La llamada a filas de Putin separa a Ekaterina y su marido: "Ha salido de Rusia con amigos; decir que están aterrados es quedarse corto"

La escena tiene lugar en una pequeña localidad del Cáucaso (Rusia). En la oficina de reclutamiento decenas de hombres se enfrentan a la oficial encargada de alistarlos. Cuando les dice que deben luchar por el futuro, le responden que ni siquiera tienen presente. Con protestas o con resignación, la despedida para ir a luchar a una guerra muy lejana se hace dura.
Una mujer se despide de su marido antes de ser enviado a luchar a Ucrania.
ATLAS
La escena tiene lugar en una pequeña localidad del Cáucaso (Rusia). En la oficina de reclutamiento decenas de hombres se enfrentan a la oficial encargada de alistarlos. Cuando les dice que deben luchar por el futuro, le responden que ni siquiera tienen presente. Con protestas o con resignación, la despedida para ir a luchar a una guerra muy lejana se hace dura.
Una mujer se despide de su marido antes de ser enviado a luchar a Ucrania.
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La oscuridad se cernía todavía sobre las calles moscovitas, a la espera de que los primeros rayos de sol rasgasen los cielos de la capital rusa, cuando el marido de Ekaterina se despedía de su ciudad y de su hogar sin saber por cuánto tiempo. Un tren lo llevaría a Minsk, en la vecina Bielorrusia, antes de volar unos días después hasta Astaná, en la antigua república soviética de Kazajistán. Emprende, así, un duro camino hacia un exilio voluntario ante el temor de ser llamado a filas tras el anuncio de la "movilización parcial" de Vladímir Putin.

En un intento por escapar del yugo del Kremlin y de un posible reclutamiento, sus pasos los han seguido, apenas unas horas más tarde, cinco de sus amigos. Ellos lo hacen, sin embargo, con la incertidumbre de si podrán abandonar Bielorrusia y cuándo, pues los pasajes en avión desde Minsk están agotados hasta octubre, explica Ekaterina todavía en Moscú. Esta es solo una de las rutas elegidas por algunos de los miles de ciudadanos rusos que han dejado el país en las últimas horas tras la orden del presidente de enrolar a reservistas del pasado miércoles.

"Cuando Putin anunció la 'movilización parcial', durante las primeras horas, la gente estaba en shock. Mi marido y yo buscamos billetes para volar a Estambul, pero, a las once de la mañana, eran ya carísimos y no había disponibilidad hasta el 25 de septiembre. Los pasajes desaparecieron, las habitaciones de hotel también. Entendimos que tenía que marcharse cuanto antes, así que decidimos que se fuera él y que yo acudiría donde fuera más adelante", detalla esta joven rusa, que volará directamente a Astaná el próximo día 27.

Se marchan en un momento en que el pánico ha prendido entre la población, especialmente entre los hombres de mediana edad, los más afectados por la medida. "El decreto está escrito de tal manera que realmente cualquiera puede ser llamado a filas. Ni siquiera los abogados de nuestra compañía pueden decir claramente quién puede ser reclutado ahora mismo", destaca Ekaterina, que trabaja, como su marido y sus amigos, en una empresa de tecnologías de la información.

"Inicialmente nos dijeron que, a nuestro sector, no le iba a afectar la movilización, pero es mentira. Dos de nuestros colegas saben a ciencia cierta que cumplen los requisitos para ser llamados a filas, los otros tienen dudas, porque todo es muy arbitrario. Decir que están aterrorizados es quedarse corto. Ni siquiera pueden trabajar, porque necesitan procesarlo. Ellos no quieren matar a nadie, no apoyan a Putin ni la guerra y saben que el Gobierno solo quiere pagar sus propios errores con sus vidas. Hasta donde yo sé, mucha gente se siente igual", afirma.

"Decir que están aterrorizados es quedarse corto. Mi marido y mis amigos no quieren matar a nadie, no apoyan a Putin ni la guerra y saben que el Gobierno solo quiere pagar sus propios errores con sus vidas"

En este contexto, la joven alza la voz: "Hay algo más que quiero decir muy claramente. No hay nadie en mi ambiente que apoye a Putin o la guerra. Nosotros votamos, mi marido ha participado en protestas, donamos dinero a asociaciones de abogados para defender a gente en procesos políticos... Aquí, si actúas explícitamente, te expones a una multa tremenda la primera vez y a prisión la segunda. Solo deseo explicar que somos gente normal, no respaldamos el asesinato de ucranianos, casi todas las familias rusas tienen parientes allí".

Reclutamiento en plena calle

Desde el anuncio de Putin de la "movilización parcial", en paralelo a los miles de ciudadanos que han salido del país, otros han optado por manifestarse en las calles y plazas de algunas de las principales localidades. Estas protestas han redundado en la detención de más de 1.300 personas, según el movimiento pacifista Vesná (Primavera), que asegura que algunos de los arrestados recibieron notificaciones para comparecer de inmediato en las oficinas de reclutamiento.

"En teoría, la notificación para alistarte tiene que llegarte por correo, pero, por lo que estoy viendo, la puedes recibir en cualquier lugar. Ayer, la Policía comenzó a parar a hombres por la calle y a darle estos documentos. Puede ocurrir en cualquier lugar, en el metro, en la calle, mientras vas en el coche...", relata Ekaterina, que denuncia la actuación de los agentes en determinados contextos. "Arremeten contra mujeres y madres 'superpeligrosas'", ironiza.

Inicio de una nueva vida

Con su partida de Moscú, Ekaterina y su marido dejarán atrás una sociedad rusa donde la guerra se ha convertido en el tema central de las conversaciones en apenas un par de días. Ahora bien, ni para ellos ni para sus compatriotas que han elegido el mismo camino, va a ser una experiencia fácil. "Me da mucho miedo Bielorrusia. Hemos oído que están controlando coches con matrículas rusas y registrando pisos", dice, pues se trata de un aliado del Kremlin. Otros afrontan la duda de si podrán cruzar las fronteras a pie: "De momento, parece que es posible, pero los guardias hacen preguntas y toman notas. No sabemos para qué".

A estas dificultades iniciales, se suman las restricciones de acceso a determinados países, las complicaciones para obtener certificados en el extranjero y los problemas para conseguir dinero, debido a las sanciones de Visa y Mastercard. "Nos decantamos por Kazajistán porque es un poco más barato que Estambul y conocemos algo del país. No sabemos nada de Kirguistán ni de Uzbekistán y descartamos Armenia y Azerbaiyán porque están en guerra. Tampoco quisimos ir más al este por la diferencia horaria. Además, yo cuento con una tarjeta bancaria kazaja y tenemos algunos colegas allí que nos pueden dar consejos", narra.

Ahora, Ekaterina y su esposo empezarán una nueva vida a casi 3.000 kilómetros de su hogar, si bien Astaná es solo un destino temporal, en el que esperan pasar poco más de un mes y desde donde trabajarán en remoto. Transcurrido ese tiempo, no se plantean regresar a Rusia. Al menos, no en breves. "En estos momentos, me toca empacar, comprar dólares, llevarle el gato a mi madre, dejar solucionado el tema de la hipoteca de aquí a un año y hacer papeles para autorizar a mi madre a gestionar mi patrimonio", enumera.

"Recomenzar no me da tanto miedo como perder a gente importante. Soy joven y me acabo de casar, quiero tener hijos, mi propia casa... pero en un lugar seguro. Dejar todo esto atrás merece la pena"

"No tengo miedo de volver a empezar. Puedo trabajar, tengo formación y el apoyo de mi familia y mis amigos. Recomenzar no me asusta tanto como perder a gente importante. Soy joven y me acabo de casar, quiero tener hijos, mi propia casa y todas esas cosas, pero en un lugar seguro. Dejar todo esto atrás merece la pena", añade.

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