En el mejor episodio de Perdidos, cuando un personaje se encuentra totalmente desorientado por el salto temporal que vive entre diversas épocas, un científico más cuerdo de lo que parece le recomienda agarrarse a algo, en concreto, a alguien. Una persona de referencia que reconozcas siempre en tu vida y que, en los momentos en los que pierdes tu camino, sea tu guía. Te haga sentir en casa. Que sirva y sea, como el título del brillante capítulo, la constante.

No estamos sobrados de constantes en nuestra vida, porque aunque tengamos a gente muy cercana, en tres décadas siempre hay posibilidad de que las cosas cambien, de que el mundo cambie, como casi cada día la actualidad se empeña en recordarnos. Y en lo personal, aunque busquemos con afán la estabilidad, también se producen muchas mudanzas, literales y metafóricas, inesperadas o buscadas, que nos desnortan.

Las tres décadas de Ana Blanco en el 'Telediario' de TVE, en fotos

Y la despedida de Ana Blanco del telediario de TVE es una de ellas. Porque, además de una pérdida evidente en lo periodístico, supone el adiós a un referente. A una constante mediática. A la persona que siempre está. A la voz inconfundible de la que te fías, a la melena prácticamente inmutable (dos o tres centímetros arriba o abajo) totalmente reconocible, a la presentadora que te cuenta la noticia con la mayor sensación de objetividad. Al rostro que, prácticamente de manera unánime, se asocia en España con las noticias. Y con las noticias creíbles. Negro sobre blanco.

Son muchas las señales que desgraciadamente demuestran la profunda crisis que vivimos. Y los memes de estos días se han encargado de poner algo de humor en esta situación, relacionando la despedida de Ana Blanco del Telediario como uno más de estos signos de que la sociedad, tal y como la conocíamos, se desmorona. Hoy, cuando se apagan las luces de los escaparates para ahorrar energía, se cierran los focos del plató del telediario para su profesional estrella. Y, por eso, es una suerte que estos días TVE haya confiado en ella para informar desde Londres de la muerte de Isabel II. En el momento del adiós a una figura de actualidad desde hace siete décadas, no podían privar al espectador de su principal constante catódica.