Tamara Falcó afronta días difíciles. Aunque por momentos no sabe qué hacer y las dudas le confunden, la hija de Isabel Preysler parece convencida de no querer continuar su relación con Íñigo Onieva.

Refugiada en casa de su madre, son muchas las voces que le recuerdan que ha sido víctima de un escarnio público que no debería perdonar. Sabe que su novio le quiere, pero lo que más le duele no es la infidelidad, sino que fuera capaz de alargar una mentira e involucrar a terceras personas: "Una infidelidad es fácil disculparla porque ella es muy religiosa, pero el problema está en que en lugar de aclarar lo que pasó en realidad, se lo negó y la dejó a ella totalmente humillada en los medios”, dice alguien cercano".

Íñigo, que salió de la casa del alquiler de Tamara el domingo de madrugada y está viviendo desde entonces en la casa de su madre en La Moraleja, está absolutamente destrozado. No deja de llorar y lamentarse. Está totalmente arrepentido y ocupa su tiempo en ver cómo recuperar a la que considera el amor de su vida.

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Es consciente de las dimensiones del escándalo y no encuentra consuelo. Le costó compartir el comunicado de marras porque no estaba convencido de tener que justificarse y autoseñalarse ante la opinión pública. Tanto es así que, pese a que estaba previsto que subiera esas líneas un día antes, lo hizo el domingo al mediodía. Le convencieron para dar el paso en un intento desesperado por intentar que el vendaval mediático afecte lo menos posible a Tamara.

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Movimientos para proteger una marca comercial dentro de la 'Operación salvar a Tamara' en la que trabajan sus asesores. Serán los que decidirán, por ejemplo, si como está previsto la socialité reaparecerá esta misma tarde en un evento de arquitectura o si sus primeras palabras en público serán en el programa de Pablo Motos.

Todo está medido para que los contratos, nacionales e internacionales, no se tambaleen. Las empresas que cuentan con ella quieren que conserve su toque infantil y que se mantenga lejos, muy lejos, de las polémicas.