Helena Resano Periodista
OPINIÓN

Un problema que nos afecta a todos

Profesora Educación UNIR apuesta por "educar en la confianza incondicional" para hacer frente al acoso escolar
Imagen de recurso de varias niñas en un colegio.
EP
Profesora Educación UNIR apuesta por "educar en la confianza incondicional" para hacer frente al acoso escolar

No llevaba ni una semana en el cole. Cinco días que fueron suficiente para comprobar que ese curso iba a ser igual de duro que el anterior o peor. Iba a seguir escuchando los mismos insultos, desprecios y humillaciones que vivió desde que llegó de Colombia a mitad del curso pasado. No debe de ser nada fácil escuchar todos los días que tus compañeros te llamen "puta", "sudaca de mierda", "zorra", "vete a tu puto país"… No debe de serlo y menos si solo tienes 10 años y has cambiado de país. Saray pasó así todo el curso, llegó el verano y pensó que en septiembre todo cambiaría. Iba a repetir curso. Compañeros nuevos. Clase nueva. Pero no. El colegio se convirtió en el mismo infierno de siempre desde que puso un pie el primer día y Saray decidió que no podía seguir. El viernes saltó desde la ventana de su casa. Saltó al vacío. Solo quería morir. Tenía 10 años y la vida ya le parecía demasiado dura como para seguir luchando.

Saray ha sobrevivido a la caída. Tiene la cadera rota, varias fracturas en el tobillo pero sobre todo una angustia encima que es imposible de imaginar. Saray, a pesar de tener solo 10 años, sabía lo que hacía. Dejó una nota a sus padres, despidiéndose, pidiéndoles perdón por lo que iba a hacer y deseándoles una larga vida. Suena irónico que Saray deseara que sus padres vivieran larga vida cuando ella iba a quitarse la suya. Unos padres que, seguramente, no iban a encontrar la forma de seguir viviendo si su hija hubiera logrado su objetivo, matarse. El dolor que ha vivido y que está viviendo esa familia es inimaginable.

Tenía 10 años y la vida ya le parecía demasiado dura como para seguir luchando

El caso de Saray está ya bajo investigación. Pero su historia me deja tantas preguntas. ¿Sabía el colegio lo que estaba pasando? ¿Nadie escuchó, vio o presenció lo que estaba pasando? La madre de Saray cuenta que el viernes cuando salió del cole su cara lo decía todo: estaba triste, llorosa... Sus padres ya habían avisado varías veces el curso pasado que su hija estaba sufriendo acoso escolar. Desde el colegio, según su versión, le quitaron importancia. Que esto pasaba entre niños. Pero ¿hablaron de esto en clase? ¿Intentaron concienciar al resto de alumnos de que esos insultos, en grupo, son acoso? ¿Hablaron de la empatía? El centro insiste en que hicieron todo lo que estaba en su mano, pero visto lo visto, visto lo que pasó, es evidente que no fue suficiente.

Desde la Fundación ANAR alertan de que ese tipo de insultos y burlas se siguen repitiendo en las aulas. De hecho, tras la pandemia, se ha detectado un aumento de casos de acoso escolar: uno de cada cuatro niños reconoce tener en su clase a algún compañero sufriendo acoso. En la mayoría de los casos el aspecto físico es la diana de los acosadores.

El de Saray fue la diana contra la que disparar. El curso no ha hecho más que empezar. Solo espero que su caso nos haga a todos encender las alertas y concienciarnos de que, este, es un problema que nos afecta a todos.  

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