Sánchez evita las críticas a los cambios en el PSOE aunque no acalla la preocupación del partido y las exigencias de pisar la calle

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, junto a la ministra de Hacienda y vicesecretaria general del PSOE, María Jesús Montero.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, junto a la ministra de Hacienda y vicesecretaria general del PSOE, María Jesús Montero.
EFE
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, junto a la ministra de Hacienda y vicesecretaria general del PSOE, María Jesús Montero.

El último lema de la factoría socialista es "vamos a por todas", aunque se podría completar con un "y todos a por una". Así se extrae del Comité Federal que celebró ayer el PSOE en su sede de la calle Ferraz y que dio luz verde a la revolución que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha decidido acometer para "subir una marcha más" de cara a las elecciones de 2023. Conscientes de que no solo es el jefe del Ejecutivo quien se juega revalidar su puesto -también habrá comicios municipales y autonómicos-, los barones y figuras destacadas del partido evitaron realizar críticas internas, aunque sí le pidieron reflexión y pisar la calle para hacer ver a los ciudadanos que sus problemas ocupan al partido. 

Hay un dato que podría parecer anecdótico, pero que define a la perfección las pocas ganas de tener peleas internas en las filas del PSOE: ayer tan solo hubo 20 peticiones de intervención tras el discurso de Sánchez, una cifra alejada de lo habitual. Más aún, cuando el Comité Federal tenía la tarea de ratificar tan importante reestructuración. Y es que el secretario general del PSOE ha cambiado a casi todo el núcleo cercano que mantenía en Ferraz. Cayeron Adriana Lastra, hasta el lunes vicesecretaria general; Felipe Sicilia, portavoz del partido; y Héctor Gómez, la voz de la formación en el Congreso. Estos dos últimos movimientos suponen, además, que el presidente se haya desdicho de decisiones que tomó hace apenas nueve meses.

Fuentes socialistas aseguran que los cambios no se deben a que Sicilia o Gómez hayan realizado una mala labor, sino que el presidente considera que el momento político ahora es otro. Así se lo transmitió a ambos esta semana en una conversación en la que les explicó los motivos antes de hacer públicos los cambios. También los comentó con los líderes autonómicos, que no siempre han sido favorables a las tesis de Sánchez. No en vano, varios de los que siguen en sus puestos se conjugaron para echarle de la Secretaría General en 2016.

Con todo, una cantidad significativa de barones ni asistió a la cita. No fueron a Ferraz Juan Espadas, líder del PSOE-A, porque tenía que estar presente en la investidura de Juanma Moreno como presidente andaluz; Francina Armengol, presidenta de las Islas Baleares; María Chivite, de Navarra; Javier Lambán, de Aragón, o Ximo Puig, de la Comunidad Valenciana. De los que asistieron, no todos se quedaron durante la jornada completa. Fue el caso de Emiliano García-Page, presidente de Castilla-La Mancha, que se marchó tras escuchar el discurso del presidente. El tono bajo se le notó incluso a él, un político siempre combativo. En declaraciones a la prensa, después de pedir dedicar "poco tiempo" a cuestiones internas, evitó calificar los pactos con Bildu, mostrando su oposición, pero entre líneas: "Yo llamo socio al que le puedo dejar la llave de mi piso cuando me voy de vacaciones y a ver cuántos encuentro ahí".

De sus barones más cercanos, Sánchez recibió un espaldarazo. Según fuentes presentes en la reunión, eEl antes ministro de Sanidad y ahora primer secretario de los socialistas catalanes, Salvador Illa, reivindicó dentro de la reunión la "política de mucho nivel" que ha realizado el Gobierno durante estos años y el "giro a la izquierda y al sentido común" de la última batería de medidas sociales del presidente. Eso sí, también puso la vista en lo que queda por delante y pidió "contarle a los ciudadanos lo que está pasando, hacerse cargo de su estado de ánimo con una política útil".

No fue el único que habló en esta línea: evitando la crítica, pero ahondando en las advertencias. Otros miembros del partido que tomaron la palabra en la reunión admitieron que las sendas derrotas electorales de Andalucía y Castilla y León este año no se correspondieron con las expectativas y, por ello, pidieron reflexionar, actuar con empatía y estar en la calle. En definitiva, "que la gente sepa que estamos preocupados por sus problemas". 

Montero, Alegría y López, ratificados

Consenso total hubo en lo referido a la incorporación de nuevas caras en la dirección socialista, que fueron anunciados el pasado jueves. María Jesús Montero, uno de los perfiles políticos más potentes del Ejecutivo y ministra de Hacienda, ha sido nombrada como número dos del partido como vicesecretaria general; Pilar Alegría, ministra de Educación, portavoz del partido; y Patxi López, portavoz del PSOE en el Congreso de los Diputados.

Estos nombramientos, además de suponer el desembarco total de Moncloa en Ferraz para sintonizar ambos entes de cara a las elecciones del próximo año, también suponen un paso más en la senda de Sánchez de cicatrizar las heridas que dejó su descabalgamiento en 2016. Y es que Montero fue la portavoz de la candidatura de Susana Díaz en las primarias posteriores, una opción por la que también optó Alegría, que fue la encargada de registrar dicha candidatura. A esas elecciones internas también concurrió López, que contó con Óscar López, ahora jefe de Gabinete del presidente, en su equipo.

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