La rotura del granelero OS 35 este jueves en el este del Peñón de Gibraltar, cuya fuga de combustible podría llegar a la costa, vuelve a poner de manifiesto las consecuencias medioambientales que provocan los vertidos y fugas de elementos contaminantes. El caso de este buque no es el primero que pone en peligro las aguas españolas, las cuales llevan sufriendo los efectos de la acción humana durante décadas.
El petróleo derramado por el Prestige, los lodos tóxicos de la mina de Aznalcóllar, la contaminación por residuos tóxicos del embalse de Flix, el vertido de aguas tóxicas a la Ría de Huelva o el desecho de restos minerales al mar en la Bahía de Portmán son algunos de los desastres ecológicos más graves ocurridos en España.
Desastre de Prestige
El desastre del Prestige se considera una de las catástrofes ecológicas más grandes de la historia de la navegación, tanto por la cantidad de contaminantes liberados como por la extensión del área afectada. El 13 de noviembre de 2002, este buque monocasco comenzó a derramar hidrocarburos a poca distancia de Galicia. Seis días más tarde, el barco se hundía ocasionando un gran vertido de petróleo crudo.
El barco, que operaba bajo la bandera de las Bahamas y transportaba 77.000 toneladas de fuel-oil pesado, empezó a tener complicaciones cuando un temporal provocó una avería en el casco. A pesar de los esfuerzos para remediar la situación y tras varias maniobras para tratar de alejarlo de la costa gallega, la situación terminó con uno de los peores resultados posibles.
Según el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (MITECO), cerca de las 8:00 horas del 19 de noviembre y a 133 millas náuticas (246 km) de Finisterre, el petrolero se partió en dos mitades. Durante las horas siguientes, ambas partes fueron hundiéndose hasta llegar a unos 3.600 metros de profundidad.
El accidente causó el vertido de unas 63.200 toneladas de hidrocarburos que afectó a 2.000 kilómetros de costa española, francesa y portuguesa. En el propio barco quedaron otras 13.700 toneladas, que España logró extraer en 2004. Además, tuvo gran impacto en zonas de industria pesquera y de especial importancia ecológica, como las Rías Bajas.
Las labores de limpieza del chapapote del mar y la costa, que se prolongaron durante años, dejaron imágenes de trabajadores, pescadores y voluntarios vestidos de trajes blancos que se convirtieron en distintivas del accidente. Asimismo, este caso también sería recordado por causar cierta controversia en los ámbitos social, político y legislativo.
Catástrofe de Aznalcóllar
El municipio de Aznalcóllar, en Andalucía, sufrió el 25 de abril de 1998 la rotura de la balsa de residuos de la mina de dicha localidad, ubicada en Sevilla. El desastre ecológico se generó por un vertido de entre cinco y 6 millones de metros cúbicos de lodos tóxicos y aguas ácidas en el Parque Nacional y Natural de Doñana.
La Balsa Minera de Aznalcóllar, propiedad de la empresa sueca Boliden, almacenaba residuos peligrosos de la mina de pirita, los cuales salieron por una brecha de cincuenta metros en el muro de contención de la presa, y corrieron por el cauce de los ríos Agrio y Guadiamar.
La fuga tóxica, que contenía los elementos zinc, plomo, cobalto, níquel, cadmio o arsénico, entre otros contaminantes, afectó a 4.634 hectáreas repartidas en nueve municipios de la provincia de Sevilla. El vertido provocó la contaminación de la zona durante años y la muerte de varias toneladas de seres vivos de los ecosistema afectados.
Así, este accidente ecológico se ha posicionado como uno de los más grandes de la minería en todo el mundo, con un impacto contaminante cien veces superior al del hundimiento del Prestige, según el Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC).
Contaminación del embalse de Flix
La empresa química Ercros, antes llamada Erkimia, vertió a lo largo de un siglo, como consecuencia de su actividad industrial, más de 700.000 metros cúbicos de residuos tóxicos y radioactivos en el embalse de Flix, en Tarragona, situado en el Ebro, según los datos de Acuamed. Los índices de contaminación afectaron a casi un millón de personas que eran abastecidas por el Ebro.
A finales del siglo XIX nace Electroquímica Flix, empresa con una actividad industrial basada en la obtención de sal, amoníaco y carbonato cálcico. Más tarde, se construye la presa hidroeléctrica de Flix y, además, empieza la producción del pesticida DDT y otras sustancias químicas. En 1990, la fábrica pasa a la compañía Erkimia, del grupo Ercros.
A principios del mismo año, el Departament de Medi Ambient de la Generalitat de Catalunya encarga al CSIC un informe sobre los contaminantes en los sistemas acuáticos continentales de la Comunidad. El estudio indicó la presencia en el embalse de grandes cantidades de mercurio y otros metales pesados, como cromo, níquel, zinc, cadmio y compuestos organoclorados. En total, se hallaron unos 700.000 metros cúbicos de lodos contaminados.
Asimismo, en 1996, se produce una avería en la fábrica, provocando una fuga en una de las plantas y dando como resultado la emisión de una nube tóxica de seis toneladas de cloro. De este modo, se trata de la fuga de dicho elemente más grave producida en Europa.
Vertidos en la ría de Huelva
En 2019, Greenpeace y la Mesa de la Ría denunciaron el vertido de 4 millones de metros cúbicos de aguas tóxicas a la Ría de Huelva por parte de la empresa Fertiberia. En este sentido, un estudio de las universidades de Granada y de Huelva añade que la contaminación en la ría se debe a la actividad industrial producida entre 1968 y 2010, principalmente, por los fosfoyesos, que son residuos altamente ácidos y contaminantes.
Por su parte, el Parlamento Europeo ha reconocido que las balsas de fosfoyesos utilizadas por Fertiberia constituyen el caso de contaminación industrial más grave de Europa. Así, las aguas ácidas almacenadas en dichas balsas, contienen al menos 120 millones de toneladas de lodos contaminados y ocupan una extensión de casi siete kilómetros, afectando a entornos naturales próximos a su ubicación.
Estas aguas, que suponen un peligro tanto para el medio ambiente como para la salud de las personas, incluyen contaminantes tóxicos como cobre, zinc, arsénico, cadmio y antimonio que terminan en el Océano Atlántico y amenazan las condiciones del litoral; mientras que otros elementos como aluminio, hierro, cromo, plomo y uranio se precipitan al fondo de la desembocadura.
Residuos en Bahía de Portmán
La mina de capital francés Peñarroya, situada en La Unión, Murcia, y que contaba con una concesión administrativa del Gobierno de Franco, arrojó con el fin de abaratar costes 60 millones de toneladas de residuos al mar en la Bahía de Portmán durante 33 años, desde 1957 hasta 1991.
Calificada como algunos como la mayor catástrofe ambiental del Mediterráneo, la empresa francesa vertió a través de una tubería 7.000 toneladas diarias de residuos compuestos por tierra, zinc, cadmio, plomo y restos reactivos utilizados para sacar metal. Cada cierto tiempo, la cañería era movida de lugar porque el lodo iba ocupando el espacio en donde solía haber mar.
Durante las décadas en las que duró esta situación, surgieron diversas reacciones de la opinión pública y de mandatarios locales en contra de los vertidos, ya que supondrían la desaparición de recursos marinos y comprometería el valor turístico de la zona. Sin embargo, las autoridades nacionales se negaron a frenar la actividad.
La situación concluyó con la colmatación de la bahía de Portmán, cuya línea de playa avanzó unos 600 metros y los vertidos llegaron hasta 12 kilómetros mar adentro. En la actualidad, la Bahía de Portmán se encuentra en proceso de regeneración.
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