmente ahora que mis hijos se van haciendo mayores y no están tanto en casa, eso es algo que he elegido yo", afirma la ayudante de cocina de 55 años.

Mariló decidió quedarse a Charlie, un mestizo de ahora seis años, cuando una compañera de su antiguo trabajo lo iba a llevar a una perrera porque ya no podía hacerse cargo de él. "No podía permitirlo. Hablándolo con mis hijos decidimos quedárnoslo", asegura.

Charlie, el primer perro que adoptó Mariló.
Charlie, el primer perro que adoptó Mariló.
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Pasado aproximadamente un años, Eléxpuru, que siempre ha seguido a muchas protectoras de animales en redes sociales, vio una foto de Nana y, al verla la cara supo que era la compañera que Charlie necesitaba. "He tenido mucha suerte porque ambos se adaptaron genial a su nuevo hogar", asegura.

"Cuando llegó Charlie no hubo ningún problema, eso que venía con cinco meses", cuenta. "Y Nana, aunque fue una explosión de energía, se adaptó también muy bien, se llevaron los dos estupendamente desde el principio".

Al vivir en un entorno rural, en una casa grande y con un patio y zona donde jugar y divertirse, los perros de Mariló viven felices. Sin embargo, Mariló no pudo negarse a traer otro miembro peludo más a la familia. Un año más tarde llegó Shira. "Pedían en redes sociales que alguien se hiciera cargo de un gato recién nacido que se habían encontrado junto a sus cuatro hermanos murtos en la orilla de un río", recuerda la ayudante de cocina. "Como en aquel momento la situación lo permitía, lo acogimos".

Cuando veo la cantidad de abandonos y los perros y gatos que hay en la calle y que no saben qué es el amor, es cuando me doy cuenta que mis animales son felices

"Shira necesitaba una atención constante, ser alimentada con biberón y muchos cuidados aunque Nana nos ayudó mucho", explica. "Se encargaba de lavarla, estimularla los genitales para que hiciera sus necesidades, fue increíble, se implicó toda la familia, humana y perruna".

Así, la pequeña gatita salió adelante, convirtiéndose en "el alma" de Mariló, ya que ambas tienen "una conexión muy fuerte y especial". "Al año de aquello decidí que a Shira le vendría bien un compañero, así que trajimos a Balú, que vino de una especie de casa donde les estaban buscando un hogar", añade.

"Recuerdo que, mientras que todos se adaptaron muy bien, la llegada de Balú a casa trajo consigo que Shira se pusiera muy enferma", comenta Eléxpuru. "No comía, no bebía, no quería hacer nada. La llevamos al veterinario a hacerla mil pruebas y no la encontraron nada. Fue muy angustioso hasta que, unos días después, probó un poco de una loncha de pavo".

Shira y Balú, las dos gatas de Mariló.
Shira y Balú, las dos gatas de Mariló.
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Mariló recuerda que la veterinaria sugirió que podría haber sido algo psicosomático, por la incorporación de Balú a la familia, pero ella no cree que fuera así ya que "Shira adoró a su nuevo compañero desde el primer momento, lamiéndolo y estando con él todo el rato". "Nunca lo sabremos con seguridad, pero lo importante es que ahora se llevan todos genial", afirma.

Tras el paso de los años, Eléxpuru se pregunta muchas veces si sus perros y gatos serán felices. "Cuando veo en las redes sociales la cantidad de abandonos, los perros y gatos que están tirados en la calle y que no saben qué es el amor, es cuando me doy cuenta que mis animales son felices", concluye.

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