Un gasoducto y dinero de la UE: Bruselas se abre a financiar el MidCat como pide España y añade presión a Francia

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen.
STEPHANIE LECOCQ / EFE
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen.

El MidCat se ha convertido en un proyecto estratégico, sobre todo para España, que tiene la sartén por el mango. Y ya ha dejado tres bandos distintos: en un lado, el Gobierno español y Bruselas; en el otro, Francia, que rechaza el proyecto. Y en medio, Alemania, que espera el gasoducto como agua de mayo para resolver sus desdichas energéticas y dejar de depender de Rusia. La vicepresidenta y ministra de Transición Ecológica, Teresa Ribera, asumió hace unos días que la vía podría estar finalizada "en unos ocho meses" pero el dinero, dice, tiene que llegar desde la UE. Bruselas acepta, pero supedita esa financiación a un acuerdo entre Madrid y París que está realmente lejano.

Según explica El Mundo, la Comisión recoge el guante, pero con condiciones. "Estamos preparados para dar proyectos que coinciden con los objetivos marcados por el plan de REPoweEU. Con nuestras propuestas, ponemos a disposición de los Estados miembros fondos Europeos, aparte de aquellos disponibles bajo el Mecanismo de Conectar Europa, dirigido a proyectos de interés común", explican. Además, la financiación podría llegar a partir de los llamados fondos para los proyectos de interés común europeo (IPCEI). La teoría está clara, pero falta la práctica. Y ahí hay demasiados deberes pendientes.

Unos 370 millones de euros. Ese es el precio de la parte española de un gasoducto que se puso sobre la mesa en el 2015 para conectar España -y transportar el gas argelino- con el resto de la UE a través de Francia. En 2019 el regulador galo paralizó el proyecto y París siempre ha hecho oídos sordos sobre él. En la hoja de ruta la previsión era que estuviera finalizado en 2022. La capacidad, si se suman gas e hidrógeno verde, sería de 7.000 millones de metros cúbicos.

Y es que, tal como explica la consultora de energía en Kreab Isabel Valverde a 20minutos el plan de la Comisión tiene dos patas: la diversificación de socios y también la transición energética. "Aquí juega un papel muy importante el hidrógeno verde, que no tiene emisiones asociadas porque se crea con agua y electricidad y va a ser el principal sustituto del gas", desarrolla. España es de los países europeos que más avanzado va en este sector. "La idea es hacer del MidCat no solo una infraestructura pensada para surtir las necesidades gasísticas de Europa, sino también, en 10 o 20 años, también suministrar hidrógeno verde", expresa.

En cambio, el Gobierno de Emmanuel Macron ha enfriado cualquier posible avance que se pueda dar: considera que el proyecto tardaría mucho tiempo en acabarse y no serviría para cubrir las necesidades energéticas actuales, además de que va, dicen, en contra de los objetivos climáticos que se han marcado no solo desde Bruselas, sino también cada uno de los Estados miembros. Septiembre, eso sí, será un mes clave para cualquier acercamiento, pues el canciller alemán, Olaf Scholz, quiere poner la idea sobre la mesa para negociarla con España, Francia y Bruselas al mismo tiempo.

Alemania sabe que no tiene tiempo que perder y para su Ejecutivo el gasoducto ya está tardando en terminarse. Un gasoducto de estas características "resolvería de manera masiva los problemas actuales", expresó el propio Scholz, que celebra al mismo tiempo que el país esté reduciendo paulatinamente su dependencia de Rusia. Pero un clavo tiene que sacar otro clavo: lo que no llegue desde el norte tiene que llegar desde el sur, de ahí que el MidCat sea para Berlín una forma de ver -al menos en parte- la luz al final del túnel.

Esta situación coincide además en el tiempo con el hecho de que la Comisión Europea haya dado luz verde al plan de ayudas de Alemania para compensar a las empresas que consumen mucha energía por los precios de la electricidad más altos a causa de los costes indirectos del comercio de derechos de emisión de la Unión Europea, ETS, por sus siglas en inglés. En su análisis, la Comisión considera que el plan de Berlín es "necesario y apropiado" para apoyar a compañías que consumen mucha energía para lidiar con los altos precios y evitar la deslocalización de su producción.

Las tornas han cambiado. Si en la crisis económica del 2008 fue el sur el que dependió de los designios del norte, ahora sucede al revés. Berlín, Amsterdam o Copenhague miran a los vecinos meridionales y les ponen ya el cartel de salvadores. En ese escenario gana peso la importancia de España, que es el país de Europa con más capacidad de almacenamiento de gas y también con más capacidad de regasificación (el gas llega en barcos en estado líquido y en las plantas se gasifica). Cuenta con siete plantas para ello (tras la reactivación de la que se encuentra en El Musel, en Gijón), a las que hay que sumar otra en Portugal. Así, España cuenta con el 35% de la capacidad de almacenamiento de gas de la UE (y Reino Unido). El MidCat es una oportunidad, pero si Francia bloquea, el gozo de España (y de Alemania) se queda en un pozo.

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