Miguel Ángel Aguilar Cronista parlamentario
OPINIÓN

El martes en el Senado

Sánchez pronuncia su discurso en el debate sobre el estado de la nación.
Pedro Sánchez.
CONGRESO
Sánchez pronuncia su discurso en el debate sobre el estado de la nación.
¿PREGUNTAR OFENDE? por Miguel Ángel Aguilar

El primer cara a cara del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, con el nuevo presidente del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo, será el próximo martes, día 6, en el Senado. La cuestión a debatir elegida, según consta en la solicitud de comparecencia a petición propia que ya ha sido registrada, versará sobre las medidas del plan de ahorro energético adoptadas en el contexto económico y social derivado de la invasión de Ucrania por los ejércitos rusos de Vladimir Putin. Unas medidas que se anuncian muy atentas a la perspectiva territorial, una vez finalizado hace siete días el plazo del que han dispuesto las comunidades autónomas para formular propuestas que puedan sumarse al plan de contingencia gubernamental pendiente aún de ser elevado a la UE. De manera que tenemos sobre el papel la previsión de un cara a cara, con día, hora y asunto, planteado conforme a las conveniencias de una de las partes, la que está en el poder.

El Pleno que se anuncia del Senado se circunscribe así a un tema donde Sánchez se considera más fuerte y evita otros donde podría ser más vulnerable. Pero más allá del recurso al ventajismo, la sesión permitirá observar las actitudes de los contendientes y concluir si van a ofrecernos más de lo mismo, o sea, polarización y cainismo, o si nos dejan atisbar algunas áreas de entendimiento. Recuerdo que el martes 12 de julio, al concluir en el pleno del Congreso de los Diputados la primera intervención del presidente Sánchez en el Debate sobre el estado de la nación, la vicepresidenta segunda del Gobierno, Yolanda Díaz, a la que encontré de modo fortuito, quiso saber qué me había parecido. Le dije, primero, que desde la tribuna de prensa contrastaba su falta de calor en el aplauso a Sánchez con el entusiasmo desbordante de su compañera de escaño Nadia Calviño. Califiqué las iniciativas lanzadas por el presidente de intentos denodados de promover un cierre de filas que pusiera coto a la dispersión abierta en el seno del Consejo de Ministros y discrepé de que hubiera sostenido que en toda la historia de España pudiera encontrarse una sola aportación positiva de la derecha. Invoqué la primera ley del divorcio, la primera reforma fiscal o el ingreso en la OTAN para desmentirlo.

Luego, le pregunté si el presidente necesitaba algún acuerdo con el PP y respondió que sí, que al menos tres. En ese caso, apunté, debería buscarlo porque ha sabido hacerlo con interlocutores mucho más difíciles, como Bildu o ERC. Está fuera de discusión que vivimos tiempos difíciles en los que, como escribió Luis Vives, "no es posible hablar ni callar sin peligro". Pero hemos vivido otros mucho peores con la inflación en el 26,4%. La diferencia que ennegrece la situación actual la marcan las actitudes. Entonces, 27 de octubre de 1977, se llegó a un entendimiento probado con la firma de los Pactos de la Moncloa; ahora, estamos en el cainismo rampante. En cuanto al presidente Sánchez, el cara a cara de la semana que viene en el Senado queda en nada si hubiera de compararse con la negociación en el interior del Gobierno de los Presupuestos Generales del Estado, que deberán ser presentados ante el Congreso de los Diputados antes del 30 de septiembre según preceptúa el artículo 134 de la Constitución. Atentos.

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