Javier Moreno Presidente de la delegación socialista española en el Parlamento Europeo
OPINIÓN

¡Felicidades, querido CETA!

  • "Se han dejado de oír las voces contra este acuerdo comercial, al que atribuían todos los males de la globalización".
  • A FONDO ¿Qué es el CETA?
Donald Tusk, Justin Trudeau y Jean Claude Juncker, antes de firmar el CETA.
Donald Tusk, Justin Trudeau y Jean Claude Juncker, antes de firmar el CETA.
EFE
Donald Tusk, Justin Trudeau y Jean Claude Juncker, antes de firmar el CETA.

Estos días se han cumplido cinco años de la entrada en vigor provisional del Tratado Global, Económico y de Libre Comercio entre la Unión Europea y Canadá, conocido como CETA.

Después de este tiempo, se han dejado de oír las voces que estallaron en contra de este —y no solo este— acuerdo comercial, al que atribuían todos los males de la globalización. Un ruido que inundó las redes, que se oyó en manifestaciones de grandes ciudades europeas y que 5 años después se ha desvanecido, acallado ante la evidencia de que no solo ninguno de los malos augurios se ha cumplido, sino que, a pesar de su provisionalidad, ha proporcionado crecimiento económico sostenible y puestos de trabajo en la UE.

En este quinquenio, los flujos comerciales bilaterales de mercancías han aumentado un 31%, alcanzando los 60.000 millones de euros, con un crecimiento aún mayor del 41% en el comercio de alimentos y productos agrícolas. Y si miramos desde este lado del Atlántico, constatamos que este aumento ha beneficiado a los productores y a los trabajadores europeos, ya que las exportaciones de bienes a Canadá crecieron un 26% desde que entró en vigor, creando 700.000 puestos de trabajo en la UE.

En materia climática, merece la pena recordar las estrictas disposiciones que contiene este tratado, que contempla como uno de sus objetivos aumentar el comercio de bienes, tecnologías y servicios inocuos para el clima; habiéndose registrado un crecimiento del 27% en el comercio de bienes ambientales en 2021.

Pero también ha dado a la UE acceso privilegiado a las materias primas canadienses, eliminando aranceles y reduciendo los riesgos de la cadena de suministro en tiempos de alta demanda. Las importaciones europeas de metales básicos aumentaron un 143% entre 2016 y 2021, mientras que las importaciones de minerales se han incrementado un 131%. Estamos hablando de recursos fundamentales para sectores industriales europeos clave, como puede ser la producción de baterías.

Y por acabar los ejemplos con un sector que hoy en día cobra una especial relevancia, las importaciones de energía de la UE desde Canadá han crecido un 70 % entre 2016 y 2021.

Estas son solo algunas cifras que poner sobre la mesa para constatar una evidencia histórica: el comercio siempre ha existido, haciendo prosperar a los pueblos y fortaleciendo las relaciones entre ellos. Por tanto, la pregunta que tenemos que hacernos no es ¿comercio sí o no? Sino ¿cómo queremos comerciar? Y la respuesta es que queremos un comercio basado en reglas justas, transparentes y sostenibles, que beneficie a todas las partes implicadas.

Y justo esto es el CETA, un acuerdo en el que los europeos comerciamos con el pueblo más europeo fuera de Europa, Canadá, un país con el que compartimos valores, cultura democrática, la defensa del Estado de Derecho, de los derechos humanos, de la igualdad de género; compartimos la determinación de luchar contra el cambio climático, el terrorismo y el crimen internacional… De ahí que este sea mucho más que un acuerdo comercial y de que aquella pregunta que lanzamos hace cinco años quienes estamos convencidos de los beneficios del comercio basado en reglas y valores siga siendo pertinente: ¿Si no comerciamos con Canadá, con quién vamos a comerciar?

Estamos hablando de un país que es un pilar clave en nuestras relaciones transatlánticas, algo que se hizo muy evidente cuando la Administración norteamericana estuvo en manos de Donald Trump. Entonces, y también ahora, Canadá es una pieza clave para la estabilidad y la prosperidad de esta zona geográfica, y un socio imprescindible en el ámbito de la OTAN, como se constata en la actual situación geopolítica marcada por la guerra de Putin.

Desde que el líder ruso invadiera Ucrania, el gobierno canadiense ha mantenido su firmeza y su unidad en la respuesta a la agresión, en cómo hacer frente a la crisis energética y a la seguridad alimentaria, e inquebrantable en su política de acoger a refugiados e integrarlos en la sociedad.

Una vez disipados los miedos infundados y haberse comprobado que desde que entró en vigor el Tratado con Canadá los beneficios se han incrementado, incluso me atrevo a decir que han sido mayores a este lado del Atlántico, ahora toca quitarle el sello de provisionalidad para que pueda desarrollarse en todo su potencial. Una vez culminada la ratificación, sectores como la industria del automóvil, por ejemplo, verán incrementado su desarrollo, algo que favorecerá enormemente a países como España.

"Debe ser ratificado por todos los Estados miembros"

Para su entrada en vigor definitiva debe ser ratificado por todos los Estados miembros, pero desde que lo votamos en 2017 en el Parlamento Europeo, solo 16 países lo han aprobado, entre ellos España. Al resto, tenemos que apremiarles con argumentos tan potentes como que beneficiará no solo a grandes corporaciones, como algunos quieren hacernos creer, sino a las pequeñas y medianas empresas.

Es esencial crear ese marco institucional amplio y sólido que nos permita desarrollar en todo su esplendor la cooperación en múltiples ámbitos, no solo los comerciales, también los culturales y geopolíticos. Porque Canadá es un aliado imprescindible en el tablero mundial, en el que los europeos tenemos que enfrentar desafíos como las amenazas de Putin, la relación con China en la región indo-pacífica o la reforma de la Organización Mundial del Comercio (OCM).

Sánchez recibe al primer ministro de Canadá, Justin Trudeau
Sánchez recibe al primer ministro de Canadá, Justin Trudeau
Europa Press

La parte del acuerdo relativa a la protección de las inversiones y al mecanismo de las diferencias solo entrará en vigor cuando todos los Estados miembros lo hayan ratificado, de ahí que la diplomacia parlamentaria se revele hoy como una herramienta esencial para lograrlo. Nuestro trabajo como parlamentarios y parlamentarias en este camino debe basarse en trasladar a los gobiernos, a nuestros colegas nacionales y regionales, al tejido empresarial y a la sociedad civil en su conjunto los beneficios que conlleva el CETA, que en solo 5 años ha beneficiado a un gran número de ciudadanos y ciudadanas europeas y canadienses.

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