Miguel Ángel Aguilar Cronista parlamentario
OPINIÓN

Tarde-noche en el Senado

Pedro Sánchez responde a Alberto Núñez Feijóo en el Senado.
Pedro Sánchez responde a Alberto Núñez Feijóo en el Senado.
EFE / JUANJO MARTÍN
Pedro Sánchez responde a Alberto Núñez Feijóo en el Senado.
¿PREGUNTAR OFENDE? por Miguel Ángel Aguilar

Se anunciaba para la tarde del martes en el pleno del Senado un mano a mano de Pedro Sánchez, presidente del Gobierno, y Alberto Núñez Feijóo, presidente del PP y nuevo en esta plaza, que iba a confirmar su alternativa. Era grande la expectación y se había puesto el cartel de «no hay billetes», sin un asiento libre en la tribuna de prensa. En el patio de cuadrillas se agolpaban los periodistas de alcachofa y cámara en ristre en busca de una anticipación que enviar a sus redacciones. En vez del despeje de plaza a cargo de los alguacilillos, hicieron directamente el paseíllo los nuevos senadores resultantes de la reciente celebración de las elecciones autonómicas en Castilla y León y en Andalucía para proceder al juramento o promesa, que de todo hubo.

Al minuto de silencio, propuesto por el presidente de la Cámara, siguió la lectura de la solicitud de comparecencia centrada en los problemas que plantea el suministro de energía y las repercusiones que se derivan para la economía del país. El turno de intervenciones empezó con la del presidente Sánchez quien, conforme al reglamento, disponía de tiempo ilimitado, un privilegio aparente del que se siguen efectos desorientadores que pueden inducir al despiste del orador y a la consiguiente desconexión de la audiencia, una vez rebasada la capacidad de atención cifrada para los adultos sedentes en un máximo de cuarenta y cinco minutos, salvo en el caso de que se recurra a incorporar gráficos en movimiento. Además del peligro adicional que acecha cuando en su afán omnicomprensivo y deseando no eludir cuestión alguna, el orador acaba incurriendo en incoherencias o perdiéndose por meandros que hacen imposible todo seguimiento.

De ahí que, con sabiduría decantada, el reglamento taurino disponga en su artículo 81 que, transcurridos diez minutos desde que se hubiera ordenado el inicio del último tercio de la lidia, si la res no ha muerto, se dará por toque de clarín, de orden del presidente, el primer aviso; tres minutos después, el segundo aviso, y dos minutos más tarde, el tercero y último para la devolución de la res a los corrales o apuntillarla.

Es el mismo principio estratégico, enunciado por Clausewitz, según el cual una victoria solo puede ser alcanzada si está bien definida y el intento de rebasar el punto culminante de la victoria, pensando que es posible la explotación interminable del éxito, acaba por transformarlo en desastre. Los portavoces deberían ensayar la elegancia y regalarnos brevedad renunciando a una parte del tiempo que les otorga el reglamento. Pero imagine el lector cómo cambiaría el espectáculo si cada vez que algún orador reclamara más tiempo tuviera la obligación de continuar al menos otra media hora adicional. También si a quienes replican se les retiraran los papeles que traen preparados de casa antes de conocer la intervención que salen a impugnar.

Desde el punto de vista formal, como aficionado a la fiesta, sostengo que la duración perjudicó a Sánchez, quien subía a la tribuna como beneficiario. Aunque el acierto del jefe de la claque para que fueran subrayadas con aplausos las virulencias más cainitas pudo atenuar la percepción del error.

La prueba es que el presidente de la Cámara tuvo que reclamar varias veces silencio e invitar a quienes estuvieran en conversación a que la continuaran fuera del hemiciclo. Mientras que los quince minutos de Alberto Núñez Feijóo obtuvieron el homenaje del silencio.

Sánchez probó que su único objetivo era romper la figura de Núñez Feijóo porque los demóscopos le han dicho que casi un millón de electores socialistas están migrando y pasándose a la nueva versión del PP que representa el gallego.

Así que se ha decretado el vale todo, como sucedió contra Adolfo Suárez cuando se decretó la operación acoso y derribo en 1980, o como contra Felipe González cuando se articuló el sindicato del crimen con Perote y Mario Conde a bordo. Se diría que son necesarios dos o tres acuerdos del Gobierno con el PP, principal partido de la oposición, pero el propósito de Sánchez es el inverso al del poeta Pedro Salinas cuando en La voz a ti debida escribía a su amada «quiero sacar de ti tu mejor tú». El empeño ahora es en favor del peor PP posible.

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