Mario Garcés Jurista y escritor
OPINIÓN

Mario, el Hermoso

Mario Hermoso
Mario Hermoso
Europa Press
Mario Hermoso

Del fútbol se decía que era el deporte rey, hasta que llegó Pablo Iglesias a pasar bolas, vestido con una zamarra republicana, una mezcla soberana entre Mariana Pineda y Carmen Maura en ¡Ay, Carmela!. Se decía también, en la jerigonza del balompié, que "tienes más moral que el Alcoyano", pero si le preguntas a un imberbe de lecturas escolares oficiales, te dirá que Alcoyano debe ser una ciudad de Madrid junto a Alcobendas. Solo los más resabiados sabrán que Alcoy llegó a declararse independiente durante la Primera República, y eso que todavía no existía el artículo 155 de la Constitución.

Y en pleno estertor de este verano asfixiante, llegó Mario, el Hermoso. Ni Felipe, el otro hermoso, ni un humilde servidor, al que el adjetivo no le encaja plenamente. Para los que no han ido al Rastro a cambiar cromos con una lista más guarreada que la de la compra en tiempos de crisis, ignorarán que Mario Hermoso es un magnífico futbolista del Atlético de Madrid. Y que, hábil en el manejo de no dar puntada sin hilo ni patada sin pie, se encaró recientemente con un grupo de aficionados desafinados que comenzaron a insultarle. Entre el pasto de ultras desorejados, están mayormente los que piensan, que, más allá de la crítica razonable y hasta cáustica si el sujeto lo merece, tienen derecho a faltar al más mínimo respeto e insultar a todo quisqui que se ponga en pantalón corto. No faltarán las alusiones a su madre o a su mujer, si se tercia. Piqué las pasó canutas a cuenta de sus propios hijos, antes de que Shakira le cantase las cuarenta al ritmo de Si te vas.

No es sencillo abstraerse y aceptar, como si fuera tal cosa, que tienes el deber de soportar la vejación

Pues les diré que comprendo a mi tocayo, porque no es sencillo abstraerse y aceptar, como si fuera tal cosa, que tienes el deber de soportar la vejación. Recientemente, con ocasión de una de mis últimas intervenciones en el Congreso de los Diputados, un ser escribiente de pluma acerada, transcribió lo siguiente en una red social: "Fascista de mierda coje los datos de cuanado gobernaba Rajoy .cerdo lameculoss". No he querido añadir ni quitar un solo signo de puntuación, ni corregir la gramática parda del inquilino de la lengua. Ya puestos a insultar, sería deseable hacerlo con gracia. Y si el Quevedo de cuarta copa a las tres de la madrugada que escribió ese alarde de inteligencia regalada lee este artículo, que sepa que hoy jugamos al Pasapalabra. Porque hay que ser un analfabestia, badajuelo, carajote, deslenguado, estulto, fargallón, gandumbas, hacino, insensato, jumento, lila, macanero, necio, ñiquiñaque, onagro, panarra, quejica, ramplón, sandio, tarugo, ufanero, vaina, yegua y zángano, para escribir eso. Si bebes no conduzcas pero tampoco escribas. 

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