Fue una profesional de la monarquía, siempre al servicio del pueblo y de una institución que pasó por sus horas más bajas cuando los escándalos familiares traspasaron los pasillos de Buckingham y llegaron a las páginas de los tabloides.
Hace dos días, reservó sus agotadas fuerzas para un último servicio real, nombrar a una mujer como primera ministra. Y se fue en paz. No pudo tener mejor despedida.
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