Juan Luis Saldaña Periodista y escritor
OPINIÓN

El otoño caliente de los sindicatos

La UGT convoca una manifestación por el acuerdo de horarios comerciales en Barcelona
Manifestación de UGT en Barcelona
Europa Press
La UGT convoca una manifestación por el acuerdo de horarios comerciales en Barcelona

La metáfora no parece adecuada. Hay mucha gente que va a pasar frío en otoño y en invierno. Hace tiempo que el sindicalismo en España va a lo suyo. Algunos líderes sindicales han avisado ya de que están preparando movilizaciones para el próximo otoño. El objetivo es que la patronal aumente los salarios para combatir la inflación.

Cualquier economista un poco avezado sabe que esto es un parche que alivia, pero no cura y que no va a la raíz del problema. Es cierto que hay grandes empresas que están generando beneficio a causa de la inflación. En estas corporaciones sí que parece pertinente el aumento de los salarios y se antoja como legítima la pretensión del sindicalismo. Sin embargo, la pequeña y mediana empresa no da para más. No pueden ser ellos los que paguen la crisis, ni el blanco fácil de las pretensiones sindicales.

Europa son personas, políticos y burócratas que no han dado la talla en absoluto.

Al final, paga el que no puede escapar. Sería interesante que el sindicalismo español volviera a sus orígenes y se mirara en el espejo de algunos de sus compañeros que ocuparon puestos de relevancia después de la Transición. Pertenecer a un sindicato mayoritario no debería suponer estar de acuerdo con todo lo que dice el partido que está ahora en el gobierno. El sindicalismo ha perdido legitimidad y debe recuperarla.

No nos engañemos. Algo habrá que pedirle al gobierno también. Algo no habrá hecho. ¿Dónde está la pobreza energética? ¿Se puede esconder y justificar todo detrás de la guerra de Ucrania? ¿Alguna medida de ahorro ejemplar en la clase política? Por otro lado, resulta evidente que la excusa de Europa como fuente de decisiones y disposiciones ya no da para más. Europa son personas, políticos y burócratas que no han dado la talla en absoluto.

Alguna vez habrá que manifestarse contra Europa. Ahora, para todos, el nombre del viejo continente suena a oráculo a semidiós intocable, pero hay que quejarse contra Europa, en Europa y desde Europa. La gente que está ahí tiene una responsabilidad y debería asumirla. Los organismos internacionales tienen mucho poder y enormes mecanismos de impunidad para sus dirigentes. Sería interesante que los sindicatos recuperaran legitimidad y justificaran su existencia atacando a los verdaderos responsables de los problemas, aunque sean, en teoría, de su cuerda.

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