Carmelo Encinas Asesor editorial de '20minutos'
OPINIÓN

Europa de rodillas

La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, este lunes en Eslovenia.
La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, este lunes en Eslovenia.
EP
La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, este lunes en Eslovenia.

El tradicional lamento sobre nuestra escasa influencia en el concierto europeo se vio aliviado esta semana en Berlín. Allí acudió Pedro Sánchez a instancias del canciller alemán Scholz y mucho le debía importar al primer ministro germano la posición española en materia energética para meter a nuestro presidente en el Consejo de Ministros de la siempre orgullosa Alemania.

A día de hoy no existe otra preocupación en Europa que supere a la carencia del gas que mueve las industrias y calienta sus hogares. Carencia y carestía porque a los recortes del suministro ruso se une la especulación de los intermediarios gasistas que ha multiplicado por 16 el precio de ese combustible, elevando a históricos sus beneficios y los de Gazprom.

El temor al ‘general invierno’ se torna en pánico a medida que advierten de cómo Putin abre y cierra el grifo

El temor al ‘general invierno’ se torna en pánico a medida que advierten de cómo Putin abre y cierra el grifo de sus gaseoductos enseñando los dientes de su chantaje a Europa por apoyar a Ucrania. Sigo sin entender cómo la UE no calculó algo tan previsible como que el Kremlin respondería con el arma del gas cuando impusieron a Moscú 6 paquetes de sanciones por la invasión. No cabe mayor ingenuidad que suponer que Moscú sostendría un suministro vital para Alemania mientras Berlín enviaba a Zelenski cientos de misiles tierra aire y miles de proyectiles antitanque que convirtieron en chatarra los blindados que marchaban a Kiev.

Es obvio que el ataque ruso a Ucrania ha hecho saltar por los aires los tiempos y formas que se marcó Europa para la transición a las energías limpias.

Alemania necesita cargar sus depósitos de gas al precio que sea para elevar sus reservas del 70% de ahora a superar el 90% antes de noviembre. La situación de España es mejor, gracias a la isla energética en que nos convirtió nuestra vecina Francia, y de disponer de mejores interconexiones, estaríamos en condiciones de convertirnos en un hub europeo para la distribución de gas con nuestras siete plantas de regasificación y en un futuro incluso de hidrógeno verde del que el 20% de los proyectos de todo el mundo son españoles.

El Gobierno alemán trata de afrontar su situación inmediata comprando donde puede mientras apuesta a medio largo plazo por la construcción de gaseoductos en el sur de Europa que le proporcionen un suministro estable procedente de Argelia y otros productores africanos hasta reducir a cero su dependencia de Rusia. Su pretensión decidida por el Midcat a través de España y Francia, aunque el Gobierno galo dice ahora que la estudiará, le aboca a un pulso con Macron, a quien no conviene esa infraestructura porque restaría protagonismo a sus cuatro regasificadoras y a las exportaciones de energía procedentes de sus 58 centrales nucleares. La alternativa de construir un gaseoducto de Barcelona a Livorno (Italia), saltándose a Francia por el Mediterráneo, además de muy cara, no se podría ejecutar en menos de 3 o 4 años, el doble de tiempo que el Midcat. Lo previsible pues es que asistamos a un forcejeo entre Francia con Alemania y España por esa infraestructura que el giro geopolítico de los últimos meses ha convertido en medular.

Sea como fuere y después de la declaración de la presidenta Von der Leyen anunciando una "intervención de emergencia" en el mercado eléctrico, que viene a reconocer la posición mantenida por España desde hace un año, se impone un replanteamiento general de toda la política europea en materia de energía. Es obvio que el ataque ruso a Ucrania ha hecho saltar por los aires los tiempos y formas que se marcó Europa para la transición a las energías limpias. La situación exige un gran pacto energético en la UE que afronte de forma realista la crisis actual y el futuro a largo plazo. Un plan para que ni Putin ni nadie pueda ponernos de rodillas.

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